Los retrasos han sido la tónica de la construcción de la nueva familia de submarinos de la Armada a lo largo de las últimas dos décadas. Con la entrega del primer sumergible a la fuerza naval, el S-81 Isaac Peral, se vislumbraba un nuevo comienzo para el que, sin dudas, es el proyecto más importante de las Fuerzas Armadas en lo que va de siglo, e incluso crecían las perspectivas de concretar la primera venta internacional del primer sumergible 100% español. Pero nada más lejos de la realidad.
Desde que, el pasado abril, la ministra de Defensa, Margarita Robles, mostrara su malestar por el hecho de que la botadura de la segunda unidad de la familia, el S-82 Narciso Monturiol, no fuera a producirse a finales de este año tal como estaba previsto, y tuviera que retrasarse a 2025, las cosas han ido a peor. Desde el departamento de Robles han confirmado esta semana que el S-82 no será entregado a la Armada hasta 2026, según ha publicado el diario murciano La Verdad.
De igual manera, las nuevas demoras también afectan a los dos submarinos restantes, el S-83 Cosme García y el S-84 García de los Reyes. Así, la Armada no podrá disponer del primero hasta 2028, mientras que el segundo le será entregado un año después, siempre que se respete el nuevo cronograma, lo que sería sumamente reseñable teniendo en cuenta el historial del proyecto.
Desde Navantia, la empresa pública responsable de la construcción de los buques, han achacado esta enésima reprogramación a “razones técnicas y de personal”. Ya en abril, el astillero había argumentado que los retrasos en la botadura del S-82 se debían, según pudo saber entonces Infobae España, a problemas en el suministro de los materiales y componentes para la fabricación de los buques.
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Los proyectos de India y Canadá
Pese a que desde Navantia rechazan que exista relación directa entre los retrasos en la entrega de los buques de la Armada y sus ambiciones comerciales fuera de las fronteras españolas, el nuevo cronograma de los S-80 se ha dado a conocer en un momento en el que la compañía está redoblando esfuerzos para conseguir el primer cliente internacional del submarino, objetivo que, no obstante, podría verse perjudicado por las demoras anunciadas en las embarcaciones originales. En este sentido, la empresa tiene la vista puesta en India y Canadá, los países con los proyectos más jugosos a los que aspira la firma para recuperar parte de los 4.000 millones de euros invertidos en estos 20 años.
A finales de junio, una comitiva de la Marina India visitó las instalaciones que Navantia posee en Cartagena (Murcia) para evaluar las capacidades del S-80, uno de los dos submarinos que han llegado a la recta final del proyecto P75, programa a través del que la India prevé adquirir seis sumergibles y cuyo contrato asciende a la nada despreciable suma de 4.800 millones de euros. El interés de la Marina India era comprobar el correcto funcionamiento de la AIP de los sumergibles españoles, un sistema que les permitirá estar más tiempo sumergidos que cualquier otro buque no nuclear del mundo. No obstante, el primer submarino español equipado con este sistema será el S-83, como consecuencia de -vaya sorpresa- retrasos en su desarrollo.
Por su parte, tras mucho meditarlo, el Gobierno de Canadá ha descartado finalmente sumarse al acuerdo Aukus entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia para la adquisición de sumergibles nucleares y, en cambio, adquirir 12 submarinos convencionales. Esta es una buena noticia para Navantia, dado que entre las alternativas de compra que baraja Ottawa se encuentra el S-80 español. Para el llamado Proyecto de Patrulla Submarina Canadiense, la administración de Justin Trudeau planea destinar un presupuesto de entre 40.500 y 70.000 millones de euros.
Entre los requisitos establecidos por la fuerza naval canadiense para su futura flota de submarinos, destacan el sigilo, la letalidad y una gran capacidad de despliegue en el Ártico, características que podrían ser fácilmente proporcionadas por el S-80. Sólo el tiempo dirá si los numerosos retrasos que viene experimentando la industria naval española terminan por hacerla naufragar en el mercado internacional.