No tiene ni siquiera 40 años (nació en Tupelo en 1985) y ya es una de las escritoras más importantes de nuestro tiempo. En efecto, Catherine Lacey destacó con su ópera prima Nunca falta nadie, pero el alcance que ha conseguido con su última novela, Biografía de X (Alfaguara) va más allá de lo se pueda imaginar.
Es complicado hablar en tiempo presente sobre lo que puede ser una obra maestra de nuestro tiempo, pero si hay una novela imprescindible, arrebatadora, inesperada, totémica este año, esa es Biografía de X. Y poco más hay que añadir.
Cómo definir ‘Biografía de X’
¿Cómo definirla? Es difícil. Imaginemos a una artista conceptual que ha compuesto música incluso para David Bowie, ha hecho películas experimentales, liderado la escena creativa de su época. Una mujer tan fascinante como desconocida porque ni siquiera se sabe su nombre, solo que es X.
Su historia, la de X, no la contará ella, sino su esposa, después de que esta figura carismática fallezca dejando en ella un gran vacío y un montón de preguntas.
Y, entonces, llega lo bueno. No nos encontramos ante una biografía, ni siquiera ante un proceso de investigación detectivesco sobre los orígenes de X (bueno, esto un poco sí), sino ante una ‘ucronía’ sobre los Estados Unidos que plantea una historia alternativa desde los años 40 hasta la actualidad, que parte de un sistema totalitarista que se encargó de construir un muro entre los territorios del sur y del norte del país, como si la Guerra de Secesión estuviera presente en nuestros días a través de un sistema fascista que obliga a sus ciudadanos a seguir una serie de restricciones religiosas en las que, por supuesto, la mujer no vale nada.
¿Una nueva formulación de El cuento de la criada de Margaret Atwood? Catherine Lacey apunta todavía más lejos en esta novela tan sorprendente como reveladora.
¿Cómo definiría la propia autora esta novela absolutamente arrolladora? “Creo que, sobre todo, es una historia de amor desde la perspectiva de la persona que ha sido abandonada, traicionada y que intenta encontrar algún sentido a su vida. Todos los demás elementos que aparecen, las obras de arte de X, son una excusa para contar su historia verdadera”, cuenta Catherine Lacey a Infobae España.
Enamorarse de alguien que no conoces e investigar sobre ello
La autora piensa que, cuando estás enamorado de alguien, ya sea de una forma positiva o tóxica, se convierte en tu mundo, en tu única esfera y preocupación vital. Y eso es lo que ocurre aquí con el personaje principal, una periodista que se enamora de una fascinante criatura de cuyo pasado no tenía ni la más remota idea. Hasta que investigó y descubrió que procedía de esos territorios de sur y que fue una auténtica anarquista. Incluso tuvo un hijo (spoiler).
-¿Cómo concibió el personaje de X? Porque no tiene voz propia en la novela, pero es la única y verdadera protagonista.
-“Creo que podríamos considerarla una especie de abstracción, una combinación de una serie de artistas que me gustan. También es una idea sobre el siglo XX, podría haber ‘reescrito’ la historia de los Estados Unidos a través de su creación. Me gusta esa idea de que a una mujer artista se la tome en cuenta dentro de un panorama tan patriarcal”.
A Catherine Lacey le gusta escapar de los convencionalismos, abrir puertas a la reflexión y a la interpretación. Por eso le gusta el cine de Julia Ducournau, ganadora de la Palma de Oro por Titane, de Andrea Arnold y de la argentina Lucrecia Martel.
Pero hablemos de la ‘distopía’ que propone. “Quería imaginar cómo hubiera sido la historia de una pareja que no fuera heterosexual y que estuviera al margen de todo. ¿Qué pasaría si una mujer artista fuera ‘queer’ en un mundo absolutamente represivo?”.
Dice que entonces empezó a pensar en el siglo XIX, cuando había muchas facciones políticas y había incluso anarquistas, como la figura de Emma Goldman que aparece en la novela. ¿Y si sus ideas hubieran calado en el subconsciente colectivo?
“Creo que existió un momento en Estados Unidos en el que había un mayor abanico de opciones políticas, hasta que se llegó a una polarización extrema: o eres republicano o demócrata, o eres de derechas o de izquierdas. Por eso consideré que sería interesante modificar la historia para ver qué ocurría y enfrentarlo al extremismo religioso”.
Los muros y la intolerancia
Y he aquí la cuestión. Cuando aparecen los extremismos, también se forman los muros, las divisiones. Y las guerras. Puede ser en Berlín, en Corea y, ahora, en Palestina, en Ucrania. La historia siempre se repite. El odio y la intolerancia, también. “Yo solo quería escribir un libro sobre dos mujeres, pero la cuestión es que las divisiones siguen presentes y, en ese aspecto, resulta inevitable hablar del avance de la ultraderecha y la pérdida de las libertades”.
Cuenta la autora que toda la distopía que propone la cogió de los libros de historia. Todo, en realidad, está ahí, en nuestro pasado, solo que hay que vincularlo con nuestro presente, nada difícil. “No creo que los Estados Unidos estén exentos de una Guerra Civil, creo que existen ciclos de construcción y de destrucción y estamos en ese momento descorazonador en el que los derechos fundamentales se ven coartados, como el aborto”, dice la autora de forma contundente.
Y, ahora, contemos cómo era X. Una artista radical a la que no le importaba decir que la creación se había ‘ido a la mierda’, que era condescendiente con el ‘establishment’ y, por lo tanto, acomodaticia y poco provocadora. Domesticada y enferma.
“Quiero pensar que hay artistas que se atreven a romper con todo, que sí están arriesgando. Pero sí que es cierto que lo que queda es lo que tiene éxito, y no siempre tiene que ver con la calidad”, dice una persona que ha tardado diez años en escribir este libro.
“Hay cosas que son transgresoras y súper ‘guays’ y otras que son una basura que te deprimen lo máximo. Es como comer calorías vacías, te llenan, pero no te nutren y, por eso, no puedes parar de consumir, pero tiene sentido en la sociedad en la que vivimos, absolutamente precaria”.