Pistolas de agua contra el ‘guiri’: por qué los barceloneses protestan para poner freno a la masificación turística

La manifestación de la capital de Cataluña es una nueva muestra del descontento de muchos españoles contra los efectos de la llegada descontrolada de turistas

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Dos mujeres durante una manifestación
Dos mujeres durante una manifestación contra el turismo masificado, a 6 de julio de 2024, en Barcelona, Catalunya (España). (Lorena Sopêna / Europa Press)

Las imágenes de las protestas del pasado sábado en Barcelona contra el turismo han dado la vuelta al mundo. Cada vez son más los medios que recogen grabaciones y fotografías de los ciudadanos de la ciudad condal precintando hoteles y terrazas y colgando carteles con el mensaje “Your luxury, our misery (vuestro lujo, nuestra miseria).

Pero quizá lo más llamativo, y por lo cual incluso el alcalde de la capital catalana ha salido a mostrar su discordancia con lo ocurrido, fue el uso de pistolas de agua para mojar a algunos de los turistas de Las Ramblas que se cruzaron con los manifestantes.

Centenares de personas se manifiestan en Barcelona en contra de la masificación turística.

Más allá del sábado

Todo ello ha hecho que muchos medios de comunicación hayan tratado de ofrecer una explicación a las protestas de los barceloneses contra un sector que aporta el 14% del Producto Interior Bruto (PIB) de la ciudad. Explicaciones como las que ha ofrecido la periodista internacional Armani Syed en un artículo para la revista Time, donde argumenta que quizá el origen de todo se encuentre mucho antes de lo visto este fin de semana.

La periodista hace referencia a una frase vista en los carteles de la protesta: “El turismo mata la ciudad”. Luego, ofrece una serie de datos esenciales sobre el impacto del turismo en Barcelona, como el hecho de que esta recibió, en 2023, a 15,6 millones de turistas, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Una cantidad muy elevada -casi una quinta parte del total nacional- que ha desembocado en dinámicas económicas con consecuencias muy perjudiciales para los habitantes de la ciudad. El ejemplo más sonado es el de las Viviendas de Uso Turístico (VUT), mucho más rentables que las destinadas al alquiler o a la venta de pisos y que por ello han provocado el aumento de los precios del acceso a la vivienda hasta límites insospechados.

Es a partir de estos elementos que, como bien señala Syed, Jaume Collboni, el alcalde, se pronunció ese mismo sábado para comprometerse con “eliminar los alquileres de corta estancia al estilo Airbnb en la ciudad en un plazo de cinco años”, más de 10.000 viviendas de las 400.000 que hay en toda España.

Más allá de Barcelona

Otro aspecto señalado en el artículo de la revista Time es el hecho de que la movilización en Barcelona contra el turismo masivo no ha sido la primera, como muy probablemente tampoco será la última. “En abril, decenas de miles de personas participaron en las mayores manifestaciones contra el turismo en las Islas Canarias”, escribe Syed, que señala también como las protestas en esta comunidad autónoma contaron, además, con el apoyo de asociaciones ecologistas que ven en el turismo masivo un claro riesgo para el medioambiente del archipiélago.

También se citan otras protestas como la ocupación de cientos de personas en el Caló des Moro, una de las playas más conocidas de Mallorca que se ha visto con colas kilométricas de turistas que quieren sacarse una foto allí. O las marchas en Málaga, donde unas 15.000 personas protestaron “cerca de los centros turísticos de la Costa del Sol, ha dado lugar a una rápida gentrificación, lo que ha provocado que los precios de la vivienda se disparen y los alquileres a corto plazo se multipliquen”.

Por último, la periodista apunta al hecho de que España no es el único país que muestra un cierto hartazgo de la llegada descontrolada de turistas. Grecia, junto a otros destinos concurridos, están también estudiando medidas “enérgicas” contra las VUT, y “la ciudad de Ámsterdam”, termina Syed, “lanzó una campaña publicitaria con mensajes de vídeo con el lema ‘no se acerquen’ dirigidos a los turistas británicos jóvenes y alborotadores”.

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