Frenar la ‘Nueva Pornografía’: cuando proteger a los niños se convierte en un problema para los adultos

La Cartera Digital Beta del Gobierno ha puesto de manifiesto cómo la pornografía en el mundo digital es mucho más que lo que vemos en las páginas web

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La pornografía está hoy presente en todos los ámbitos de la tecnología. (Imagen ilustrativa Infobae)
La pornografía está hoy presente en todos los ámbitos de la tecnología. (Imagen ilustrativa Infobae)

A principios de julio, el Ministerio para la Transición Digital y Función Pública presentó, en una rueda de prensa, su medida para limitar el acceso de los menores de edad a la pornografía. La Cartera Digital Beta, como la bautizó el ministro José Luis Escrivá, mostraba un funcionamiento en apariencia sencillo: un sistema de verificación de edad por aplicación móvil.

Sin embargo, y pese a las constantes polémicas acerca de la sexualización de los menores, esta solución se convirtió rápidamente en objeto de burla y polémica, por el hecho de que el Pajaporte -así fue rebautizada la Cartera Digital en redes sociales como X- “limitaba” el acceso al porno de los adultos.

Muy pronto se conoció, también, que la Cartera Digital Beta solo servirá para controlar el acceso de los menores a las páginas web que radiquen en España, lo que dejaría fuera a los 10 dominios más utilizados en nuestro país. Por ejemplo, no afectaría a Pornhub, que lidera el ranking, con casi 137 millones de visitas solo en el mes de junio.

Los usuarios, además, mostraron también su descontento con el hecho de tener que dar sus datos personales para obtener las credenciales, recelosos de que sus datos no gocen de la privacidad debida en este tipo cuestiones y de que exista una base de datos de quienes consumen este contenido. Esto iría en contra de toda la legislación actual de protección de datos, con la que el Ministerio se ha comprometido, y con el hecho de que las que la incumplen son las propias páginas porno a las que tenemos acceso.

En cualquier caso, desde distintos frentes se manifestaron numerosas dudas acerca de si la propuesta del Gobierno era la adecuada o si, incluso, escondía otros intereses. Cabe preguntarse, también, qué otros caminos podría haber tomado el Ministerio para atajar el problema sin afectar a los usuarios ‘legitimados’ para ver este contenido. En resumen, la duda se encuentra en si el remedio es peor que la enfermedad, e incluso los más suspicaces podrán preguntarse si, en realidad, esa ‘enfermedad’ existe.

El riesgo de acceder pronto a la pornografía

Sobre esta última pregunta, los datos son poco discutibles: el 70% de los adolescentes de entre 13 y 17 años consume pornografía regularmente, un porcentaje similar a quienes lo hacen con una edad entre los 19 y los 29 años. Esta información parte de un informe reciente publicado por el Ministerio de Justicia y Presidencia y de otro realizado por el Centro Reina Sofía de Fad Juventud, que coinciden con otros realizados por asociaciones como Save The Children.

Pero las cifras muestran al porno como una realidad incluso más precoz. El 50% de los chicos de entre 12 y 15 años ya han visto porno, el 25% lo ha hecho con 11 o menos. Este temprano acceso tiene efectos claramente nocivos en el desarrollo de los niños y adolescentes, en el que inciden los especialistas.

Edad de acceso a la pornografía según el estudio '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia'. (Save The Children)
Edad de acceso a la pornografía según el estudio '(Des)información sexual: pornografía y adolescencia'. (Save The Children)

“Los menores no están preparados emocionalmente para entender lo que están visualizando y eso puede llevar a desarrollar conductas sexuales de alto riesgo que implican consecuencias para sí mismos y para terceros”, explica Diana Díaz, psicóloga y directora de las Líneas de Ayuda de la Fundación ANAR, una entidad dedicada a atender problemas que pueden afectar a niños y adolescentes en riesgo.

Diana enumera también a qué “conductas de alto riesgo” se refiere: “Trastornos de la sexualidad, parafilias, que tengan incluso adicción con algunas situaciones relacionadas con la sexualidad que no son sanas y, por supuesto, la disminución de la empatía”. Cada caso es distinto porque las circunstancias del menor varían, así como el tipo de acceso y el diferente contenido.

A esta lista habría que añadirle también los problemas emocionales y sociales, aunque todo parte de una diferencia fundamental, que es “una disociación de los hechos que se visualizan con lo que realmente las personas podrían llegar a querer o no querer”. Una disociación que podría propiciar, en los peores casos, las agresiones sexuales.

La Nueva Pornografía

La Fundación ANAR atiende casos concretos, sobre esta y muchas otras problemáticas, a través de líneas telefónicas de ayuda -a disposición de los menores deja el número 900 20 20 10-. El tratamiento de casos individuales, según Díaz, revela un problema estructural que empieza con la entrada en contacto de los más pequeños con las nuevas tecnologías. “Los jóvenes tienen cada vez a edades más tempranas su dispositivos tecnológicos. No somos conscientes. Pueden acceder a cualquier tipo de contenido que es muy dañino para su edad”.

Los expertos, de hecho, definen esta realidad con el concepto de Nueva Pornografía. El porno está en abierto, en todas partes, siempre disponible para quien quiera acceder a él e incluso para quien no. “En internet, muchas veces los niños, niñas y adolescentes encuentran estos contenidos aunque no los busquen”, destaca Clara Burriel, especialista en incidencia política de Save the Children España.

Hay datos que señalan que el 37% del contenido en internet contiene elementos pornográficos, un porcentaje casi idéntico al de los jóvenes que afirman haberse encontrado con él sin buscarlo. Los móviles son el aparato con el que más frecuentemente se accede, y una herramienta también para otras prácticas peligrosas como el envío de imágenes personales de contenido sexual, más conocida como sexting.

Burriel subraya también el papel que juegan las redes sociales. Algunas “habilitan contenido de carácter sexual, como Only Fans”, con restricciones de edad que “se saltan fácilmente”. X, tras los cambios de política de contenido, también entraría en esta categoría, y otras como TikTok, aunque no lo permitan, contienen enlaces y hashtags con los que puede darse que “se redirija” a las páginas porno como las del #youtubenaranja -Pornhub- o el #youtubeazul -XXNX-.

Principales fuentes de acceso a la pornografía, según el informe 'Juventud y pornografía en la era digital. Consumo, percepción y efectos'. (Centro Reina Sofía y FAD Juventud)
Principales fuentes de acceso a la pornografía, según el informe 'Juventud y pornografía en la era digital. Consumo, percepción y efectos'. (Centro Reina Sofía y FAD Juventud)

El papel de los padres y la escuela

Por este motivo, el papel de los padres se convierte en algo fundamental. “El acompañamiento de un menor de edad en el mundo tecnológico tiene que existir”, apunta Díaz. Además de limites, la psicóloga hace hincapié en la comunicación familiar como “la mejor herramienta de prevención en cualquier temática”. “¿Qué se pueden encontrar al otro lado? ¿Cuáles serían los peligros?” Son los elementos a tratar en la conversación.

Una charla en la que, por otro lado, debería también abordarse la sexualidad. “Hay que hablar de estas cuestiones desde la prevención. Pero también hay que hablar de los afectos”. Comprender, por ejemplo, que el sexo va mucho más allá de los cuerpos que puedan ver a través de la pantalla. Es decir, convertir un tema tabú en una conversación necesaria, para el que las asociaciones también ofrecen guías prácticas como Tenemos que hablar del porno, un documento elaborado por Save The Children.

Burriel también prioriza este asunto, pero añade a las instituciones educativas en la ecuación. “Seguimos incidiendo en la necesidad de que se imparta a niños, niñas y adolescentes una educación afectivo-sexual en el sistema educativo”. Sin ella, “corremos el riesgo de que la infancia y la adolescencia continúen creciendo en una sociedad digital sin contar con las habilidades necesarias que les permitan desarrollarse como seres responsables, descubriendo su sexualidad y las formas de relacionarse a través de internet y de fuentes poco fiables”.

A los niños y a las niñas

Un abordaje del tema, por lo tanto, que debe tener en cuenta distintos factores, como la edad y el sexo. Sobre este último, Burriel argumenta que, mientras en el caso de los niños la pornografía puede suponer “un rito de iniciación a la madurez, al deseo sexual y a la socialización masculina”, las niñas “a menudo se encuentran con la pornografía en el entorno digital de manera accidental, sin buscarla, y están más expuestas a recibir contenido no deseado de personas desconocidas”. Este último punto repercute en las agresiones sexuales, mayoritarias sobre ellas, en las que la tecnología está presente en el 44% de los casos.

Además, uno de cada tres menores afirma que el porno es su única fuente de educación afectivo-sexual, según el informe del Ministerio de Justicia y Presidencia, pero esos aprendizajes también pueden ser distintos. “Este tipo de contenido puede enseñar a los chicos a menospreciar a las mujeres y a no cuestionarse por el consentimiento, mientras que a las chicas se les ofrece un modelo en el que su placer es secundario, y su disposición es sumisa e incondicional”.

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No perder de vista el objetivo

La Cartera Digital Beta es la primera medida que se realiza para frenar estas realidades, pero ello no ha evitado que incluso los padres se hayan mostrado en contra: “Queremos la limitación de páginas de adultos a los niños, que creemos que no pueden tener un libre acceso a páginas específicas de adultos, es decir, acceso a la pornografía, pero el Estado no debe limitar la libertad del adulto”, afirmó Begoña Ladrón de Guevara, presidenta de la Confederación de Padres y Madres de Alumnos (COFAPA) nada más conocerse la propuesta.

De esta reacción se deriva la cuestión de si los padres ven o tienen derecho a ver la pornografía que no quieren que vean sus hijos, y si por ello normalizan un contenido que deben evitar en los menores a toda costa. Preguntado por ello, Diana Díaz explica que en las líneas de ayuda de la Fundación ANAR los progenitores siempre “llaman desde la preocupación”. Sin embargo, a continuación añade que muchas llamadas se producen “cuando el problema se ha agravado”.

De este modo, parte del trabajo que ellos realizan se centra en “la desatención” que ha habido en estos temas. “Es verdad que podemos no darnos cuenta a veces. La sociedad actual en la que vivimos ejerce ciertas presiones y no somos muy conscientes de cómo nos está llevando a tomar unas tendencias u otras”.

Más contundente se muestra Clara Burriel, de Save The Children, que considera que todas las preocupaciones que hasta ahora han manifestado los adultos “no pueden desviar la atención de la necesidad fundamental de proteger a niños, niñas y adolescentes frente a contenidos que pueden tener un impacto negativo en su bienestar y desarrollo. Así, desde la asociación “valoran positivamente” la iniciativa que, para ellos, debe todavía ampliarse a las páginas que no son españolas y a otros contenidos “perjudiciales para la infancia”.

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