Dolores Fonzi (Buenos Aires, 1978) es una de las grandes intérpretes de su generación. Ha trabajado en cine, en teatro y en ficciones televisivas con directores como Daniel Burman, Marcelo Piñeyro, Luis Ortega, Damian Szifrón, Pablo Agüero o Santiago Mitre, con el que ha colaborado en Paulina y La cordillera. En nuestro país, la pudimos ver en la película coral Truman, de Cesc Gay.
Lleva casi treinta años en la profesión y ahora se ha decidido a dar un paso más allá poniéndose detrás de las cámaras. Su ópera prima se llama Blondi y es un soplo de frescura por la libertad que transmite, por capacidad que tiene de romper con los estereotipos y construir una historia sobre relaciones materno-filiales muy original, honesta y transparente.
Además de dirigirla y escribirla, Dolores Fonzi también la protagoniza junto a un elenco en estado de gracia en el que destaca la revelación Santiago Rovito, Carla Peterson, Leonardo Sbaraglia y la veterana Rita Cortese.
¿Cómo surge Blondi y cuándo decidió el paso de dirigir esta historia?
Había leído un libro que contenía una idea que me gustaba mucho, la imagen de una madre y un hijo solos en el mundo. Le conté la idea a Laura Paredes (guionista y protagonista de películas fundamentales del nuevo cine argentino como Trenque Launquen o La flor, de Mariano Llinás) y decidimos ponernos a escribir juntas. De hecho, ahora hemos empezado el guion de otra película. En realidad, todo comenzó de forma muy ingenua sobre 2017 y decidimos rodar después de la pandemia. Me preguntaron, ¿quieres dirigirla? ¿Quieres interpretarla? Y, al final, lo hice todo, no quería que hiciera nadie nada (ríe).
¿Por curiosidad, qué libro fue el que le dio la idea?
El mundo según Garp, de John Irving. También hay una película que protagonizó Robin Williams. Es una novela espectacular de la que se podrían sacar 80 historias independientes. Hay una parte donde la madre tenía sexo con un moribundo en la guerra, y engendraba un hijo, porque ella lo que quería era ser madre soltera. Así que están los dos solos, sin un padre que existiera, sin que nadie preguntara por él, y eso me parecía fenomenal.
Mujeres libres y sin prejuicios
En ese sentido, me da la sensación de que buena parte de la película gira en torno a la maternidad muy libre, sin prejuicios, sin lecciones morales
La gente siempre juzga. Seguramente muchos dirán que es una mala madre porque fuma porro. Solo es una madre que se sale un poco de lo convencional porque, al final, la relación entre una madre y un hijo tiende siempre hacia los vínculos verticalistas, porque eres la que guía, la que acompaña, la que enseña. Pues ella tiende más hacia lo horizontal, y creo que resulta sano para los hijos, para que no tengan miedo a la frustración, para que estén cerca de la realidad, porque no hay una madre que esté intentando ser perfecta para él, sino que está siendo honesta, auténtica. En realidad, es algo que se puede aplicar a todo tipo de relaciones. Ella es feliz con la vida que tiene, porque su desarrollo personal no tiene que ver con lo que le impone la sociedad, ni con el éxito, ni con el dinero.
La sociedad cuestiona más a las mujeres y, en ese sentido, esta película se encarga de dinamitar ese mal endémico. Supongo que era una de vuestras intenciones.
Sí, claro. Muchos han comentado que el personaje parece muy infantil, que no parece una mujer adulta, y, precisamente, para mí ahí está el valor, porque justamente no se ha encorsetado a las normas que impone la sociedad.
Esta película se hizo en un momento en el que todavía existía en INCAA (Instituto de Cinematografía Argentina) que ahora se ha desmantelado y, además, contó con un buen presupuesto. ¿Podría haberse hecho ahora?
No, claro que no. No se están haciendo películas.
¿Y cómo lleváis eso los creadores?
Hay algunos privilegiados que podemos seguir trabajando a través de fondos privados, pero la industria está muerta. Hay mucha gente sin trabajo, muchas familias. En realidad, no solo está muerta la industria del cine, sino todas, todas están desguazadas. Creo que no es la primera vez que pasa, es un ciclo que repetimos con las ultraderechas. ¿Y después? Nunca se sabe si se logra balancear del todo. Creo que es una política de Estado desalmada, pero que no logrará quitarnos el alma tampoco. Ahora es su momento, y después nos rearmaremos.
Combatir desde la resistencia
El año pasado, antes de que Javier Milei ganara las elecciones presidenciales, la comitiva argentina ya se manifestó en el Festival de San Sebastián
Ahora hay que resistir y esperar, porque estoy segura de que esto no va a durar mucho. O sea, durará lo que dure, pero volveremos a levantarnos.
No sé si sabe que Javier Milei estuvo hace poco en nuestro país y recibió una medalla por parte de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso
Me parece increíble que se ensalce su figura, sobre todo porque generó un conflicto diplomático con España. Yo lo viví de cerca porque estaba yendo a la Embajada de España porque iban a darle un premio a Adolfo Aristarain en Argentina y se suspendió porque tuvieron que venir acá. Y después de eso, esta señora le da una medalla, como para validar su comportamiento, y se hacen esa foto espantosa. Es terrible, es una locura demente. Como me decía Mariana Enríquez, lo grave es la desesperación que tuvo que tener la población para que él ganara, la desesperación que habrá sentido el 55% de las personas para pensar que él era la salvación.
Antes hablaba de una rueda cíclica. ¿Encuentra algún paralelismo con lo que ocurrió durante ‘el corralito’? En ese momento, hubo una fuga de talentos de su país
Obvio, puede pasar. Aunque creo que lo del corralito fue como una explosión más sorpresiva y radical. En el sentido de que explotó todo y explotó. Esto es diferente, porque es una cosa que nadie puede creerse que esté sucediendo y como que va paulatinamente hacia la vergüenza total y la ignominia. Porque es una locura que esta persona sea el presidente de un país. Y, al mismo tiempo, no creo que nada explote como ocurrió en el corralito, no sé qué es lo que va a pasar, esa es la verdad. En cualquier caso, todo da pánico, porque jamás creí que llegaría a ser posible. La indignación tampoco sirve para mucho porque no cambia nada, lo que hay que hacer es seguir haciendo películas.
¿Cómo?
Por lo privado, de forma independiente, con las plataformas.
De hecho, las salas de cine siguen funcionando bien a nivel de público
Claro, pero no quieren darle lugar. El otro día leí una estadística y un estudio que hablaba de que el PBI (Producto Interno Bruto) que han recortado del cine no significa nada para el PBI nacional, absolutamente nada. Por eso, es un gesto político para dejar a la gente de la cultura en la calle. Es como una pequeña dictadura, con pasitos representativos, como que esperaran al Día de la Mujer para cerrar el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada y el abrir el Salón de los Próceres.
¿Cree que se atreverán con el aborto?
No creo que se metan con eso ahora, pero nunca se sabe. Precisamente por eso mi siguiente película irá sobre eso. Si hubiera estado otro gobierno la habría hecho igual, pero ahora es más importante que nunca. Hay que militar a través de las historias y la creación artística.
Usted es una estrella en su país y en toda Latinoamérica, pero ha demostrado ser luchadora y reivindicativa. ¿Cómo se siente dentro de la industria por decir lo que piensa?
Siempre fui así con temas menos serios, pero he sido alguien que siempre ha estado a favor de las libertades individuales. La película Blondi habla, en realidad, de eso. He estado a favor del aborto, de la legalización del consumo de marihuana.
Lo que sé es que desde que decidí poner mi propia voz al servicio de causas que para mí son importantes, me ha ido mejor en todos los sentidos. Por supuesto, recibes dosis de odio a través de las redes sociales. Cuando hice un vídeo contra Milei antes de las elecciones me amenazaron de muerte. Pero yo creo que desde la popularidad hay que mojarse. Al menos yo no puedo evitarlo.