A lo largo de las nueve temporadas de Juego de tronos, muchos fueron los cambios que se introdujeron con respecto a las novelas originales de George R.R. Martin que componen la llamada Canción de Hielo y Fuego, la saga de fantasía medieval que inspiraba la serie. Llegó un punto en el que incluso la propia serie de televisión de HBO aventajó a las novelas, comenzando a relatar a partir de su quinta y sexta temporada eventos que ni siquiera habían sucedido aún en los libros. Porque el autor se encuentra aun finalizando Vientos de invierno, la que sería la penúltima entrega, y le falta también Sueño de primavera, teóricamente la conclusión de la épica saga literaria.
En La Casa del Dragón, la serie surgida a raíz del éxito de Juego de tronos y de nuevo ligada al amplio universo de George R.R. Martin, cabía pensar que esto no sucedería otra vez. Simplemente porque el material del que partía, Fuego y sangre, ya estaba del todo finalizado y con una clara estructura de los personajes, los lugares y la historia. Ambientada muchos años antes del inicio de Juego de tronos, la serie narra lo que se conoce como La Danza de Dragones, un ilustre episodio dentro de la larga historia de Poniente que relata el enfrentamiento entre miembros de la misma casa, los Targaryen.
Tras una primera temporada en la que introducían a toda esta galería de nuevos personajes (Rhaenyra, Viserys, Daemon, Alicent, Otto...) y sus respectivos dragones, con la llegada de la segunda entrega se ha producido algún que otro cambio con respecto a la novela original. En palabras del propio George R.R. Martin, estos cambios ya se habían comenzado a producir en el desarrollo de ciertos personajes principales, como el rey Viserys (interpretado por Paddy Considine) o su hija la princesa y posterior reina Helaena, uno de los personajes destacados en el primer episodio, Sangre y Queso. No obstante, ninguno de estos pequeños cambios es comparable al de la introducción de un personaje completamente nuevo que ha cautivado hasta al propio autor.
El perro que ha conquistado Poniente
“No suelo ser fan de los guionistas que añaden personajes al material de origen cuando adaptan una historia. Especialmente cuando el material de origen es mío. Pero ese perro era brillante. Estaba preparado para odiar a Queso, pero lo odié aún más cuando pateó a ese perro”, comentaba Martin en su blog personal, haciendo alusión al animal que robaba todo el protagonismo en el primer episodio de la nueva temporada y que era una completa invención de los guionistas, que volverían a acudir a él en el segundo episodio en otro momento de lo más tierno. “La presencia silenciosa de ese perro nos recordó que incluso el peor de los hombres, el vil y el venal, puede amar y ser amado. Ojalá hubiera pensado en ese perro. Yo no lo hice, pero otra persona sí. Me alegro de ello”, reconocía el escritor.
Detrás de ese icónico perro sin nombre está Bobby, al que algunos recordarán por haber aparecido en Cruella, la película de Disney con Emma Stone y Emma Thompson. Bobby era un perro callejero de Chipre que fue rescatado por una organización benéfica y que posteriormente fue a parar a Julie Tottman, una preparadora de perros profesional que lo acogió y terminó adoptando. Ahora el perro ha conseguido una de esas cosas que parecían imposibles: ser la criatura que más capte la atención en una ficción que gira en torno a dragones.