El 12 de julio de 1984 nacía Victoria Anna, el primer bebé concebido por fecundación in vitro (FIV) en España. La pequeña llegó al mundo al anochecer, de forma espontánea a las 37 semanas de gestación, tras un embarazo “completamente normal”, si bien estuvo sometido a controles exhaustivos. Treinta años después de este hito en la reproducción del país, nació Sofía. Su madre, Paula, utilizó para tener a la criatura la misma técnica, que ahora ha pasado de revolucionaria a una práctica común con la que ya han nacido 12 millones de bebés en el mundo.
La madre de Victoria Anna se enfrentó a esta técnica porque un problema de obstrucción en las trompas de Falopio dificultaba el embarazo. Paula, en cambio, no presentaba ningún problema físico, si bien la edad parecía suponer una traba en su fertilidad. Por aquel entonces ella tenía 39 años y siempre había querido ser madre, pero la vida fue retrasando estos planes. “No ha sido un problema económico ni de estabilidad, sino que ese era el momento en que nos apetecía [a ella y su pareja]”, explica a Infobae España.
Son muchas las mujeres que están en su misma situación. Si en los inicios, la edad media de la paciente estaba en los 35 años, la edad ha subido a los 39 años en solo una década. Desde la clínica Dexeus Mujer, que vio nacer a Victoria Anna, muestran que más del 50% de sus pacientes a día de hoy tienen 40 años o más, mientras que en 1995 tan solo suponían el 11%.
De hecho, las españolas están entre las madres más tardías de la Unión Europea. Desde Dexeus Mujer ven el retraso de la maternidad como el principal reto para los especialistas. “La población general tiene que tener información sobre el impacto de retrasar la edad de la maternidad. Hay un descenso de la cantidad de la cantidad de ovocitos y la calidad de los ovocitos, más significativa a partir de los 35 años”, expresa la doctora Marta Devesa, adjunta al Jefe de Servicio de Reproducción de Dexeus. “Tenemos que hacer un esfuerzo para que el mensaje cale en la sociedad”, reivindica.
“No está al alcance de todo el mundo”
Paula pasó dos años intentando quedarse embarazada, pero no lo consiguió, por lo que empezó con tratamientos de inseminación artificial. “No había otra alternativa en ese momento”. El proceso entero tuvo que salir de su bolsillo, pues la edad la excluía de la financiación pública. Según la revista médica Reproducción Asistida ORG, los precios de la inseminación artificial entre los 700 y los 1.700 euros, en función del centro y la procedencia del semen. Respecto a la fecundación in vitro se mueven en un rango de entre 3.500 y 5.500 euros, pero con donación de óvulos puede ascender hasta los 9.000 euros. A ello hay que añadir el coste de pruebas y tratamientos paralelos, como la medicación hormonal (500-1.000 euros) o el diagnóstico genético (3.000-4.000 euros).
En el caso de Paula, fueron necesarios tres intentos de inseminación artificial y dos de fecundación in vitro los que le permitieron dar a luz a Sofía. “Fue mucho dinero, pero afortunadamente tenía ahorros y mi madre también me podía ayudar”, recuerda, si bien sabe que “no está al alcance de todo el mundo”.
Las técnicas han cambiado
Lo cierto es que Paula tuvo mejores pronósticos de los que la madre de Victoria Anna enfrentaba en 1984. Las tasas de éxito han pasado de un 15% inicial al 50-65% en la actualidad. Ello se debe al desarrollo de nuevas técnicas que han permitido optimizar los resultados, como la inyección intracitoplasmática, que permite inyectar directamente un único espermatozoide en el óvulo; o la vitrificación, que ha hecho posible la criopreservación de óvulos y embriones de forma mucho más eficiente.
Las técnicas también han cambiado. Antes, se realizaba una punción por laparoscopia, lo que obligaba a la paciente a pasar un día hospitalizada. Hoy se utiliza la función ecográfica, un procedimiento mucho menos invasivo que permite que la mujer vuelva a su casa a las 2 ó 3 horas.
Por eso Paula no lo recuerda como algo traumático. De todo el proceso queda la felicidad de saber que estaba embarazada y la emoción de llegar a término. “En el momento no te lo crees, ni tú ni la familia”. Sí reconoce que fue un embarazo difícil, con alguna amenaza de aborto. “Entonces estás muy preocupada y obsesionada con que no va a llegar a su término, pensando en que como falle es volver a empezar otra vez el proceso”, expresa. Por suerte, en febrero de 2014, trajo al mundo a Sofía. Curiosamente, cinco años después, Paula se quedaría embarazada sin ninguna ayuda de laboratorio y traería una hermana para su primogénita.
Diez años después, echa la vista atrás y ve la vida de madre mucho mejor de lo que se imaginaba. “Al final es tan deseado lo que quieres, es tan buscado, que se queda corto todo lo que pensabas que ibas a ser como madre; lo que es y lo que te aporta. No me esperaba tanta felicidad al tener a mis hijas”.