La fría venganza de una exalumna (hoy diputada) a un profesor antiabortista 20 años después en la Asamblea de Madrid: “Es usted un sinvergüenza”

Marta Carmona, parlamentaria de Más Madrid, aprovechó la comparecencia del que fuera su profesor para saldar cuentas pendientes: le acusó de machista, de organizar fiestas con drogas y de escribir manifiestos alegrándose de las muertes provocadas por el sida

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Jesús Poveda y los manifiestos que firmaba contra el aborto y que repartía en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma
Jesús Poveda y los manifiestos que firmaba contra el aborto y que repartía en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma

Vox decidió que Jesús Poveda de Agustín, médico y profesor de la Universidad Autónoma, compareciera el pasado 17 de junio en el Parlamento madrileño para que diera una charla a los diputados de la Comisión de Sanidad sobre las, a su juicio, consecuencias mentales y físicas que sufren las mujeres que deciden interrumpir su embarazo. Poveda, un reconocido activista provida, se muestra orgulloso de haber estado “más de 20 veces en el calabozo” por protagonizar sentadas y protestas frente a clínicas (él las llama “establecimientos”) en las que se practica el aborto.

“Me siento como en casa porque me he encontrado con varios alumnos y alumnas de la facultad, quizás las mejores, las más inquietas, y por eso ahora están aquí”, empezó su discurso Poveda mientras se partía de risa y miraba de reojo a una diputada que estaba sentada a apenas cuatro metros, Marta Carmona, de Más Madrid. Y es que Carmona fue alumna suya “hace ya 20 años” en la Autónoma. Tras saludar a su manera, señaló que en Madrid “estamos muy mal cuando se realizan más de 10.000 abortos al año”. Para Poveda, los síntomas que sufre una mujer tras abortar se parecen muchos a los que sufre una persona que padece “estrés postraumático”. ¿Qué síntomas son esos? “Alteraciones del sueño, ansiedad y depresión”.

Poveda no se desvió del discurso que lleva promulgando desde 1995, año en el que comenzó su carrera como profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, aunque -como ha reconocido en varias entrevistas- su primera sentada de protesta frente a un centro donde las mujeres iban a abortar data de 1988. El profesor insistió que con este número de interrupciones de embarazos -repitió la cifra de más de 10.000 al año-, Madrid es una comunidad “fracasada”. No fue una intervención muy larga, de apenas cuatro minutos. Tras Poveda, y según marca el reglamento de la Asamblea, intervinieron la portavoz de Vox, el portavoz del PSOE y finalmente Marta Carmona, que le estaba esperando con el rifle cargado.

“No tiene el título de psiquiatría”

“Volvemos a encontrarnos 20 años después, yo creí que no se iba a acordar de mí”, empezó Carmona. “Yo sí que me acuerdo de usted, y mucho. Me acuerdo de su labor como médico del departamento de Psiquiatría, que no de psiquiatra. Siempre me pareció una forma muy hábil de eludir que no tiene el título en la especialidad. A mí sí me ha dado tiempo a sacármelo”, le recordó irónicamente la parlamentaria. Primer torpedo en la línea de flotación. Carmona argumentó que a las plataformas provida a las que pertenece Poveda “no les preocupa el aborto, sino la libertad de las mujeres”. Y puso un ejemplo. “Está demostrado que la contaminación provoca abortos espontáneos y nos les veo muy preocupados por mejorar el medio ambiente”.

La diputada de Más Madrid, Marta Carmona
La diputada de Más Madrid, Marta Carmona

Pero Carmona se dejó su venganza para el final. Y es que, como relata el dicho, es un plato que se sirve mejor frío. La diputada de Más Madrid recordó al Poveda profesor que ella conoció: “Siempre con una dinámica un poco provocadora, medio seductor, un poco ‘enfant terrible’ [del francés niño terrible]”. “Y a la vez intentaba ser muy cercano a los alumnos, regalarle flores a las alumnas, o llevárselas de viaje a Marruecos en furgoneta, reclutar a participantes en rituales de ayahuasca [una droga], o utilizar medios docentes peculiares como poner vídeos del Papa”. Carmona sacó entonces la fotocopia de un papel, un manifiesto que el profesor Poveda redactaba por aquellos años y colgaba en las paredes de la facultad el 1 de diciembre, Día Mundial de la Lucha contra el Sida. ¿Qué decía el papel?

“En el periódico de hoy decían que en un pueblo habían puesto a la venta guantes de látex. Es otra estúpida campaña de prevención para evitar el contagio de enfermedades venéreas. Creo que todas estas campañas no hacen más que estigmatizarnos sistemáticamente. A todos. Primero nos ponen una goma gigante en la cabeza para que no pensemos, luego la toman con tu polla y ahora te la ponen en las manos, no sea que por masturbar a tu pareja te conviertas en un apestado. Lo siento, ¿pero qué coño puedo decir? Que se joda el Sida, que se jodan los censores del pensamiento...” Firmado: Jesús Poveda.

Entonces Carmona ya explotó. Porque ella recordó que como estudiante tenía que leer estos textos mientras en aquellos años moría gente por esta enfermedad y lo importante era poner en marcha campañas de prevención y sensibilización. “Es curioso que para estar a favor de la vida parecía que usted quería que muriese más gente por el sida”. “No quería ninguna prevención de embarazos no deseados a través de métodos de barrera”, le dijo Carmona. Mientras, Poveda la miraba y sonreía, tal vez recordando aquellos tiempos.

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“Fanático no, entusiasta”

La diputada, con el manifiesto escrito por Poveda en la mano para que lo vieran el resto de señorías presentes, calificó el papel de “delito contra la salud pública y atentado contra la vida”. “Usted publicó esto amparándose en la libertad de cátedra. Entienda que yo ahora, amparándome en la inviolabilidad parlamentaria, le diga que es usted un auténtico sinvergüenza”. Fin de su exposición.

En el turno de réplica, Poveda ni se inmutó tras las acusaciones vertidas contra él: “Me encantan las fiestas, reconozco que me quedé en el tercer mandamiento de santificarás las fiestas y me lo paso muy bien”. Defendió que ese texto era de otro autor y que solo lo utilizó para hacer reflexionar al alumnado sobre la gente que no piensa, definiéndose a sí mismo no como un fanático, sino como un entusiasta. Entusiasta fue el rapapolvo que se llevó de su exalumna, hoy diputada.

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