Cuando a una persona que tiene algún grado de incapacidad permanente y recibe una pensión por ello, le surge una oportunidad laboral, aunque sea temporal, es normal que surja la duda de si tiene derecho a realizar ese trabajo sin perder el subsidio. La respuesta es que depende precisamente del nivel de incapacidad.
La incapacidad permanente se clasifica en diferentes grados según la severidad de los problemas que afectan la capacidad laboral del trabajador. Estos grados determinan tanto la naturaleza de la discapacidad como el tipo de pensión que se recibe, y de ellos dependen también sus opciones de mantenerse en el mundo laboral.
Así, la incapacidad permanente parcial se otorga cuando la persona sufre una enfermedad que le limita su actividad en un 33% o menos. Este grado no conlleva el derecho a una pensión mensual, sino a una indemnización a tanto alzado. Luego está la incapacidad permanente total, que significa que el trabajador está inhabilitado para realizar todas las tareas de su profesión habitual, aunque puede dedicarse a otra distinta (si es de distintas características y su condición no se lo impide). La pensión correspondiente a este grado de incapacidad es del 55% de la base reguladora. Un escalón por encima se encuentra la incapacidad permanente absoluta, que inhabilita al trabajador para cualquier tipo de profesión u oficio. La pensión para este grado de incapacidad es del 100% de la base reguladora. Y el grado más severo es la llamada gran invalidez, que se aplica cuando la persona necesita la asistencia de otra persona para realizar los actos más esenciales de la vida diaria, como vestirse, comer o desplazarse. La pensión en estos casos incluye la cantidad correspondiente a la incapacidad permanente total o absoluta, incrementada con un complemento económico.
En definitiva, la compatibilidad entre la incapacidad permanente y el trabajo depende del grado de incapacidad reconocido. Estas son las condiciones bajo las cuales una persona con incapacidad permanente puede realizar actividades laborales:
Incapacidad permanente parcial
Los trabajadores con incapacidad permanente parcial pueden compatibilizar esta situación con cualquier trabajo, incluida la profesión habitual que venían desempeñando antes de obtener la incapacidad. Esto es posible porque, aunque su capacidad laboral se ha reducido, aún pueden realizar las tareas fundamentales de su empleo. La incapacidad permanente parcial no conlleva una pensión mensual, sino una indemnización única, lo que facilita la continuidad laboral.
Incapacidad permanente total
En este caso, el trabajador queda inhabilitado para realizar su profesión habitual, pero puede dedicarse a otra distinta. Esto significa que pueden buscar y desempeñar trabajos que no impliquen las mismas tareas que no pueden realizar debido a su incapacidad. Es crucial que cualquier nueva ocupación no agrave la condición médica que llevó al reconocimiento de la incapacidad.
Incapacidad permanente absoluta
Las personas con incapacidad permanente absoluta están inhabilitadas para cualquier tipo de trabajo. Sin embargo, pueden realizar actividades compatibles con su estado de salud, siempre que estas no impliquen un cambio en su capacidad de trabajo que pueda dar lugar a una revisión de la incapacidad por parte de la Seguridad Social. Es posible que desempeñen tareas que no requieran esfuerzo físico o mental significativo, y que sean adecuadas para sus limitaciones.
Gran Invalidez
A pesar de este grado, las personas pueden participar en actividades laborales adecuadas a sus capacidades residuales, siempre que no comprometan su estado de salud ni requieran un esfuerzo físico que no puedan realizar. Al igual que en la incapacidad permanente absoluta, cualquier actividad laboral debe ser comunicada y, en algunos casos, autorizada por la Seguridad Social para asegurar que no hay conflictos con la pensión otorgada.
Independientemente del grado de incapacidad, cualquier actividad laboral realizada por una persona con incapacidad permanente debe ser comunicada a la Seguridad Social. Si el trabajo es susceptible de inclusión en alguno de los regímenes de la Seguridad Social, existe la obligación de cursar el alta y cotizar. En casos de incapacidad derivada de enfermedad profesional, es necesaria la autorización previa de la entidad gestora antes de iniciar cualquier actividad laboral.