En 2021, el ministro de Justicia de Tuvalu, Simon Kofe, se dirigía al mundo desde el mar. Metido hasta las rodillas en el agua, el político denunciaba la situación de su país. Tres años después, el archipiélago continúa hundiéndose en el océano y parece abocado a desaparecer. Junto a Tuvalu, cientos de naciones luchan para hacer frente a las subidas del nivel del mar, que poco a poco se comen su territorio. Estos países son el foco del Atlas de las futuras islas sumergidas (Ediciones Menguantes, 2024), en el que la periodista climática e investigadora Christina Gerhardt y la cartógrafa Molly Roy recorren 49 islas en peligro de desaparecer.
“Hay cuatro aspectos que tienes que cumplir para ser una nación y el territorio físico es uno de ellos. Eso plantea muchos problemas desde el punto de vista político”, resalta Gerhardt a Infobae España. “Pero mira todo lo demás que se pierde. Es la flora y fauna, es la historia conectada a ello”, añade. La alemana cita al respecto a a la poetisa marshalesa Kathy Jetnil-Kijiner: “Tu hija y también tu nieta/ vagarán desterradas con tan solo un pasaporte al que llamar hogar”. Igual hace en su libro: recorre a través de la cartografía, la poesía, la historia y la ciencia todas aquellas naciones que serán devoradas por el agua.
El viaje de Gerhardt comienza en Groenlandia, la isla más grande del mundo. Este territorio está recubierto en un 79% de hielo, que se derrite poco a poco. “Es un problema de la región pero también para la subida del nivel del mar”, resalta la alemana. “El derretimiento de los polos en el Ártico y el Antártico es lo que genera en gran parte el aumento del nivel del mar”, explica. El problema empieza en Groenlandia, pero “afecta a las islas Marshall, en la otra punta del mundo”, lo que para ella demuestra que “estamos todos interconectados”.
Los efectos que sufren estas naciones también se deben a esa conexión, denuncia: “La mayoría de las islas que incluyo en el libro son responsables de una parte ínfima del aumento del nivel del mar. Y sin embargo están experimentando sus impactos, causados por las naciones ricas en el norte global”. Mientras Estados Unidos o China responden por el 14 y el 31% de las emisiones globales de 2023, es Tuvalu, cuyas emisiones son de menos de una tonelada per cápita, quien se hunde. Además, sufren unos efectos adversos amplificados por su propia idiosincrasia. “Dependen en gran parte de su cultivo y la pesca. No van al mercado local de la esquina a conseguir la comida. Literalmente lo cultivan ellos, lo que significa que si tienes un huracán o sube el nivel del mar, es un problema”. Lo mismo ocurre con sus acuíferos o sistemas de captación de agua. “Cuando sube el nivel del mar, contamina el agua potable. Así que tienes poca comida, pocos peces y las fuentes de agua se inundan”.
“El norte global tiene que cerrar el grifo, la bañera está desbordada”, expresa Gerhardt. “Siempre hablo de soluciones en cada capítulo, pero la más importante es reducir los combustibles fósiles, y eso significa hacer responsables a las cinco grandes compañías de combustibles fósiles”, reclama.
Islas que crecen y decrecen: los casos de Baréin y Maldivas
No todas las naciones isleñas se encuentran en una situación económica tan apurada. Así ocurre con Baréin, pequeño archipiélago oriental formado por 36 islas cuya principal exportación es el petróleo. Es por ello que se sitúa como uno de los países con mayores emisiones per cápita. Sin embargo, sus islas se hunden igual: se espera que su tamaño disminuya un 15% en 25 años. Para el 2100, esta reducción podría ser de hasta el 56%, según los datos recabados por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
El país no es inmune al aumento del nivel del mar, pero cuentan con recursos para hacerle frente, a través del proceso de tierras ganadas (land reclamation, en inglés), una técnica que consiste en colocar tierra sobre el mar para recuperar territorio. “Están literalmente llenando lo que debería ser océano con arena y otros materiales para construir sobre ello”, explica Gerhardt, una técnica que, afirma, “han usado cientos de ciudades, como la parte baja del distrito financiero de San Francisco o el extremo sur de Manhattan, donde se ubica Wall Street”.
El proceso de tierras ganadas no es exclusivo de Baréin, pero sí de países con suficientes recursos. Ejemplo de ello son las Maldivas, donde la línea de costa ha crecido desde el año 1998. “Son una de las islas con mayor riesgo, así que han construido una isla nueva”. También han optado por estas técnicas en la costa este Singapur, país con uno de los PIB per cápita más altos del mundo, que creció un 23% entre 1960 y 2018.
Sin embargo, no es una técnica sostenible en el tiempo. “Cientos de ciudades e islas han hecho esto para expandir su huella. El problema es que al agua le gusta reclamar su sitio y los niveles del mar están subiendo”, señala la periodista alemana, que se pregunta su habrán construido suficiente para contrarrestar las subidas que se proyectan. Ella aboga por soluciones naturales, como restaurar arrecifes de coral o preservar los humedales “para tener una estructura más orgánica en la costa”.
Un problema migratorio: “Si no se aborda la crisis climática, no se abordará la crisis de refugiados”
La subida del nivel del mar genera una pérdida de cultura, biodiversidad y territorio. Supone también un aumento de la población refugiada. Era algo que no previó la Convención de Naciones Unidas sobre Refugiados en 1951, que no incluyó los efectos de la crisis climática entre las razones para pedir protección internacional.
Desde ACNUR, sitúan como primera causa de desplazamiento los conflictos bélicos del mundo, como el de Sudán, Ucrania o Gaza. Pero advierten de que, a finales de 2023, casi tres de cada cuatro personas desplazadas “vivían en países altamente expuestos a peligros relacionados con el cambio climático”. Estos problemas también los encuentran en los lugares de acogida: “Casi 20 países alrededor del mundo, que albergan millones de refugiados, solicitantes de asilo y desplazados internos están experimentando riesgos cada vez mayores relacionados con el cambio climático”, alertan en su informe de Tendencias Globales de 2023.
Gerhardt lo tiene claro: “La migración masiva a causa de la crisis climática continuará sin cesar”. “Si no se aborda la crisis climática, no se aborda la crisis de refugiados y se asegura que haya futuras migraciones”, unos movimientos que “no solo afectan a estas personas, sino que están alimentando la ultra derecha y el eco fascismo”.