Un Frente Popular con profundas diferencias y muchos egos se postula como la única alternativa a la ultraderecha en Francia

El acuerdo “histórico” entre la izquierda logró dejar aparte sus diferencias con el único mensaje de evitar una mayoría de Agrupación Nacional, aunque la coalición sigue sin llegar a un acuerdo para designar al candidato a primer ministro

Candidatos de La France Insoumise a las elecciones legislativas en Francia. (Sarah Meyssonnier/Reuters)

Apenas una hora después de hacerse públicos los resultados de las elecciones europeas, y confirmado el batacazo electoral de la candidatura de Emmanuel Macron, el presidente de la República francesa anunció la disolución de la Asamblea Nacional, convocando así elecciones legislativas anticipadas en Francia. “No puedo hacer como si no hubiese pasado nada”, admitió en su discurso tras conocerse el escrutinio.

A toda prisa, y con la ultraderechista Agrupación Nacional -el antiguo Frente Nacional- en pleno estado de gracia, los partidos políticos se pusieron manos a la obra para preparar la contienda doméstica programada para el próximo 30 de junio. La izquierda francesa fue la primera en dar el paso y sacudir el tablero político tras anunciar que acudiría en una gran coalición bautizada como Nuevo Frente Popular.

Esta alianza, que pretende rememorar lo ya acontecido en 1936 -cuando socialistas y comunistas ganaron los comicios bajo la bandera de la lucha contra el nazismo- aglutina ahora a una auténtica miscelánea de partidos de izquierda, que incluye al Partido Socialista, el movimiento de la Francia Insumisa (LFI), el partido Comunista Francés y Los Ecologistas, además de sindicatos y partidos de izquierda minoritarios. Incluso al exministro de Salud de Macron.

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La coalición ya se llevó a cabo en las pasadas legislativas de 2022, entonces con el nombre de Nueva Unión Popular Ecológica y Social. Pero las importantes diferencias entre las formaciones que la componen terminaron por volatilizar el acuerdo, lo que allanó el camino a la ultraderecha, que se postuló como la única alternativa al partido de Macron.

Desde aquellas elecciones han cambiado varias cosas. La primera de ellas es la rapidez con la que se llegó a un acuerdo, después cuatro días y cuatro noches de intensas negociaciones para fijar la hora de ruta durante los 100 primeros días de Gobierno. También ha cambiado el equilibrio de fuerzas en lo que ahora es el Frente Popular: la izquierda radical de La Francia Insumisa (LFI) seguirá siendo el motor principal de la coalición, presentándose en 229 circunscripciones, pero en 2022 tenía más de 300. En consecuencia, se asignan 175 circunscripciones al Partido Socialista, 50 circunscripciones a los socialistas y 92 a Los Ecologistas.

La nueva distribución, que deja a los socialistas claramente reforzados, refleja el éxito que la formación de Olivier Faure ha cosechado en las europeas, donde acabó como la primera fuerza del bloque progresista con la coalición Despierta Europa, al obtener el 13,83% de los votos, por el 9,89% de LFI.

Llamada a la movilización para evitar una mayoría absoluta

Frente a un debilitado Renacimiento liderado por el primer ministro Gabriel Attal, la gran coalición se ha erigido como la única vía para plantar cara a un discurso xenófobo, ultranacionalista y antieuropeísta. Días después de su fundación, el Frente Popular y los principales sindicatos apelaron a la movilización ciudadana y convocaron manifestaciones por toda Francia para “derrotar al extremismo ultraconservador”, en unas movilizaciones a las que acudieron cientos de miles de personas. La más grande de ellas tuvo lugar en la Plaza de la Nación de París, que llegó a congregar entre 200.000 y 6000.000 manifestantes, según cifras de la Policía y los sindicatos, respectivamente.

Imagen de la manifestación organizada en París contra la extrema derecha. (EFE/EPA/Andre Pain)

El Frente Popular sabe que su principal arma electoral es la movilización ciudadana, que será clave para evitar una mayoría absoluta del partido de Le Pen. Pero una estructura tan heterogénea ha demostrado desde su nacimiento que tiene puntos débiles importantes, y muchos de ellos han servido para aupar a un Jordan Bardella -el candidato del partido lepenista- que, al margen de su ideología, representa la unidad.

El primero de todos es la fragilidad de una lista que aglutina demasiados egos, con nombres de gran peso como el expresidente francés François Hollande, el populista Jean-Luc Mélenchon (LFI) o la líder ecologista Clémentine Autain, entre otros.

El segundo problema son las tensiones que vive la izquierda radical. El desencadenante de la implosión en los últimos días ha sido la publicación en la noche del pasado viernes de las listas con los 230 candidatos que va a presentar LFI, integrados en el Frente Popular. En la propuesta oficial, los melenchonistas decidieron excluir a cinco diputados “rebeldes” que mostraron su oposición a la gestión de su líder al frente del partido.

A pesar de la negativa, los seleccionados aseguraron que se presentarían de todas formas en sus respectivas circunscripciones, calificando la decisión de Mélenchon de “sabotaje”. Oliver Corbière, uno de los más mediáticos del grupo, criticó que la maniobra del que fue su líder “es totalmente mezquina, un ajuste de cuentas, cuando el reto es evitar que la extrema derecha llegue al poder”.

Pero no solo ha desatado las críticas de su formación, también la de otros socios de la coalición como Los Ecologistas, que afearon al líder el hacer una “purga” en el partido, al tiempo que aseguraron que discutiría estos asuntos con los números uno de los socialistas y del Partido Comunista (PCF).

Emmanuel Macron disuelve la Asamblea Nacional y convoca elecciones legislativas.

Una coalición con profundas divergencias

La mayor debilidad del Frente Popular son sin duda las profundas divergencias entre los partidos fundadores. La guerra en Ucrania, la construcción europea, Oriente Medio o cuestiones tan básicas como quién será el líder han sido algunos de los puntos de mayor tensión en las negociaciones. Pero, contra todo pronóstico, Frente Popular parece haber materializado estas conversaciones en un programa común.

Uno de los principales avances fue conseguir que el sector más radical, reacio a la pertenencia a la Unión Europea y la OTAN, se comprometiese a aumentar la ayuda militar a Ucrania o apoyar el proyecto de construcción europea, en consonancia con lo reclamado por la izquierda moderada.

“Lo esencial es que se haya podido hacer la unión. Hay un momento en el que se va más allá de las divergencias, se va a lo esencial.”. Las palabras que pronunció Hollande al conocerse aquel “histórico” acuerdo querían demostrar la firmeza de este proyecto que tiene claro un objetivo común: derrotar a una extrema derecha que vive su mejor momento.

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