“Para actuar, necesitaremos una mayoría absoluta”. Jordan Bardella, el candidato de la ultraderecha francesa Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés), sabe que sin apoyos lo tendrá muy complicado para gobernar después de estas elecciones anticipadas, a no ser que arrase en las urnas, un resultado que por ahora no se contempla en ninguna de las encuestas.
El pupilo de Marine Le Pen probó a tantear con el líder de Los Republicanos, Éric Ciotti, para formar una coalición con la derecha tradicional y romper así el llamado “cordón sanitario” contra su partido, pero esta alianza no sentó nada bien dentro de la formación de Ciotti, a la que no le tembló la mano a la hora de anunciar la expulsión de su líder, aunque desde entonces este ha vuelto a la dirección tras el veredicto de la Justicia.
Sus rivales, en cambio, sí han conseguido blindar su electorado: la izquierda se ha reforzado formando una gran coalición bajo el nombre de Nuevo Frente Popular, presentada como la verdadera alternativa a la extrema derecha. Y el partido oficialista, Renacimiento, anunció el pasado 13 de junio una coalición que ligaría a grupos afines de centroderecha, bajo el lema “Juntos por la República”. De hecho, el partido de Macron apeló también a Los Republicanos para unirse a él, pero una vez más, los conservadores volvieron a decir no.
El sistema de doble vuelta juega en su contra
Las últimas encuestas prevén que RN saldrá como primera fuerza en votos, por delante del Frente Popular, que quedaría segunda, seguida del partido de Macron, que lidera el primer ministro Gabriel Attal. Pero Francia no es España. El sistema electoral, tanto a nivel presidencial como legislativo, tiene entre sus particularidades la existencia de una doble vuelta que históricamente ha servido como cortafuegos para candidatos radicales.
En la primera ronda, prevista para el 30 de junio, los partidos deben alcanzar un mínimo de representación del 12,5% para pasar a la siguiente vuelta -se resuelve en la primera si uno consigue el 50% de los votos y representa al 25% del territorio nacional-. A diferencia de las presidenciales, aquí pueden pasar más de dos candidatos a la contienda final del 7 de julio. En este sentido, RN conseguiría pasar la primera barrera, pero llegar en solitario enterraría sus opciones de gobernar con una mayoría sólida.
En Francia, el presidente de la República nombra primer ministro al candidato a la investidura de la formación o coalición que ha obtenido la mayoría de votos si éste no es del partido en la presidencia.
Si bien la formación de Bardella lograría hacerse con gran parte de los asientos de la Asamblea Nacional, no llegaría a los 289 escaños que necesita para la mayoría absoluta. En este escenario, la ultraderecha correría el riesgo de gobernar en minoría, y por ello los ultras necesitarían formar una coalición. Por el momento, y vista la posición de la gran mayoría de formaciones que concurren a elecciones, esto parece imposible. A su vez, la inestabilidad de una legislatura débil mermaría los resultados de unas futuras presidenciales, convocadas para 2027.
La última encuesta preelectoral publicada por el Instituto Francés de Opinión Pública (IFOP) el pasado domingo prevé que el partido de Le Pen será la fuerza más votada con un 35% de los votos, por delante del Frente Nacional (26%) y de Renacimiento (19%), en un sondeo que demuestra un claro hundimiento del partido de Macron. Por detrás quedarían Los Republicanos con un 7%, la Izquierda diversa (3,5%) y el partido ultraderechista Reconquista (3%).
Llamada a la movilización ante el miedo a una alta abstención
Como viene siendo un problema dentro de las democracias en Europa, la alta abstención en Francia no ha dejado de crecer, en concreto desde los comicios de 2002. Ese año, el 16% de los electores -cerca de ocho millones de personas-, no habían participado en ninguna de las cuatro votaciones del año (dos vueltas para las elecciones presidenciales, y dos para las parlamentarias), según un estudio recogido por Le Monde.
En los comicios de 2017 y los de 2022, Macron logró movilizar a la ciudadanía con el objetivo de frenar a la ultraderecha, que por entonces tenía una imagen más ‘endemoniada’ bajo el nombre de Frente Nacional y con Le Pen como candidata. El escenario de entonces ha cambiado. La ultraderecha ahora se llama Agrupación Nacional y su candidato, mucho más joven que Le Pen, ha edulcorado el discurso de un partido conocido por su ideología xenófoba y ultranacionalista. Además, Macron ya no tiene la fuerza necesaria para movilizar a los franceses, en parte por el descontento que existe hacia la gestión del presidente de la República.
La coalición izquierdista parece postularse como el principal muro de contención, aunque se trate de una alianza frágil, llena de egos y sin un candidato a primer ministro claro. Sin embargo, el mensaje les une: derrotar a la extrema derecha y a las políticas de Macron, y sobre este lema apelan a la “movilización popular”, en especial la de los jóvenes. Y por el momento parece funcionar, por lo que se vio el pasado sábado, cuando acudieron cientos de miles de personas a la Plaza de la Nación, en París, convocados por sindicatos y partidos de izquierda para frenar el extremismo ultraconservador.