Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Por eso, cuando los pequeños preguntan por qué se trabaja cinco días y solo se descansan dos, nos hacen reflexionar sobre una lógica difícil de refutar. En los últimos dos años, se ha discutido mucho la idea de trabajar cuatro días a la semana y descansar tres, alimentando un debate que, por ahora, parece no tener fin.
La jornada laboral de cuatro días implica trabajar entre 32 y 36 horas a la semana (según las necesidades de la empresa). Y, de momento, el Gobierno ya enfrenta numerosos obstáculos por parte de las organizaciones empresariales para reducir la jornada vigente de 40 horas semanales a 37,5. Pero es importante recordar que la duración de la jornada laboral no siempre ha sido la misma.
Como explica National Geographic, en las últimas décadas del siglo XIX, la jornada laboral oscilaba entre 12 y 14 horas diarias durante los seis días de la semana, resultando en una media semanal cercana a las 80 horas. El único día que se descansaba era el domingo (establecido por la religión católica). En el siglo XX, las empresas empezaron a otorgar a los trabajadores un segundo día libre, al darse cuenta de que un fin de semana completo sin trabajar resultaba beneficioso para la economía.
Y, en este sentido, España ha destacado en legislación laboral; en 1919, fue el primer país europeo en establecer la semana laboral de 40 horas, logro alcanzado mediante el Real Decreto de 3 de abril de ese mismo año.
Aumento de la productividad
El catedrático de Economía en la universidad de Birkbeck (en Londres) y escritor de ¡Por fin es jueves! (RBA Libros) explica que en los próximos años, las economías más avanzadas reemplazarán las semanas laborales de cinco días por semanas laborales de cuatro días; un cambio que se implementará de manera gradual e irreversible, beneficiando en primer lugar a la economía, pero también al bienestar de las personas.
En Reino Unido, se llevó a cabo uno de los proyectos más grandes en este ámbito, en el que entre junio y diciembre de 2022, los trabajadores de 61 organizaciones se comprometieron a trabajar el 80% de sus horas habituales, manteniendo el mismo salario, a cambio de asegurar el 100% de su rendimiento.
Los resultados, publicados este año por Autonomy, uno de los organizadores del ensayo junto con 4 Day Week Global y la campaña 4 Day Week UK, mostraron que al finalizar el año 2023, al menos el 89% de las empresas participantes seguía aplicando esta política laboral, y más del 51% la había institucionalizado permanentemente. El análisis resaltó los efectos positivos de la reducción de horas laborales, observándose mejoras significativas en el bienestar físico y mental de los empleados, un equilibrio más saludable entre vida laboral y personal, mayor satisfacción general y una reducción del agotamiento laboral.
Algo similar le pasó a Henry Ford, cuando en 1926 comenzó a implementar la semana laboral de cinco días, y observó que durante la semana de seis días, sus empleados sufrían más frecuentemente lesiones por movimientos repetitivos. Aunque Ford estaba decidido a mantener altos niveles de productividad, también notó que, debido a la intensidad del trabajo en la cadena de montaje, sus empleados presentaban una de las tasas de absentismo más altas de la época (alrededor del 10%) y una tasa de rotación del 360%. Es decir, uno de cada diez trabajadores faltaba diariamente y, tras tres meses, solían irse a trabajar a otra fábrica. Para los trabajadores de Ford, trabajar más horas significaba ser menos productivos a largo plazo.
En 2023, el Gobierno de España otorgó unas ayudas dirigidas al impulso de la mejora de la productividad en pequeñas y medianas empresas industriales a través de proyectos piloto de reducción de la jornada laboral a cuatro días. Finalmente se inscribieron 41 empresas españolas de 13 comunidades autónomas, que tendrían que reducir la jornada laboral sin reducción de salario durante mínimo dos años, por lo que habrá que esperar hasta 2025 para observar sus efectos.
Desventajas de la reducción de jornada
A pesar de que todo parece positivo, hay que tener en cuenta que esta reducción de jornada también puede conllevar sus efectos negativos. Por un lado, hay que tener en cuenta que las jornadas de cuatro horas no tienen por qué ser efectivas para todas las empresas y sectores. Las empresas tecnológicas lo suelen tener mucho más difícil que las industriales, en las que reorganizar los turnos puede tener complicaciones.
Un informe de Fedea publicado a principios de julio analizaba la jornada laboral en varios sectores y evaluaba los posibles efectos de una reducción uniforme a 37,5 horas semanales. Los resultados indicaban que esta medida aumentaría los costes laborales en muchos sectores, especialmente en aquellos donde “la productividad es, en sí misma, el tiempo de trabajo”, y en los que los convenios colectivos ya establecen jornadas de 40 horas semanales o más.
La organización advertía que reducir la jornada “forzosamente” manteniendo los salarios constantes aumentaría los costes salariales unitarios para muchas empresas, lo que podría tener “efectos adversos sobre la competitividad de las empresas y la evolución del empleo y el PIB”. Además, el documento señala que la reducción de la jornada sin compensaciones ni flexibilidad podría provocar “consecuencias colaterales no deseadas”, como un aumento en el uso de las horas extras, la compensación de la reducción con más días de vacaciones sin cambiar realmente las jornadas laborales y la exclusión de pausas o permisos del tiempo de trabajo efectivo. También se podría incrementar el número de contratos a tiempo parcial de pocas horas y dificultar la desconexión digital si las empresas mantienen las mismas exigencias de rendimiento.