Por mucho que algunos se empeñen en ver al colectivo LGTBI como una novedad aberrante, lo cierto es que gays, lesbianas, transexuales y bisexuales han estado siempre entre nosotros, aunque tal vez no se les llamase de la misma forma. La historia habla de delincuentes, de desviados, de cinaedus o, como diría Mikel Herrán (@PutoMikel), de Sodomitas, vagas y maleantes. Así ha titulado el arqueólogo y divulgador su nueva novela, publicada por la Editorial Planeta, que recorre “la historia de la España desviada” tal y como la presentan los libros: desde la prehistoria hasta nuestros días.
Aunque buscar al “maricón de Atapuerca” no sea tarea sencilla, pues apenas quedan restos de la vida sexual que llevaban nuestros antecesores en las cavernas, Herrán se aventura a proponerlo y reta al lector a planteárselo. “¿Por qué no imaginarlo, por qué no asumir que ahí había un macho que se acostaba con otro macho y no pasaba nada?”, se pregunta en una entrevista con Infobae España. “Sería mucho asumir que algo que vemos en otras especies, por ejemplo los bonobos, que son nuestros primos lejanos; y que vemos en nosotros, en el homo sapiens, no se dio en ningún momento de nuestra evolución”, argumenta. Estas actitudes aparecen en grupos humanos de todo el mundo, “desde el Ártico, donde encontramos terceros géneros, hasta África, donde encontramos, entre las Kikuyu, por ejemplo, matrimonios entre mujeres”. “¿Por qué no asumir que estas cosas se dieron entre Australopithecus o entre Homo ergaster, entre el homínido que sea, y por supuesto, ya en nuestra propia especie, el Homo sapiens?”.
Si bien a algunos les cuesta reconocer esta posibilidad, Herrán recuerda que “hay algunas presencias que se asumen en la historia y en la Prehistoria, pero hay otras que se tienen que demostrar por activa. Eso es muy injusto pedirlo cuando estamos hablando de una cosa que no deja tanto rastro material como es el deseo, y cuando estamos hablando de periodos en los que, en general, también tenemos muchas lagunas”.
Cuidado con las etiquetas
Así ocurre cada vez que un enterramiento se sale de la norma. “En el mundo íbero ha habido esqueletos masculinos que han aparecido con algunos utensilios textiles”, cuenta el arqueólogo. “Nunca se les ha leído como algo no binario ni como un tercer género ni nada, siempre se ha dicho que bueno, a veces se ponía y ya está, que no hay que darle más vueltas”. La cosa cambia a la inversa: cuando se encuentran en tumbas femeninas ajuares guerreros, “que normalmente consideramos de más prestigio porque están asociados a lo masculino”, empiezan las lecturas alternativas. “Si encontramos una tumba masculina con una espada, asumimos que ese hombre usaba espada; mientras que en la femenina tenía que ser del marido o simplemente para mostrar el estatus familiar”, critica. En realidad, afirma Herrán, “hay muchos ejemplos de mujeres con armas en el mundo íbero, y en el mundo nórdico tenemos muchos ejemplos”.
“No te están diciendo que no hubiese esos estereotipos de ‘las mujeres se dedican a los textiles o los cuidados, los hombres se dedican a la guerra’, pero había gente que rompía esos estereotipos”, reflexiona. “No se trata de decir que esa mujer con una espada era un hombre trans o una persona no binaria, se trata de pensar por qué estamos leyendo esta espada como masculina, por qué estamos transportando este estereotipo y asumiendo la relación entre la espada y el esqueleto de unas formas para unos cuerpos, pero no para otros”.
Por eso, alerta de que no todo puede leerse con las etiquetas de hoy. “Igual que no podemos hablar de homosexuales en la antigua Roma, tampoco de heterosexuales”, porque “cuando imponemos esas categorías y las trasladamos al pasado, no vamos a entender realmente cómo se entendía el sexo”. Al idealizar parejas como Adriano y Antínoo, se corre además el peligro de trasladar modelos y prácticas que hoy se consideran aberrantes, “como puede ser el sexo con menores”. “Estamos dando un poco de leña a ciertos discursos que se recriminan contra el colectivo, como es el de depredadores sexuales”.
Los “buenos amigos” del siglo XI
Entre vacíos e interpretaciones, todavía existen testimonios de la presencia de estos disidentes sexuales en toda la historia de España. Es el caso del yacimiento de la Bastida, donde se encontró el enterramiento de la Edad de Bronce de dos hombres en una fórmula que normalmente se seguía para una pareja heterosexual. “No sabemos hasta qué punto era algo general, si ellos dos eran muy queridos por la comunidad o lo que fuese, pero sí que podemos encontrarlo”.
Aunque tanto los pueblos íberos como los romanos tenían sus propias normas de conducta sexual, las primeras leyes contra los actos sexuales entre hombres en la península datan de los visigodos. En concreto, aparecen en el Breviario de Alarico, del año 506. Por muy penado que estuviese, “las leyes que tenemos del reino visigodo nos están hablando de que algo ocurría. No prohíbes algo que no se da”, recalca Herrán.
Las fuentes históricas tienen después un vacío relativo, explica el arqueólogo, hasta más o menos el siglo XI. Es entonces cuando aparece en Ourense un acuerdo muy particular: Pedro Díaz y Muño Vandilaz deciden firmar un contrato de “buenos amigos”. Se comprometen a vivir juntos, tener los mismos amigos, cuidar el uno del otro y, en caso de que uno fallezca primero, será el otro el que herede sus posesiones. “Obedece todas las normas de un contrato matrimonial, solo que la herencia no se lega a la descendencia porque no la va a haber”, afirma Herrán.
“Es el típico caso de los raritos del pueblo, que todo el mundo sabe que son los mariquitas del pueblo, pero nadie pregunta. Y mientras no se hable, pues no pasa nada”. Entre estos recovecos de la historia, ocultos en pequeños pueblos, prostíbulos o en conventos y castillos, estas figuras nos han acompañado hasta el día de hoy. Sin embargo, son pocos los cuentos con final feliz que pueden encontrarse. De hecho, gran parte de la documentación existente proviene de los archivos de la Inquisición, que documentan los castigos por sodomía y otras desviaciones del orden sexual establecido.
“La sexualidad se ha visto a lo largo de la historia como un ejercicio de poder y por tanto, en el momento en que encontramos diferencias sociales, se regula mucho el sexo para perpetuar ese ejercicio de poder y esas jerarquías”, explica Herrán. En el modelo del cristianismo, el sexo obtiene una funcionalidad muy concreta: “Perpetuar la jerarquía” y “tener hijos y dejarles herencia”. “En el momento en que se empiezan a difuminar esas barreras ya hay un pánico moral, porque estás desestabilizando la propia jerarquía de la estructura social. Eso es lo que no nos gusta y por eso hemos encontrado que la disidencia sexual y de género se persigue a lo largo de la historia de forma continua”, dice. “Aparece una condena moral, religiosa o jurídica, incluso. Y luego ya, si nos acercamos más en el tiempo, la represión médica, las lobotomías y todos estos experimentos que encontramos hasta más actualmente”.
Una nueva visión de la historia
Aunque en los últimos años ha crecido el estudio de la historia de la sexualidad en España, no pueden encontrarse muchas referencias previas a los años 80, en gran parte porque “hay gente que no le interesa lo que no le afecta”. “Si encajas en la norma sexual, tampoco te vas a interesar”, piensa Herrán.
“No te planteas que sea algo que se pueda investigar en el pasado. Si no hay visibilidad y no hay referentes, tampoco se planteas eso. Sin embargo, “hay muchos episodios de la historia de España que no se entienden, o no del todo, si no entendemos el papel que juegan la sexualidad, el sexo y el género”, defiende. “En la Reconquista, parte del discurso que había contra el otro musulmán era que fuesen unos desviados, unos sodomitas, puede que parezca una cosa curiosa o anecdótica, pero sí que engarza muy bien con discursos que se han mantenido”, explica.
La represión sexual ha marcado, según Herrán, episodios tan importantes como la conquista de América. “Sobre todo si nos vamos a Latinoamérica, donde también hay categorías como Muxes, que son terceros géneros”. “O cómo, por ejemplo, la Inquisición perseguía más a los moriscos también por el tema sexual. Eso no es porque hubiese más maricones entre los moriscos que entre los cristianos viejos, sino simplemente que ellos tenían puesto el ojo contra estas personas”, añade. También sucesos como la batalla de Lepanto: “¿Quién estaba en esas galeras? Condenados por muchos delitos, pero también por sodomía”.
Para él, es interesante “reivindicar que esos mecanismos que se han impuesto han tenido que ver mucho con la represión”. “Si queremos que la historia sirva para entender el mundo como es hoy, necesitamos saber cómo se crearon estas relaciones”.