Las garrapatas son una serie de parásitos que se integran en el amplio abanico de los ácaros, de los que son los de mayor tamaño. Sin embargo, su particularidad más conocida es que, con sus picaduras, pueden convertirse en vectores de muchas enfermedades, como el tifus o la enfermedad de Lyme. De este modo, como su principal alimento es la sangre de otros seres vivos pueden adherirse tanto a seres humanos como a animales, siendo también un peligro para estos últimos.
Por ello, ahora que llega verano y estos arácnidos se vuelven más activos -con el frío del invierno se quedan aletargadas dado que su metabolismo se ralentiza notablemente-, en Infobae España hemos querido dar algunos consejos sobre cómo actuar si los encontramos en nuestros animales de compañía, en este caso, los gatos.
Las sospechas y la detección
Si nuestro animal es afectado por la picadura de una garrapata, su actitud puede sufrir algunos cambios y puede también mostrar algunos síntomas fisiológicos. Lo más habitual es que los gatos pierdan el apetito y empiecen a rascarse continuamente, además de elevar su temperatura corporal hasta mostrar incluso algunas décimas de fiebre.
De esta forma, si observamos en el felino estos síntomas las sospechas de que tiene garrapatas pueden ser algo lógico, por lo que el siguiente paso será localizar si, en efecto, tiene estos parásitos y donde se encuentran estos. Debido a su gran tamaño, muchas veces será posible localizarlas solo con la vista, aunque el sentido más efectivo será el del tacto. Habrá que palpar el cuerpo del animal y, en caso de que encontremos algún bulto pequeño, analizarlo con más atención ya con la vista y con las manos para comprobar si se trata del ácaro.
Hay muchos tipos de garrapatas con características distintas, aunque lo más común es que sean insectos de color marrón o negro y de las especies Ixodes ricinus, Ixodes hexagonus, Rhipicephalus sanguineus o Dermacentor reticulatus.
Cómo quitar el parásito
Es importante, si encontramos una garrapata en nuestro gato, mantener la calma, ya que si se lo quitamos de cualquier manera podemos desde hacer daño al animal a que el insecto se suelte y luego no podamos encontrarlo, suponiendo de nuevo un riesgo para todos los habitantes de la casa. Lo que más se recomienda en estas situaciones es acudir a un veterinario, pero también es posible quitarlo con medios propios con ayuda de unas pinzas o unas tenazas pequeñas.
Con cualquiera de estas herramientas, deberemos agarrar la garrapata en la parte más pegada a la piel tratando de que nuestro gato esté tranquilo. Una vez atrapada, deberemos tirar hacia fuera de forma constante, para que poco a poco el parásito se vaya saliendo por completo. Es muy importante que no quede ninguna parte en la piel del gato, pues esta puede contener también enfermedades. Luego, eso sí, seguirá siendo necesario acudir a un veterinario para que se asegure de que todo ha salido por completo y que de paso cure la herida para que no hayan infecciones.
Un claro ejemplo de por qué se necesita la asistencia de un profesional es que, además del insecto, puede haber huevos que se hayan depositado en la piel de nuestro gato. Las garrapatas tienen un ciclo de vida más largo que el de otros arácnidos como pueden ser las pulgas, y tienen la capacidad de poner miles de huevos que pueden entrar en el ciclo sanguíneo del animal a través de la herida. Ello podría provocar en el felino graves problemas de salud, de los que ya hemos citado algunos, y a los que podríamos añadir disfuncionalidades neurológicas o fallos orgánicos.