Enfrentarse a un divorcio con hijos nunca es un proceso fácil, ya que suma nuevos factores a tener en cuenta en el momento de la separación. En estos casos siempre será primordial el bienestar de los pequeños, por lo que lo ideal sería disfrutar de una custodia compartida. Así, ambos progenitores pueden continuar con el cuidado de sus hijos y sin que sus vidas se vean demasiado alteradas.
Sin embargo, existe otra opción que es la custodia exclusiva. Esta se puede dar desde el principio del divorcio o que pasado el tiempo una de las partes exija quitarle la custodia al otro progenitor. Para hacerlo, se tienen que dar una serie de razones que siempre tienen que estar fundamentadas con pruebas.
Razones para quitar la custodia de un hijo
Para que un tribunal decida retirar la custodia compartida, deben existir circunstancias de considerable relevancia. Un estilo de vida desorganizado por parte de cualquiera de los progenitores puede ser motivo para reconsiderar la custodia. Si el comportamiento de alguno de los padres, o de la pareja de alguno, implica peligros para la estabilidad y desarrollo del menor, podría ser evaluada la retirada de la custodia, especialmente si lleva al descuido de las necesidades básicas del menor.
Cambiar el lugar de residencia también puede influir en la custodia. Según la sentencia del Tribunal Supremo STS 748/2016, mudarse a una ubicación que perturbe la rutina del menor puede ser perjudicial. En el caso mencionado, se consideró inapropiada la custodia compartida porque uno de los progenitores residía a 50 kilómetros del colegio de la menor.
La manipulación en contra del otro progenitor, conocida como síndrome de alienación parental, aunque no esté formalmente recogida en la legislación, es reconocida por los tribunales. Si se prueba que uno de los padres está influyendo negativamente en la relación del hijo con el otro progenitor, podría perder la custodia.
Las adicciones importantes son otra causa relevante. El uso habitual de sustancias como alcohol o drogas puede afectar la capacidad de cuidado del menor, poniendo en peligro su bienestar. Sin embargo, el consumo esporádico que no impacta directamente en la convivencia no se considera suficiente motivo para una retirada de la custodia.
Ser condenado por un delito violento prácticamente asegura la retirada de la custodia por la necesidad de proteger al menor. Del mismo modo, cualquier actitud violenta hacia los hijos, ya sea física o psicológica, puede llevar a la pérdida no solo de la custodia sino, potencialmente, también de la patria potestad.
Cómo recuperar la custodia
Una vez se ha perdido la custodia de un hijo no todo está perdido y existen formas de recuperarla. La legislación de Derecho de Familia se adhiere a las circunstancias específicas de cada situación familiar, y es flexible en cuanto a la posibilidad de revertir decisiones previamente tomadas.
Para iniciar el proceso de recuperación de la custodia, el primer paso es presentar una demanda de modificación de medidas. En este procedimiento, es crucial demostrar las razones por las cuales la custodia se perdió originalmente y evidenciar que esos motivos ya no existen. Además, se debe probar que el solicitante está en condiciones de asumir nuevamente la responsabilidad.
El proceso suele involucrar una prueba pericial psicosocial, ejecutada por psicólogos y trabajadores sociales del juzgado. Estos profesionales evalúan la capacidad del solicitante para asumir la custodia, considerando su estabilidad personal y profesional, las condiciones de vivienda, y la calidad de la relación con el hijo. Esta evaluación es vital para determinar si es beneficioso para el menor retornar a la custodia del padre o madre solicitante.
Sin embargo, la saturación del sistema judicial puede retrasar considerablemente esta prueba, llegando a durar hasta dos años. Como solución, quienes deseen agilizar el proceso pueden optar por costear la evaluación por su cuenta.
Algunos factores determinantes para la recuperación de la custodia incluyen la estabilidad del solicitante, su capacidad para asumir las responsabilidades parentales, y las condiciones de la vivienda. Además, se valora la convivencia con otros hermanos y, en general, cualquier aspecto que beneficie al menor.