Daya Jiménez, una joven colombiana que vive en España, ha compartido a través de un video de TikTok su difícil experiencia intentando alquilar un piso. “Al escuchar mi acento latino, me colgaban”, relata la joven, que explica con desespero que llegado un momento, tras dos meses de búsqueda se dijo a si misma que si en esa misma semana no encontraba un lugar donde vivir, regresaría a Colombia.
“Yo creo que uno de los retos más grandes de migrar y llegar aquí es conseguir un piso donde vivir, y ojalá la historia fuera tan fácil como decirles ‘te recomiendo estas aplicaciones, descárgalas y ya está'”. Sin embargo, la realidad dista mucho: “Yo pensé que al tener el dinero para tu piso ya tenías la facilidad de alquilar. Aquí hay un problema, y yo creo que eso afecta en gran medida el alquiler de pisos, y son los okupas”.
Daya explica que “tienen muy asustados a los dueños de los pisos”. En muchas ocasiones, ocurre por una falsa sensación de inseguridad de los propietarios promovida por compañías que anuncian planes de seguros del hogar y medios de comunicación que muestran una versión desmesurada del problema de okupación. La realidad es que, según los datos del Sistema Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior, las infracciones penales por ‘okupaciones’ de viviendas han descendido. En 2023, último año con datos, se registraron 15.289 casos, mientras que en 2022 fueron 16.765.
Tres meses por adelantado y un contrato indefinido
Daya menciona que utilizó aplicaciones como Idealista y Fotocasa para buscar un lugar, pero a pesar de hablar con varias personas, no llegó a un acuerdo debido a los estrictos requisitos:“Que tengas un contrato indefinido de trabajo de un año o más de antigüedad, una cuenta bancaria válida en España con extractos bancarios de 3 a 6 meses, documentación en regla (NIE o DNI) y, en muchos casos, que no tengas mascotas.” La joven colombiana continúa su relato con más dificultades añadidas, ya que le pedían “tres veces el valor del alquiler de entrada. Si un piso te costaba 800 euros, tenías que pagar 2.400 euros de entrada, más los requisitos anteriores. Obviamente, esto era muy complicado para uno como migrante recién llegado, sin papeles”.
Su proceso de búsqueda también estuvo marcado por el racismo. “Al escuchar mi acento latino, me colgaban de una”, cuenta. Esta situación la llevó a fingir acento español para poder avanzar en algunas conversaciones, aunque esto no siempre funcionaba al tener encuentros presenciales. Además, la joven estaba embarazada durante este proceso, lo que añadía más presión a su búsqueda: “La panza crecía y crecía y yo no tenía un lugar para tener a mi bebé”. “Yo lloraba todos los días porque todos los días yo llamaba gente, buscaba anuncios, visitábamos pisos y todas las respuestas eran no, no, no, no, no”, lamenta al recordarlo.
“Nos cobró tres veces el valor del alquiler”
Finalmente, empezaron a buscar junto al primo de su pareja, para irse los tres y consiguieron un piso: “Nosotros no teníamos contrato de trabajo, pero el primo de mi pareja sí. Tampoco teníamos papeles, pero aun así le dijimos que queríamos venir a trabajar, que no le íbamos a quedar mal, que nos ayudara prácticamente y aun así nos cobró tres veces el valor del alquiler”.
“Eso pagamos y aquí estamos. El piso es nuestro. Bueno, cabe resaltar que uno de esos tres valores es la fianza, por decirlo así. Y cuando tú terminas el contrato o te vas ya del piso donde estás viviendo, si no hay daños y no hay nada que reparar, aquí todo está intacto, te devuelven ese dinero, pero igual es un dinero que tienes que tener ahí”, subraya. Hoy Daya y su familia tienen un techo, pero la travesía no fue sencilla.