Cuando la flota de Ambrosio Bocanegra pegó la vuelta, los ingleses creyeron que habían vencido sin necesidad, prácticamente, de comenzar el combate. La supuesta huida del almirante de la armada castellana fue achacada a la cobardía, pero nada más lejos de la realidad. A Bocanegra le bastó un simple acercamiento a La Rochelle, en la costa atlántica francesa, para darse una idea de las características de las embarcaciones enemigas y confeccionar un plan para enfrentarlas. Los ingleses, confiados en alcanzar la victoria, persiguieron a la escuadra castellana y cuando se dieron cuenta de su error ya era demasiado tarde. Era el 22 de junio de 1372, y ese día pasaría a la historia de las batallas navales.
La Rochelle era un puerto clave tanto para franceses como ingleses, inmersos por entonces en plena Guerra de los 100 años. La ciudad era uno de los objetivos principales del rey Carlos V de Francia, quien decidió romper la frágil paz que entre ambos reinos había supuesto el Tratado de Brétigny, firmado una década antes, para hacerse con todo el territorio posible. El monarca galo creía que tenía todas las de ganar, especialmente gracias al apoyo de su nuevo aliado: Enrique II de Castilla, quien había recibido la ayuda francesa en la guerra civil que lo enfrentó a su medio hermano Pedro I, el cruel, con el fin de hacerse con el trono.
Así las cosas, Carlos V buscó sacar provecho del poderío naval castellano y solicitó a su socio del sur el envío de una escuadra con destino a La Rochelle. Sin embargo, Eduardo III de Inglaterra no estaba dispuesto a perder tan importante plaza, por lo que ordenó el despliegue de la mayor flota que hasta el momento había cruzado el Canal de La Mancha rumbo a Francia: entre 3.000 y 8.000 hombres (depende el cronista) viajaron en 36 naos y 12 naves de transporte, en los que también se transportaba 12.000 libras de oro, suma suficiente para pagar por tres años a los mercenarios en territorio galo.
Aquí comienza el plan del almirante en quien Enrique II había depositado toda su confianza. Bocanegra, que contaba con un número sustancialmente inferior de embarcaciones, ideó “una estratagema para engañar a los ingleses a partir de unos movimientos tácticos muy interesantes y, sobre todo, de la superioridad de un tipo de barco sobre otro a la hora de hacer la guerra”, explica a Infobae España el capitán de navío José Ramón Vallespín, director del Departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval.
La importancia de contar con el barco adecuado
Vallespín detalla que los naos ingleses eran embarcaciones pesadas y de calado profundo, lo que dificulta su navegabilidad en zonas pocas profundas, justamente, como las aguas de La Rochelle. “En cambio, los barcos que manda el rey de Castilla son galeras, que son de muy poco calado, pueden meterse por aguas más someras y, al contar con remos, siempre tienen propulsión. No como los naos ingleses, que si no hay viento apenas se pueden mover”, afirma el experto.
“Al simular la huida, el almirante castellano consiguió que los ingleses fueran detrás de él y se metió en zonas de baja profundidad, por lo que pronto los barcos ingleses quedaron varados”, afirma Vallespín. Bocanegra llevó a cabo su plan conociendo las mareas y a sabiendas que a partir de ese momento los ingleses ya no tenían escapatoria. “La otra novedad de la de la flota castellana fue que habían, por primera vez en Europa, embarcado artillería y eso hizo que, una vez que la escuadra inglesa quedó inmovilizada, fueran derrotando los barcos de uno en uno”, destaca el especialista.
La derrota de Inglaterra fue total y sin paliativos. Algunos cronistas calculan que Eduardo III perdió aquel día cerca de medio centenar de embarcaciones y tuvo que lamentar la muerte de más de 800 hombres y la captura como prisioneros de muchos otros. Desde aquel momento, La Rochelle pasó a estar bajo control de las fuerzas franco-castellanas. “Los ingleses no levantaron cabeza en la zona del Golfo de Vizcaya e incluso del Canal de La Mancha”, destaca Vallespín. “A partir de entonces los castellanos, animados por el éxito, se dedican incluso a asaltar con métodos corsarios las costas de Inglaterra”.