“Siete años son muchos sin hacer nada”, reflexiona Antonio Carmona (Granada, 1965). La verdad es que no ha parado, pero ese “nada” apela a más de un lustro sin presentar un sencillo en solitario. Regresa con El punto sobre la i, un bolero con el que busca recuperar el cariño sonoro que parece haberse perdido en la lírica coyuntural. El cantante presenta su nuevo proyecto de la mano de Citroën en los estudios Metropol de Madrid, enclave en el que atiende a Infobae España para hablar de pasado, presente y futuro. También del género que ha crecido con él y que, ahora, encuentra una expresión parecida a la fusión que él mismo imprimió en el flamenco con Ketama.
El videoclip de El punto sobre la i, con letra Benjamín Prado y junto a Vicente Amigo en la guitarra, cuenta con una traducción al romaní/calo, una decisión con la que Carmona pretende homenajear a la cultura gitana, así como brindar más información sobre sus raíces. “Las fatigas que pasaron los gitanos se agudizan y se hacen canciones”, indica. “Tenemos alegría, dolor, gastronomía y una lengua que se llama romaní con la que, si vas a Portugal, Rusia o Yugoslavia, puedes hablar con cualquier gitano”, dice a este medio. Para el artista, ese subtítulo es un “acercamiento” necesario que no sólo esconde una reivindicación genealógica.
Carmona cree que sigue habiendo muchas cosas que tienen que cambiar a la hora de hablar de su comunidad. “Por estadística, a nosotros nos miran peor”, admite. “Hay muchísimo racismo y clasismo con nuestra raza”, apostilla. Eso sí, no cree que dicho sentimiento se adscriba únicamente a los gitanos. “Existe también en el trabajo, la gente te mira con un prisma que te aleja porque tienes una forma de vivir distinta, eres calvo o tienes más nariz”, explica. “En mi casa no sabemos lo que es el racismo, yo me casé con una paya, pero lo he sufrido en mis carnes muchas veces”, admite.
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“El racismo también existe en el trabajo, la gente te mira con un prisma que te aleja porque tienes una forma de vivir distinta, eres calvo o tienes más nariz”
Tras poner El punto sobre la i, admite que “nunca ha parado de trabajar”, sólo en dos ocasiones, “cuando llegó la pandemia y cuando me quedé en coma”, una afirmación que le arranca una más que amplia sonrisa. “Tengo a mis Carmona, a mis hijas, a Juanito. No hemos parado de girar y tocar”, afirma. El cantante quiere tomarse su tiempo y no precipitar la salida al mercado de un proyecto que no esté en su versión más excelsa “para que salga bien y bonito después de tantos años”.
Carmona admite que la “variada” herencia musical que adquirió de su padre, Juan Habichuela, le ha permitido ser un artista singular y “especial”. “Me ha tocado agarrar distintas disciplinas como la africana o la hindú”, dice de su armamento sonoro. Para el artista, lo más importante es el escenario. “Me da una visión y una manera de ser que no me lo dan otras cosas”, afirma. “Fíjate que ahora he sido abuelo, tengo a mi nieto, pero si a mí me quitan el escenario yo me quedo chuchurrío como una flor”, concluye.