Tajantes con las pantallas pero permisivos con la tauromaquia: “A los niños se les acostumbra a la violencia taurina antes de que sepan hablar”

PACMA tilda de hipócrita al Ejecutivo: “Si le preocupa que los menores accedan a contenido violento a través de las pantallas, les debería preocupar mucho más que lo vean en directo”

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El "bou embolat" en Carpesa, Valencia. (REUTERS/Eva Manez)
El "bou embolat" en Carpesa, Valencia. (REUTERS/Eva Manez)

Un estruendo provocado por la pólvora parte del cielo durante un segundo y empieza el espectáculo: “Los toros ya están fuera, quedan todos avisados”. Cientos de personas corren delante de ellos a lo largo del recorrido cercado por vallas en las calles del pueblo. Si la adrenalina pudiera olerse, aquello apestaría. En algún momento, los animales agotados deciden que es hora de que pare la fiesta. Se quedan quietos. A su alrededor, decenas de personas comienzan a hacerles aspavientos con la esperanza de que se muevan, pero no lo hacen. Al otro lado de la barrera que les separa, grupos de amigos beben cerveza, comen y ríen mientras echan un ojo a sus hijos. Los niños están subidos a las ventanas para poder ver el espectáculo por encima del muro de adultos que les impiden la visión.

Tras unas cuantas horas, los animales regresen a la plaza. Si la presencia de los cabestros no es suficiente para que lo hagan y algún toro se resiste a hacer el camino de vuelta porque está herido, ya sea por las caídas, las cornadas contra las vallas o por un enfrenamiento con algún otro toro, bajará un tractor que con la pala hará que llegue a su destino. En ese trayecto dejará un pequeño reguero de sangre que el sol del verano secará en pocos minutos. Los niños seguirán subidos a las ventanas viendo el espectáculo. Acaban de presenciar una escena extremadamente violenta, pero no se han sorprendido ni asustado. Se han criado viéndola, como sus padres y sus abuelos. Entre el tumulto, a nadie parece extrañarle y la fiesta continúa.

Juan Ignacio Codina, periodista, doctor en Historia y autor de Antitauropedia (Plaza y Valdes, 2024), explica que los españoles normalizamos el llamado “arte de lidiar toros” porque convivimos con él desde una edad muy temprana. En total, 1.820 municipios españoles (el 22% del total) organizan cada año algún tipo de fiesta popular taurina, según un informe publicado en 2023 por AnimaNaturalis. Y a todas ellas acuden niños, porque es una tradición arraigada que forma parte de la vida en la aldea, pueblo y ciudad. De hecho, la mayoría de fiestas populares que alcanzan su punto álgido en verano y especialmente en agosto, giran en torno a los encierros, al toro embolado -con fuego en las astas- o al toro ensogado -con cuerdas de por medio-.

“En España, a los niños y niñas de muy corta edad se les acostumbra a la violencia taurina, antes incluso de que sepan hablar o escribir. De modo que, cuando tienen una edad con la que ya son capaces de desarrollar el pensamiento crítico, esa capacidad ya no alcanza la tauromaquia, porque la tienen tan interiorizada que queda salvaguardada. Cuando estas personas desarrollan elementos que nos hacen humanos, como la empatía, la compasión o la caridad, la tauromaquia queda protegida de ellos”, señala el historiador citando al político republicano Vicente Blasco Ibáñez.

Un niño en una plaza de toros en una imagen de archivo. (Diputación de Badajoz)
Un niño en una plaza de toros en una imagen de archivo. (Diputación de Badajoz)

Proteger la infancia de la tauromaquia

Evitar lo que Codina llama “taurinización” de la infancia es una de las principales luchas de los grupos animalistas. Actualmente, España se está sometiendo al escrutinio del Comité que se encarga de revisar la aplicación de la Convención de los Derechos del Niño de la ONU y que, entre otros, establece la obligación de los Estados de adoptar medidas para abolir las prácticas tradicionales que sean perjudiciales para la salud de los menores. PACMA fue quien inició todo el proceso en 2022, con la entrega del primer informe ante el Comité, en él muestran que los españoles son introducidos desde la infancia en este tipo de espectáculos sin que el Estado vele por mantenerles alejados del alcance de este tipo de violencia contra los animales.

Se trata de un proceso lento pero meticuloso, y que llegará a su fin el próximo año. Tras la entrega del primer informe y la valoración del Comité, este se encargó de formular una serie de preguntas al Gobierno para conocer su postura ante la defensa de la infancia en este ámbito. El Gobierno redactó una contestación que llegó de vuelta al Comité y a su vez a PACMA, que realizó un nuevo documento de respuesta, que de nuevo será valorado por la ONU, entregado al Gobierno en forma de requerimiento. Será en 2025, cuando la ONU, tras el veredicto final, lleve a cabo un documento con una serie de conclusiones y peticiones.

Novillada sin picadores, en la Plaza de España, a 7 de mayo de 2022, en Navalagamella, Madrid. (A. Pérez Meca / Europa Press)
Novillada sin picadores, en la Plaza de España, a 7 de mayo de 2022, en Navalagamella, Madrid. (A. Pérez Meca / Europa Press)

Para Eva Ramos, asesora jurídica del partido animalista, el Gobierno se escuda en que son competencias derivadas a las comunidades autónomas, que es lo que ha alegado ante el Comité de la ONU. No obstante, el texto entregado por PACMA esta semana incide en que “el reglamento estatal es el que establece a partir de qué edad se pueden inscribir como profesionales taurinos, con lo cual es el Estado el que puede decidir a partir de qué edad se puede ser torero”. Por otro lado, señalan ese mismo reglamento regula las escuelas taurinas y en él “no se establece una edad mínima en la que te puedes inscribir como alumno, pero sí establece una edad mínima para poder participar en las clases prácticas con reses de lidia, que está en los 14 años”.

“Nosotros hemos argumentado jurídicamente que de la misma manera que pueden establecer una edad mínima para participar en las clases prácticas, pueden establecer una edad mínima para participar en las teóricas con toros. Entonces, solo lo tienen que elevar a los 18 años y de esa forma tampoco habrá niños aprendiendo a matar a los toros en las escuelas”, explica Ramos, que por último, añade, “respecto a la asistencia a eventos taurinos en recitos cerrados, el propio reglamento también regula la venta de entradas y abono, con lo cual, es tan sencillo como establecer una prohibición de venta a menores, como se hace para otras cosas”.

El doble rasero

Ramos tilda de hipócrita al Gobierno por tratar de sortear este ámbito que afecta a los menores y recuerda que, a principios de junio, el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de Ley para la Protección de la Infancia y la Adolescencia en Entornos Digitales, que pretende alejarles de la pornografía y la violencia. “Si le preocupa que los menores accedan a contenido violento a través de las pantallas, les debería preocupar mucho más que lo vean en directo”, comenta, y añade que “es evidente que si pueden prohibir el acceso a través de Internet, ¿cómo no va a poder prohibir el acceso en directo? Es ridículo”.

¿Por qué sucede esta disonancia de que les preocupe que los niños vean contenido violento en las pantallas pero no una corrida de toros o cualquier evento taurino? “Nosotros creemos que son personas que han crecido en un país que ha normalizado ese tipo de violencia. Al final el problema es el mismo. En el Gobierno sabemos que hay personas que están en contra de la tauromaquia, pero también sabemos que hay personas que asisten asiduamente, con lo cual es evidente que, al igual que todos los españoles, han crecido con ello y lo han normalizado”, responde Ramos.

La violencia que escapa de las plazas de toros

En caso de conseguirlo, y que Gobierno, a partir de la pronunciación que PACMA espera de la ONU, aleje a los menores de los entornos cerrados donde se celebran eventos taurinos, aún quedarán aquellos que se ocupan las calles de uno de cada cinco municipios españoles. No obstante, los animalistas saben que es un proceso que avanza despacio, pero que no se detiene. De hecho, cada vez hay más voces que tratan de arrojar luz ante este fenómeno de asimilación y más personas, que han crecido normalizando este tipo de violencia, cambian de idea.

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