“He sido Ryan en Salvar al soldado Ryan, Ripley en El talento de Mr. Ripley y Jason Bourne en El caso Bourne. Pero cuando voy caminando por la calle la gente me para y me grita ‘Scotty doesn’t know!’”, cuenta Matt Damon en una divertida anécdota que ilustra muy bien lo que es el mito de Eurotrip. Una película que en su día pasó sin pena ni gloria y que, tantos años después de su estreno, aún sigue presente incluso en la vida de alguien tan famoso como Matt Damon, que apenas tuvo una intervención en una película en la que ni siquiera iba aparecer. Porque una película que dirigieron tres hombres en uno, que se ambientó en seis ciudades pero solo se rodó en una, que fue censurada por antisemitismo y que incluso vio su título cambiado en posproducción, solo podía salir mal. Y así salió, pero saliendo mal dio también una de las más legendarias historias del cine de los últimos años.
Estrenada hace justo 20 años, Eurotrip no gozó en su día de una gran aceptación, quedando en taquilla por debajo de películas como 50 primeras citas o Quiero ser superfamosa de Lindsay Lohan. De hecho, la compañía responsable del filme, DreamWorks, había hecho todo lo posible por cargársela, y no era para menos, porque todo apuntaba al desastre. No en vano la habían retitulado como Eurotrip -originalmente era Ugly Americans- con la idea de que el público pensase que se trataba de una secuela de Road trip, pero ni con esas. No obstante, años después Eurotrip llegaría al mercado doméstico para que la vieran “todos aquellos críos que no habían ido al cine a verla”, en palabras de sus guionistas y directores Alec Berg, David Mandel y Jeff Schaffer, aunque finalmente solo fuese acreditado este último.
Más de 20 años después, la cinta está considerada una comedia de culto y si bien hay chistes que no han envejecido de la mejor forma y serían más que discutibles en la actualidad, lo cierto es que su historia encierra una comedia tan delirante como la de la propia película. En el filme, cuatro amigos (Scott, Cooper y los gemelos Jenny y Jamie) de Ohio se proponen saltar el charco y visitar varios países europeos como parte de su viaje posgraduación. Cada uno por motivos distintos -uno para olvidar el amor, otro para encontrarlo, otra para soltarse la melena y otro simplemente por hacer de guia-, todos comparten en común una visión de lo más estereotipada del viejo continente. Y es ahí donde reside en gran medida la gracia de la película, en su descarada sucesión de clichés, tópicos y demás bromas de mal gusto en torno a los países que van visitando.
Guía básica para una comedia irreverentemente perfecta
La forma como tal no era del todo nueva, pues Eurotrip se inscribía la tradición de la comedia más absurda y gamberra al estilo de Desmadre a la americana o Porky’s en clave sexual, aunque con algo del toque más naif propio de las películas ochenteras con las que habían crecido sus tres directores, como La mujer explosiva o Escuela de genios. Pero claro, por proximidad en el tiempo, el referente más directo era quizá American Pie, y de hecho la idea procedía de una propuesta para su secuela: “Hubo un breve momento en el que nos hablaron de escribir la secuela de American Pie, y les propusimos ir a Europa. Nadie escuchó, pero eso estaba en nuestros cerebros en alguna parte”. Y ya se sabe, si la montaña no va a Mahoma...
Berg, Mandel y Schaffer, que venían de ser guionistas habituales en la serie Seinfeld y buscaban dirigir su primera película, no tenían el suficiente dinero para rodar su Interrail soñado. No habían podido hacerlo cuando eran jóvenes y no iban a poder hacerlo como querían como cineastas. Pero la ausencia de medios alimenta el ingenio y así los tres idearon una película sobre la marcha a la que se fueron sumando estrellas invitadas por el camino. No eran John Ford ni Orson Welles precisamente, pero estos tres amigos iban a hacer de los accidentes y las desgracias una película sobre accidentes y desgracias, pero con más sexo y sentido del humor.
Para ello, el trío tomó Praga como base de operaciones, e hizo que se convirtiese en Londres, París, Ámsterdam, Bratislava, Berlín, Roma y, eventualmente, Ohio: “Incluso para la escena ambientada en la fiesta de graduación del instituto, rodamos en Praga. Exploramos un millón de casas antes de encontrar esa casa. Era la única casa de Praga con patio trasero”, comentaba Mandel en una entrevista. “Y tuvimos que traer en avión vasos rojos de plástico. No existen en Europa”, apostillaba Schaffer.
Praga no solo era el lugar ideal porque la guerra de Irak y la eclosión del SARS (síndrome respiratorio agudo grave) habían provocado que menos gente volase, sino que además los dejaba en una situación inmejorable para contactar a estrellas que andaban por la zona. El exfutbolista Vinnie Jones, a quien convirtieron en ultra del Manchester United a regañadientes, a Lucy Lawless, de cuya imagen como Xena se aprovecharon para hacerla dominatrix en un club de Ámsterdam, y especialmente a Matt Damon, al que convirtieron en estrella del punk con una canción que haría historia.
Music revived the video star
Damon estaba en Praga rodando Los hermanos Grimm junto a Heath Ledger, y confluyeron varios factores que hicieron posible su transformación en estrella del punk por una noche, como el hecho de que llevase peluca en la película de Terry Gilliam o su cercanía con los directores y con la propia banda con la que tocaría en el filme (Lustra), originaria de su Boston natal. El resultado, Scotty doesn’t know, todo un hit con aroma a Blink-182 o Sum 41, que le daría una segunda vida a la película con su salida en DVD, y que actualmente está considerada como la segunda mejor canción falsa -aunque la banda Lustra existe, la canción fue concebida expresamente para la película- de la historia del cine, según Rolling Stone, solo por detrás de That Thing that you do, de The Wonders.
Entre medias, la película sufrió retoques y censuras por el camino que también merecen ser contadas. Varias escenas fueron cambiadas o directamente eliminadas, como una que tenía que ver con la casa de Ana Frank, que llegó hasta las manos el propio Steven Spielberg. La idea de que un personaje entrase en el hogar de la joven pensando que iba a un club nocturno (The Secret Room, para más señas) podía llegar a ser graciosa, pero el director de La lista de Schindler dibujaba la línea roja en que además este apareciese tapándose los genitales con un muñeco de la víctima del Holocausto. “Creo que es muy divertida. Me ha encantado. Tengo una corrección, y lo siento, pero tienes que cortar lo de Ana Frank. En realidad pensé que era gracioso. Me he reído. Pero, chicos, mi nombre está literalmente en ese museo”, dicen que les señaló el ilustre director.
No pudieron colar el chiste de Ana Frank, pero en su lugar incluyeron a un niño alemán haciendo de Hitler -recordemos que por algo se rodaba en Praga- o una escena nudista icónica y única en la época por su explicitud. “Llegamos al plató tratando de averiguar qué íbamos a hacer con los desnudos. Recuerdo que decidimos conscientemente que no íbamos a hacer la versión de Mike Myers. No íbamos a esconder a todo el mundo con sombrillas y frisbees. Creo que fue en la playa donde tuvimos una discusión diciendo: ‘Hemos visto esa broma; es una mierda. Hagámoslo. Vamos a tener un montón de tipos desnudos con penes aleteando’. Nunca habíamos visto eso en ninguna parte”, explican los directores.
Pero lo mejor llegó al final, porque Berg, Mandel y Schaffer prepararon un apoteósico final con una borrachera de absenta que derivaba en incesto y, sobre todo, una secuencia final en Roma en la que el protagonista reemplazaba al mismísimo Papa y luego mantenía relaciones sexuales en un confesionario del Vaticano. También a una niña pequeña meando para plasmar la decadencia y sordidez de Bratislava, que les costó más de un disgusto con los productores, pero que terminó entrando en el corte final de la película, ya en los créditos, eso sí.
Tanto tiempo después, el éxito de Scotty Doesn’t know ha hecho que todas aquellas irreverentes escenas prevalezcan. “Fue lo que hizo que la película siguiera adelante. Obviamente, estaba el DVD, donde toda la gente que era demasiado joven para verla en los cines podía verla ahora. Pero fue la canción lo que oí que tocaban en los bailes de graduación bandas en directo y DJs. Y ahora tanto la canción como un puñado de tomas de EuroTrip se han convertido en memes en redes sociales”, reconocen aliviados los autores. Una de esas jóvenes a la que ha llegado la película es nada menos que la hija de Matt Damon. “Ha sido una de las únicas películas en la que dice: ‘Sí, ha estado muy bien’”.