La recesión de 2020 por el impacto de la pandemia y la posterior recuperación, coetánea a múltiples crisis internacionales, ha dificultado la tarea de elaborar previsiones macroeconómicas, que constituyen el pulso de la economía de los países en el corto plazo. Los mayores errores entre los escenarios previstos y los reales se dieron en 2020 y 2021, pero han persistido en 2022 y 2023. Incluso el INE ha publicado grandes revisiones entre los datos avanzados y los definitivos, aunque considera que ese periodo ha llegado ya a su fin.
Un artículo reciente del servicio de estudios de la Agencia Tributaria analiza las previsiones de crecimiento y de déficit de las seis instituciones de referencia en la materia (AIReF, Banco de España, Comisión Europea, FMI, OCDE y Gobierno) entre 2021 y el primer trimestre de 2024 y concluye que los cálculos sobre el PIB han fallado un 20%. Casi todas las previsiones de los años en curso han sido más negativas de lo que finalmente refleja el INE, por lo que se han sucedido años de ‘sorpresas positivas’ de la economía española.
Según explica Rubén Víctor Fernández, director del servicio de estudios y autor del artículo, el error medio absoluto de las previsiones del PIB real de las seis instituciones en el periodo indicado ha sido de 0,8 puntos, lo que supone una quinta parte en términos relativos sobre un aumento medio del PIB del 4,3%. En cuanto a las predicciones de ratio de déficit público, el porcentaje de desviación es algo menor, de 0,6 puntos, lo que supone un 14%, una cifra que el autor todavía considera error “importante”.
La OCDE fue el organismo que más se equivocó en sus previsiones del PIB de 2021, y el Gobierno en las de 2022; en 2023 fue la Comisión Europea, y el FMI en el primer trimestre de 2024. Al contrario, quienes más acertaron fueron AIReF y el Banco de España en 2021; Banco de España en 2022 y el Gobierno tanto en 2023 como en 2024. El Ejecutivo ha registrado un error medio conjunto de 0,4 puntos, por debajo del resto de instituciones, apuntando “el mejor desempeño predictivo en términos relativos desde hace un año”.
El servicio de estudios explica a Infobae España que a mayores niveles de crecimiento o déficit, los errores absolutos también son superiores y que, en general, los organismos internacionales “han sobreponderado los riesgos globales frente a la coyuntura doméstica”. Además, en todas las previsiones se aprecia la existencia de un “efecto convergencia” entre instituciones, porque según pasan los meses y se dispone de más información, la incertidumbre se reduce y el coeficiente de variación baja (la precisión de las previsiones de octubre es mayor que las de abril).
Las previsiones no son las únicas que han fallado para adivinar la evolución del PIB. El propio INE ha tenido que publicar correcciones al alza mayores de las habituales desde la pandemia, lo que ha dado lugar a cambios en el relato de la recuperación económica. La mayor revisión se produjo en septiembre de 2023, cuando se evidenció que la economía española había recuperado en el verano de 2022 el nivel anterior a la pandemia y que lo había hecho con un mayor peso de la masa salarial en detrimento de los beneficios empresariales.
Según el INE, las subestimaciones principales se produjeron por los desajustes en las series temporales, el cambio de comportamiento en el consumo de energía y la retirada de efectivo y un “afloramiento de economía sumergida”. En 2024 vuelve a haber una fecha clave en otoño, ya que por mandato de Eurostat se volverá a calcular toda la serie histórica desde 2019.
Sobreestimación de la inversión empresarial y subestimación del consumo
Aunque el Ejecutivo ha sido el que más ha acertado en el último periodo, si se analizan las previsiones por agregados de la demanda se observa que realmente todos los organismos se han equivocado. En 2023, cuando el PIB creció un 2,5%, según los últimos datos del INE, el componente peor estimado fue la inversión empresarial (Formación Bruta de Capital Fijo), que avanzó 2,2 puntos menos de lo previsto.
El promedio de previsiones publicadas en octubre por el Banco de España, la AIReF y el Gobierno era de un crecimiento del 3%, pero solo avanzó un 0,8%. El segundo agregado peor estimado fue el consumo público, con una estimación media de crecimiento del 1,8% frente al 3,8% final, dos puntos más. Debido a esto y al comportamiento de años anteriores, la inversión empresarial es el único agregado que todavía está por debajo de su nivel prepandemia y el consumo público es el que más ha crecido.
Haciendo el mismo ejercicio para 2022, se aprecian mayores desviaciones. El agregado peor estimado fue el consumo privado (de los hogares), que creció un 4,9% frente al 1,4% estimado, 3,5 puntos más. Al igual que en 2023, también se supo anticipar mal la evolución de la inversión empresarial, para la que se esperaba un crecimiento del 5,1% y terminó siendo solo del 2,4% (2,7 puntos menos).
El mayor crecimiento sobre lo esperado de la inversión privada se puede deber, entre otros factores, a un mayor impacto previsto de los fondos del Plan de Recuperación europeos desde el inicio de la recepción en 2021, algo que no se ha producido. “El impacto ha sido reducido en términos de importes aplicados a gasto privado efectivo y ha sido mayor en los años más recientes”, señala el servicio de estudios de la Agencia Tributaria. Respecto al déficit, este organismo indica que el saldo previsto “se ha venido ‘sobrecumpliendo’ pero con más ingresos y algo más de gastos”.
El Gobierno anticipa un escenario “optimista” hasta 2027
Pasada la pandemia y la recuperación, España se encuentra ante un momento decisivo en las previsiones por la vuelta de las reglas fiscales. Del vigor económico dependerá si hay que hacer mayor o menor ajuste fiscal con medidas de modificación de ingresos o de gastos. El Ejecutivo ya ha lanzado su escenario y pretende convencer de ello a la Comisión Europea, con la que estará negociando hasta otoño, momento en el que se debe presentar el Plan Fiscal Estructural a cuatro o a siete años vista.
El Gobierno ha dibujado una senda de fuerte crecimiento económico hasta 2027, con un potencial del 2%, muy superior al de la última década (entre el 1,3% y el 1,6%), por el impacto de las reformas asociadas al Plan de Recuperación y una cierta transformación del modelo productivo. La primera institución en dudar de este escenario ha sido la AIReF: “Ese crecimiento real nos parece un poco optimista”, señalaba en una rueda de prensa reciente Cristina Herrero, presidenta de la institución, que publicará sus previsiones en septiembre.
La directora de la División de Análisis Económico, Esther Gordo, ahondó en ello y explicó que “para hablar de cambio estructural” en la economía española -que implique tasas de crecimiento sostenidas y superiores a las del pasado-, “se tendrían que dar dos condiciones”. La primera, superar el “escaso esfuerzo inversor” en capital físico, humano y tecnológico, porque en todos ellos España mantiene “un gap importante” con otros países. La segunda, aumentar la productividad total de los factores (PTF) donde “todavía hay mucho por hacer”. Además, el consumo público no debería aportar tanto al PIB como lo ha hecho desde la pandemia porque el crecimiento del gasto queda limitado para reducir el déficit y la deuda.