La escritora extranjera que se jubilará en un pueblo de España tras reformar una casa: “Nunca encontraría una vivienda así por ese precio en Canadá”

La autora afirma que la pensión británica es más que suficiente para vivir con la relativa comodidad en España

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Mujer jubilada (Getty Images)
Mujer jubilada (Getty Images)

Marie Turner (58 años) es una escritora de tecnología originaria de Toronto, que abandonó su Canadá natal para mudarse a Londres en 2010. Cinco años más tarde, se compró una casa en el campo cerca de Casares, unos de los famosos pueblos blancos de Andalucía, por menos de 60.000 euros. Ahora, la canadiense planea jubilarse en esta soleada comunidad autónoma.

Turner afirma que la pensión británica de 11.502 libras al año es más que suficiente para vivir con relativa comodidad en España, a diferencia de lo que ocurre en Reino Unido. No obstante, apunta que tendrá que deducir el 20% del impuesto sobre la renta por ser la propietaria de su casa y vivir allí sola durante su jubilación.

“Nunca encontraría una vivienda así por ese precio en Canadá”

La escritora ha explicado que sumando lo que se gana por el cambio de libras a euros, a la semana podrá gastarse entre 180 y 200 euros para comprar comida, gasolina, salir por ahí y pagar impuestos. “Es lo justo, además tengo una pensión privada, así que estoy más cómoda”, añade.

La autora ha reformado la vivienda para convertirla en un hogar de ensueño. Cuenta con 65 metros cuadrados, divididos en tres plantas, con una amplia terraza en la azotea, dos dormitorios y tres cuartos de baño con preciosas vistas de los tejados del pueblo, el castillo y el valle, según apunta el medio newsuk.

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“Un jardín del tamaño de un sello”

Casares (Wikimedia Commons)
Casares (Wikimedia Commons)

Para que el público entienda la diferencia entre Canadá y España, Turner pone el ejemplo de una amiga suya que acaba de comprarse una cada adosada de dos dormitorios al sur de Vancouver por casi 1,2 millones de dólares canadienses con “un jardín del tamaño de un sello de Correos”. Además, cuenta que tiene que pagar cada mes las tasas e impuestos de la propiedad, algo que acaba con su presupuesto.

La escritora, que se describe a sí misma como una persona “felizmente soltera”, actualmente está a caballo entre Londres y Casares y planea jubilarse dentro de ocho años en España para disfrutar de una mayor calidad de vida.

Considera que a muchos pensionistas les convendría abandonar países tan caros como el Reino Unido y Canadá, donde las retribuciones bajas no permiten una jubilación cómoda y les incita a elegir lugares como España. Comenta que la ubicación de su residencia en Casares, entre campos de naranjos y aguacates, reduce aún más los costes de alimentación, lo que le proporciona una dieta más fresca y de calidad.

“En temporada tomo zumo de naranja natural todas las mañanas y tomo el sol, lo que me hace dormir mejor y sentirme más sana, en general”, expone. Asimismo, cuenta que suele comprarse “fruta y verdura de temporada”, por lo que siempre tiene “algo asequible”.

Una de las cosas que más le sorprende a Turner es el precio de los alimentos, bastante más baratos que en Reino Unido. “Comprarle una bolsa de ocho naranjas, tres limones y un calabacín a un agricultor local cuesta menos de cuatro euros”, asegura. “Muchos vecinos tienen árboles frutales, así que a menudo me dan una bolsa de limones frescos para hacer cuajada”, prosigue.

A diferencia de su rutina en Reino Unido, en España sale a menudo, porque el vino es barato y abundante y porque la zona ofrece una amplia gama de opciones gastronómicas. Cuenta con bares en los que tomar unas tapas no cuesta más de dos euros y con establecimientos algo más exclusivos.

“No sé dónde se puede vivir sólo con la pensión británica”

Turner explica que incluso con una casa pagada en Reino Unido, hay ciertos gastos que no se pueden permitir. “No sé dónde se puede vivir sólo con la pensión británica, desde luego no beberías jerez o vino español al sol en invierno”, comenta.

Antes de adquirir su casa de Casares, pasó mucho tiempo en España, conociendo la zona y viendo lo que ofrecía. “Todavía me emociono viendo a los kitesurfistas sobrevolando las playas de Tarifa. Puedo ir en coche cuando me apetezca a un chiringuito enclavado entre dunas de arena blanca y agua turquesa”, relata. Reconoce que “durante los largos inviernos canadienses” siempre se ha sentido “hambrienta de sol y de playa”.

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