La escritora mexicana Aura García-Junco se crió entre libros. Libros que se amontonaban en estanterías que conformaban una biblioteca inabarcable que fue pasando de generación en generación y que su padre cuidó y amplió con mimo hasta que falleció y le traspasó todo ese legado a ella.
La ausencia paterna, ese vacío que le dejó fue una de las razones por las que decidió embarcarse en este proyecto literario titulado Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Editorial Sexto Piso) que, al igual que ocurría con su anterior tratado El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral) se convierte en una apasionante obra a medio camino entre la experiencia testimonial, las referencias a textos clásicos o contemporáneos y la reflexión en torno a buena parte de las ansiedades contemporáneas en las que, en este caso, la herencia, el legado, adquieren una importancia fundamental.
“Para mí fue como una especie de obligación escribir este libro, sentí que tenía que hacerlo por alguna causa de justicia terrenal, porque la relación entre mi padre y yo estaba muy basada en los libros y en la escritura”, cuenta Aura García-Junco a Infobae España.
La herencia de un padre amante de la ciencia ficción
Así, conoceremos a H. Pascal, un escritor y promotor cultural ávido y amante de la ciencia ficción que dejó a su hija como herencia el amor por la literatura y más de 10.000 libros. ¿Qué hacer con semejante patrimonio? La escritora cuenta que necesitaba darle un significado a todo eso, al mismo tiempo que necesitaba espacio para digerir el dolor y el proceso de negación tras la muerte. “Tenía la idea de que en algún momento me desharía de ellos, y me di cuenta de que tenía que afrontar muchas cosas y asimilar que ahora todo ese legado era mío como parte de mi propia historia”.
Los ‘ensayos’ (porque en realidad no lo son) de Aura García-Junco son un auténtico soplo de aire fresco porque se alejan totalmente de la convencionalidad. Son escritos personales, pero, al mismo tiempo, también generacionales, están repletos de recursos, de sorpresas, de juegos con la estructura.
Ella lo define como literatura híbrida. “Me gusta ese concepto porque te da mucha libertad a la hora de configurar un texto que escape a los clichés. Porque, al final, este es un libro que podría ser un ensayo novelado o una novela ensayada, una ‘memoria novel’, ni yo misma sé cómo llamarlo”, bromea. “Pero lo que sé es que me da la oportunidad de crear mi pequeño universo a través de mis propias reglas. A algunos les desconcertará, a otros les hará replantearse cosas”.
En cualquier caso, quienes se acerquen a este pequeño prodigio encontrarán muchos registros entre los que cabe la voz ensayística, la poesía, los juegos de palabras, la prosa más narrativa y un personaje que es la autora, pero a la vez no.
En Dios fulmine a la que escriba sobre mí hay montones de referencias literarias, pero hay una que se sitúa por encima de todas, vertebrando, de alguna manera, la narración. Se trata de Las cosmicómicas, de Italo Calvino, una colección de 12 cuentos que constituyeron una auténtica explosión de fantasía en la que la ciencia se daba la mano con el surrealismo y el humor.
Fue, precisamente, uno de los volúmenes que marcaron la adolescencia de Aura García-Junco y, por eso, adquiere una importancia fundamental en este libro. “Para mí fue descubrir cómo se podía crear un mundo a través del lenguaje, a través de un imaginario muy complejo, que es el tipo de escritura a la que me gustaría aspirar. Además, me lo regaló mi papá, porque él también lo adoraba”.
Hay otra cuestión que también constituye un elemento cordial en esta historia, las relaciones paterno-filiales y cómo cambian a lo largo del tiempo, de cómo las hijas se relacionan con los padres y viceversa, sobre todo en una época marcada por la conciencia feminista. “Creo que para los hombres de la generación de nuestros padres ha sido complicado entender todo este proceso. Se han sentido un tanto desconcertados y perdidos”.
La importancia del ‘Me Too’ y la conciencia feminista
En ese sentido, el Me Too ha sido absolutamente fundamental para la autora. “Ha significado una fuente inagotable de reflexión”. Cuenta que en México hay un 94% de impunidad a la hora de denunciar una agresión machista y que, por eso, se necesitan espacios legítimos para hablar sobre este tema. “Se trata de una conversación muy amplia sobre lo que significa señalar a alguien, porque he visto muchos casos de denuncias que se han vuelto en contra de las mujeres y han sufrido graves consecuencias. Así que estamos muy lejos de saber cómo manejar todo esto hasta que no se encuentre un consenso social. Así que, además de una herramienta muy potente, también es un disparo en el pie, una fuente infinita de estrés que me quita el sueño, pero que es fundamental seguir trabajando y explorando”.
Aura García-Junco cree que el feminismo como tal no existe, porque hay muchas facciones y ella no acepta la ‘transfobia’, por ejemplo. “A mí el feminismo que me interesa es el que se convierte en un arma política y una herramienta de análisis”. También habla del auge de la ultraderecha, precisamente después de que ciertos colectivos estigmatizados hayan reivindicado sus derechos. “Es una cuestión de acción y reacción, y obviamente, de represión”.
La escritora reconoce que hacer este libro fue difícil y constituyó toda una catarsis. Cuando empezó a escribir, sentía un dolor físico, una especie de nudo en el estómago y en la garganta del que no se podía desprender. “El dolor fue disminuyendo su intensidad conforme iba avanzando el libro. Lo he investigado, y surge cuando ha habido una situación de extrema tristeza. Hay partes de tu cuerpo que literalmente se contraen y todo tiene que ver con el dolor psicológico. Así que, escribir, de alguna forma, me curó”.