El tiro en el pie de Macron: el líder “invisible” en la campaña se enfrenta este domingo a un cambio de ciclo en Francia

Un programa económico ultraliberal y una gestión política relativamente autoritaria han dejado bajo mínimos la popularidad del presidente de la República, lo que ha hecho que ni los suyos hayan contado con él en la carrera a las urnas

El presidente francés Emmanuel Macron. (Stephane Mahe/Reuters)

El candidato a primer ministro por el partido de extrema derecha Agrupación Nacional, Jordan Bardella, posa sonriente [algo raro en él] junto a Marine Le Pen. BARDELLA PRIMER MINISTRO, puede leerse en un panfleto electoral pegado en un muro cualquiera en las calles parisinas. Bardella-Le Pen; Le Pen-Bardella. Ambos saben que el éxito del primero en las legislativas anticipadas puede significar el éxito de la segunda de cara a unas futuras presidenciales, previstas para 2027.

Pero en Ensemble -’Juntos’-, nadie quiere hacer campaña con su líder y principal referente, el presidente de la República Emmanuel Macron. Su figura no aparece entre la multitud de carteles electorales. Ni siquiera es nombrado por primer ministro (y candidato a repetir en el cargo) Gabriel Attal, conocido por ser uno de los apoyos más fieles del presidente -tanto, que se le llegó a apodar el ‘Mini Macron’-.

Desde la formación que gobierna actualmente saben que el nivel de popularidad del presidente de la República podría ser no un apoyo, sino un lastre en las urnas a la Asamblea Nacional. Macron aseguró hasta la saciedad que una derrota en las legislativas no comprometería su posición como Jefe de Estado, y por eso Attal ha querido mostrarse como el único director de orquesta de la campaña, donde lo que está en juego no es la presidencia.

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Se trata de un escenario totalmente distinto al vivido en las elecciones legislativas de 2022, cuando Macron apareció en la publicidad electoral junto a sus candidatos, como la exministra de Salud y candidata por la circunscripción de Marne, Roxana Maracineanu; o con el candidato a la circunscripción de Hérault, Jean-François Elieau.

Un póster de campaña del primer ministro francés Gabriel Attal. (Benoit Tessier/Reuters)

Ahora, los aspirantes a obtener un asiento en la Asamblea Nacional evitan vincularse con la presencia del presidente de la República en sus mítines electorales. Ni siquiera con la de los ministros del actual Gobierno, por temor a posibles correlaciones con la gestión de Macron. Por eso, la estrategia de una formación que rehúye de su fundador ha estado centrada en el mensaje del todo o nada en Francia, la lucha de la supervivencia del centro frente al auge de los extremismos de izquierda y de derecha “que amenazan la estabilidad del país”. Casualmente, la misma estrategia que elevó a Macron al Elíseo en 2017 y en 2022.

Esta vez, sin embargo, puede no salirle bien, y el adelanto electoral que el presidente anunció tras su derrota en las elecciones europeas puede volverse en su contra y marcar un cambio de ciclo político en Francia, con la victoria de la extrema derecha.

El joven político que rompió con lo tradicional

“Hoy más que nunca, el mundo y Europa necesitan a Francia. Necesitan una Francia fuerte y segura de su destino”. Macron pronunció estas palabras en su discurso de investidura tras ganar sus primeras presidenciales en 2017, en un pronunciamiento en el que “pacificar y unificar” eran los grandes compromisos de su candidatura. “Cuando salió Macron fue algo esperanzador. Era un candidato joven que no se identificaba ni con la derecha tradicional ni con la izquierda liberal. Eso nunca se había visto en Francia”, recuerda un ciudadano parisino.

La victoria de Macron puso fin a un dominio de décadas por parte de los dos principales partidos tradicionales de izquierda y derecha. Un voto de contestación frente a “la rabia, la ansiedad y la duda” de los ciudadanos, y un compromiso de acabar con la extrema derecha. Ocho años después, la impopularidad de la gestión del presidente puede aupar en las urnas a la tendencia que prometió frenar.

El éxito en 2017 del nuevo rostro en la política francesa fue rotundo, con el 66,6% de los votos frente al 33% que obtuvieron Marine Le Pen y su partido Frente Nacional. Las mismas caras volverían a verse en 2022, en un enfrentamiento mucho más tenso, pero que daría de nuevo el triunfo a Macron.

“El presidente de los muy ricos”

Desde el comienzo de su presidencia, Macron presentó un plan muy detallado, apodado “Macronomía”, que profundizó en cuestiones económicas, de vivienda, empleo y agricultura. Una de las primeras medidas que llevó a cabo fue el impuesto sobre el Patrimonio, además de otras medidas fiscales que favorecieron a las grandes fortunas, que llegaron a ahorrar cerca de 5.000 millones de euros por este paquete de medidas.

Estas normas abrieron el camino que llevó al nombre con el que posteriormente le bautizaron los ciudadanos franceses: “El presidente de los ricos” o de los “muy ricos”, como llegó a afirmar el expresidente socialista François Hollande.

Los agricultores muestran su rechazo a las políticas impulsadas por Macron y Gabriel Attal. (Benoit Tessier/Reuters)

De hecho, un informe del Observatorio francés de Condiciones Económicas (OFCE) de 2020 detalló que el 5% de la población francesa vio su nivel de vida reducido en 240 euros al mes, mientras que el 5% más rico lo aumentó en cerca de 3.000 euros.

“Los miedos de muchos ciudadanos que ahora votarán por la extrema derecha están más relacionados con con una pérdida de estatus y un ‘desclasamiento’ [un desgaste de la clase social]. Son segmentos de la población que se han visto muy perjudicados con todas las crisis y que han visto que su nivel de vida ha empeorado relativamente desde el 2000″, explica el politólogo Arsenio Cuenca en una conversación con Infobae España.

De los chalecos amarillos a la reforma migratoria con la ultraderecha

Uno de los detonantes del enfado popular y la caída al vacío del presidente fue el impuesto a los carburantes en 2018, pensado para incentivar la compra de vehículos respetuosos con el medio ambiente. La medida desató multitudinarias manifestaciones, en un movimiento que fue bautizado como Mouvement des gilets jaunes -el movimiento de los chalecos amarillos-, que acabó con la rectificación del presidente y la retirada definitiva del impuesto a la gasolina y el diésel.

Cinco años después, Francia volvió a incendiar las calles por otra medida impulsada por Macron a golpe de ‘decretazo’, que significó la madre de todas las huelgas: la aprobación de la controvertida reforma de las pensiones, que elevaba la edad de jubilación a los 64 años y por la que el presidente francés ordenó a su primera ministra, Élisabeth Borne, activar el artículo 49.3 de la Constitución, que permitió adoptar una ley sin voto.

Imagen de archivo de las protestas de los chalecos amarillos en Francia. (Reuters)

Otro caso fue la reforma migratoria, impulsada por el ministro del Interior Gérald Darmanin, del ala derecha del macronismo. Para Los Ecologistas, la norma ponía en peligro los derechos de las personas migrantes. Para la derecha y la ultraderecha, era “demasiado blanda”. La medida salió adelante, con ciertas modificaciones, gracias al voto del Frente nacional, ahora llamado Agrupación Nacional. Como consecuencia, volvieron las movilizaciones a lo largo y ancho del país ante el acercamiento a la ultraderecha de un líder que defendió en su momento ser el consenso de los bloques políticos.

Huelgas en hospitales, de los trabajadores ferroviarios, en el campo, en las calles, y una pandemia que dejó tocada a la economía francesa. Los deberes y los enemigos se le acumulan al presidente de la República, que no podrá repetir en el cargo, como establece la Constitución francesa. En medio de una crisis interna en su coalición, marcada por la división de opiniones, el “presidente de los empresarios” agotará su mandato hasta 2027, pero ahora con la probable dificultad, aún mayor, de tener que convivir con aquellos que prometió extinguir en un escenario de cohabitación: si la extrema derecha cumple lo previsto y gana las elecciones, el siguiente primer ministro será, precisamente, Jordan Bardella.

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