Más de 6 millones de niños y niñas en España viven en zonas donde las olas de calor se han duplicado

Según un estudio de Unicef, en el que advierten sobre la velocidad y escala a la que están aumentando los días extremadamente calurosos a nivel global, casi 500 millones de menores viven en zonas donde soportan al menos el doble de días de calor extremo que los que experimentaron sus abuelos

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Varios jóvenes en la fuente de la Plaza Yamaguchi de Pamplona.
Varios jóvenes en la fuente de la Plaza Yamaguchi de Pamplona.

Uno de cada cinco niños y niñas -un total de 466 millones a nivel mundial- viven en zonas que experimentan cada año al menos el doble de días de calor extremo que hace seis décadas, según el nuevo análisis que Unicef ha publicado este miércoles en el que advierte sobre la velocidad y escala a la que están aumentando los días extremadamente calurosos, es decir, los que superan los 35 grados. Muchos de esos menores no cuentan con la infraestructura o los servicios necesarios para soportar altas temperaturas.

“El calor extremo va en aumento, perturbando la salud, el bienestar y las rutinas diarias de los niños”, señala Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef, que recuerda que los días más calurosos del verano “parecen ahora normales”.

A través de una comparación entre la media de la década de 1960 y los años 2020-2024, el análisis muestra cómo la frecuencia de las olas de calor anuales se ha duplicado en Europa y Asia Central, pasando de 5 a 11,5 en este último periodo. También duran más (5,3 días frente a los 4,4 de la década de los 60) y son más intensas. Asimismo, el estudio constata que en 16 países los niños experimentan ahora más de un mes de días extremadamente calurosos adicionales en comparación con hace seis décadas, de forma que en Paraguay, por ejemplo, han pasado de 36 a 71 días.

Casi el triple de olas de calor en España

En España se ha pasado de las cinco olas de calor que se sufrieron en los años 60, a cerca de 14 en 2020-2024, casi el triple. El 85% de los niños y niñas en el país, un total de 6,4 millones, viven en zonas donde se ha duplicado el número de olas de calor, y el 44%, 3,3 millones, en lugares donde se han triplicado. Además, la duración de las olas de calor ha aumentado de 4,4 a 5,5 días.

A nivel global, los niños y niñas de África Occidental y Central son los más expuestos a días extremadamente calurosos y los que experimentan los aumentos más significativos a lo largo del tiempo, según el estudio. De esa forma, 123 millones de niños y niñas -o el 39% del total de la región- experimentan ahora una media de más de un tercio del año -o al menos 95 días- con temperaturas superiores a 35 grados centígrados, alcanzando hasta 212 días en Malí, 202 días en Níger, 198 días en Senegal y 195 días en Sudán. En América Latina y el Caribe, casi 48 millones de niños y niñas viven en zonas que experimentan el doble de días de calor extremo.

Dos niños se refrescan en Pakistán en una fuente. (Zaib Khalid / Unicef)
Dos niños se refrescan en Pakistán en una fuente. (Zaib Khalid / Unicef)

En la región de Europa y Asia Central, el número absoluto de días de calor extremo ha aumentado de 5,8 a 9,7; 37 millones de niños y niñas viven en zonas donde los días de calor extremo se han duplicado, y 28 millones en lugares donde se han cuadruplicado.

En el caso de España, el número de días por encima de 35 grados (días de calor extremo) pasó de 4 a 16; 5,4 millones de niños y niñas viven en zonas donde se ha duplicado el número de días de calor extremo, y 4,9 millones en lugares donde esa cifra se ha triplicado.

Cómo afecta el calor extremo al cuerpo

El estrés térmico en el organismo, causado por la exposición al calor extremo, conlleva amenazas para la salud y el bienestar de los niños, las niñas y las mujeres embarazadas, sobre todo si no se dispone de intervenciones de enfriamiento. Se ha relacionado con complicaciones en el embarazo, como enfermedades crónicas gestacionales, y con resultados adversos en el parto, como mortinatalidad, bajo peso al nacer y parto prematuro.

Los niveles excesivos de estrés térmico también contribuyen a la desnutrición infantil o a enfermedades no transmisibles como las relacionadas con el calor, y aumentan la vulnerabilidad de niños y niñas frente a enfermedades infecciosas que se propagan a altas temperaturas, como la malaria y el dengue. Está demostrado que también afecta al desarrollo neurológico, la salud mental y el bienestar.

El calor extremo también tiene efectos más preocupantes cuando se experimenta durante periodos de tiempo más largos. Aunque el calor extremo está aumentando en todos los países del mundo, el análisis muestra que los niños y niñas también están expuestos a olas de calor más graves, prolongadas y frecuentes. En 100 países, más de la mitad de los niños sufren hoy el doble de olas de calor que hace 60 años. En Estados Unidos, por ejemplo, 36 millones de niños están expuestos al doble de olas de calor que hace 60 años, y 5,7 millones están expuestos a tres veces más.

Un niño de Bangladesh se refresca con agua en plena ola de calor. (Salahuddin Ahmed Paulash / Unicef)
Un niño de Bangladesh se refresca con agua en plena ola de calor. (Salahuddin Ahmed Paulash / Unicef)

Medidas que deberían aplicar los gobiernos

El impacto de los peligros relacionados con el clima en la salud infantil se multiplica por la forma en que afectan a la seguridad y la contaminación de los alimentos y el agua, dañan las infraestructuras, interrumpen los servicios para los niños, incluida la educación, y provocan desplazamientos. Además, la gravedad de estos impactos viene determinada por las vulnerabilidades y desigualdades subyacentes a las que se enfrentan los niños y las niñas en función de su situación socioeconómica, género, ubicación, estado de salud existente y contexto del país.

Como en los próximos meses todos los Estados miembros Partes en el Acuerdo de París deberán presentar nuevos planes climáticos nacionales, Unicef hace un llamamiento a los líderes, los gobiernos y el sector privado para que aprovechen esta oportunidad y adopten medidas climáticas urgentes, que incluyen reducir las emisiones, adaptar los servicios sociales esenciales a un clima cambiante con catástrofes cada vez más frecuentes y “dotar a todos los niños y las niñas a lo largo de su vida de las oportunidades de desarrollo, la educación y las aptitudes necesarias para convertirse en defensores del medio ambiente”.

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