La adopción, bajo escrutinio: “No somos una alternativa para suplir a los niños. Estamos en una situación que no hemos escogido”

‘Infobae España’ analiza las complicaciones asociadas al proceso de adopción a través de las voces de psicólogos, asociaciones, familias y testimonios en primera persona

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Psicólogo apoyando a un menor, imagen ilustrativa. (Shutterstock España)
Psicólogo apoyando a un menor, imagen ilustrativa. (Shutterstock España)

Sara Reguera tenía dos años cuando pasó a estar bajo la tutela de la Comunidad de Madrid. “Estuve en dos sitios de residencias de niños, como los llamaba yo, hasta los seis años, que ya me fui con mis padres, con mi familia”, cuenta a Infobae España. Aunque ahora ha conseguido romper con esta idea, para ella la adopción fue una especie de marca que en algún momento quiso ocultar. “Para mí era como estar manchada. Es verdad que de pequeña me hacía ilusión decirlo, pero luego ves la reacción de la gente y te das cuenta de que tampoco tienes la misma experiencia creciendo que el resto de personas. Al final todo esto te hace sentir un poco pequeña”, relata.

Luda Merino tenía casi tres años cuando Margarita, su madre adoptiva, la recogió del orfanato ruso en el que vivía para llevarla con ella a Madrid, donde reside actualmente. Ella siempre trató la adopción como un factor más de su vida. Sin embargo, también reconoce que es algo que atraviesa su identidad y que la ha condicionado en prácticamente todo. “Forma parte de mí, pero no es algo malo en sí. Lo malo son todos los traumas que he tenido y todo lo que viene acompañado”, subraya a este medio.

“Es como cortar el cordón”: las consecuencias de pasar por un proceso de adopción

Montse Lapastora, directora y psicóloga del centro de psicología y adopción Psicoveritas, remarca que “los niños adoptados no tienen problemas por haber sido adoptados, sino por haber sido abandonados”. En este sentido, en el momento del abandono se produce una ruptura vincular. “Es como cortar el cordón”, ejemplifica. Cuando esto pasa, hay una parte de la persona que no vuelve a ser igual. No obstante, y aunque el impacto a largo plazo depende de cada persona, de cómo haya sido la rotura y de su historia de vida, lo cierto es que una gran parte de las personas que han sido adoptadas presentan unos problemas comunes. “Las tres grandes dificultades entre un niño que ha vivido abandono y trauma y uno que no son la baja autoestima, la creencia de que algo malo hay en ellos y la dificultad en el aprendizaje y en las relaciones sociales”.

Desde la Asociación Atlas de Adopción y Acogimiento, su vicepresidenta, Vandita García, ha apuntado que las secuelas de haber pasado por un proceso de adopción pueden manifestarse de formas muy diferentes. “Pensamos que los problemas solo los vamos a ver en niños más disruptivos. Y, aunque es verdad que hay niños que a lo mejor son más agresivos o que no pueden estar tranquilos porque no saben regularse emocionalmente, también hay quienes son extremadamente complacientes”, asegura. “Son los niños más invisibles porque pensamos que no pasa nada y que no va a haber ningún problema. Pero están tapando, van a intentar complacerte para que no les abandones, con las consecuencias que eso tiene”, añade.

“Yo de niña me ponía a gritar cada cinco minutos, no comía nada, me pegaba un golpe y no sentía nada, tampoco lloraba”, enumera Luda Merino, que a día de hoy señala el miedo al abandono como uno de sus principales traumas. “La sensación de que tienes algo que hace que la gente no te quiera, de que te van a dejar constantemente de lado, es algo que me acompaña y es muy angustiante”, asegura. Por su parte, Sara habla más de la sensación de no encajar en ningún lado. “Iba pivotando de grupos de amigos, y esto me ha pasado casi hasta la universidad. Sentía que tenía que dar el 100% porque si no iba a dejar de gustarles. Siempre que cometía un error me iba corriendo”, afirma.

Luda Merino. (Imagen cedida)
Luda Merino. (Imagen cedida)

El papel de las familias

Ningún padre o madre quiere que su hijo conviva con el trauma. Sin embargo, la vicepresidenta de Atlas recuerda que los niños adoptados ”no son un mapa en blanco, sino que vienen con sus historias de vida y hay que saber amoldarse a ellas”. Para ello, ajustar expectativas y adaptar la educación a sus necesidades se presentan como dos factores clave. “Podemos tener niños de ocho años que necesiten cuidados más propios de un niño de dos porque no los han tenido, y es donde vamos a ir reparando”, apunta García.

“Sin ir más lejos, la terapia cognitiva conductual es algo que no sirve. Un niño que ha pasado por un proceso de adopción no vive un castigo igual que un hijo biológico. Dejarle solo unos minutos es algo que le puede hacer mucho daño, es retraumatizarle”, afirma la psicóloga Montse Lapastora. “Cuando llegan tienen que tener un proceso de individualización, tienen que jugar, tienen que aprender lo que es tener un papá y una mamá”.

Pero este proceso no es fácil. Por el contrario, es algo para lo que normalmente se necesita mucho tiempo. “En las adopciones internacionales los niños están viviendo en un país con una cultura y un idioma y de repente les meten en un avión, en el que igual nunca han montado, y en unas horas cambia todo radicalmente”, explican desde Atlas.“Hay personas que te dicen que ellos no querían ser adoptados. Como adultos sabemos que es lo mejor para ellos, pero hay que saber explicárselo”, añaden.

Los padres comienzan a querer a su hijo desde el mismo momento en el que ven su foto, pero esto no es un proceso bidireccional. A veces los niños viven su proceso de adopción como una tragedia y el vínculo no se genera hasta muchos años después, e incluso nunca llega a formarse. “Hay veces que las familias tampoco pueden vincularse con ese niño porque no han ajustado expectativas. A lo mejor van a dar un abrazo a un niño que lo percibe como una agresión y no son capaces de entenderlo”, ejemplifica García, quien, al igual que Lapastora, insiste en que la adopción no es algo para todo el mundo. Por tanto, quienes decidan apostar por ella deben formarse y acompañar a los menores en todo momento y circunstancia.

'Mis hilos rojos', portada del libro de Laura Cañete
'Mis hilos rojos', portada del libro de Laura Cañete

La maternidad por adopción

“Para mí la adopción era una opción real y la vida me fue llevando ella”, asegura a Infobae Laura Cañete, conocida como Mis Hilos Rojos en redes sociales. Durante toda la entrevista, ella habla de su maternidad desde un tinte muy positivo y, aunque no niega que haya dificultades, para ella sus tres hijos son su gran alegría.

Ahora bien, asegura que “hay que llegar con la cabeza muy tranquila y muy convencida. Esto no puede ser ni un plan B ni un premio de consolación, hay que estar preparado para preguntas y situaciones de todo tipo”. “Nosotros trabajamos para que los niños entiendan que la familia está, aunque se equivoquen, que la familia es donde te quieren”, sentencia.

Las madres solteras sufren más riesgo de pobreza: “No podemos vivir con una jornada reducida, necesitamos recursos”.

Durante su entrevista, Sara remarca en varias ocasiones que sus padres también hicieron “muy bien las cosas” para facilitarle la adaptación. Puede que esta sea una de las razones por las que ella sí ha podido considerarlos su familia. Sin embargo, como padre o madre también es importante contemplar la opción de que esto no ocurra. “La adopción tiene que venir de un sentimiento completamente altruista. No porque te quieres sentir mejor o porque tienes un vacío. No puedes poner expectativas, tus hijos pueden sentirte como padre o no”, sentencia. “No somos una alternativa para suplir a los niños. Estamos en una situación que no hemos escogido”, concluye.

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