Felipe VI firma la amnistía, pero Balduino de Bélgica se libró del aborto: el truco de un rey que no quiso saltarse sus principios

El monarca belga alegó una incapacidad temporal. Sin embargo, en España, cualquier negativa del rey a sancionar una ley aprobada por las Cortes Generales podría considerarse una violación de los principios sobre los cuales está basado su papel constitucional

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Imagen de archivo de 1960 del rey Balduino de Bélgica y su entonces prometida, Fabiola de Mora y Aragón, posando para la prensa mundial tras ser anunciado su compromiso matrimonial. EFE//ct
Imagen de archivo de 1960 del rey Balduino de Bélgica y su entonces prometida, Fabiola de Mora y Aragón, posando para la prensa mundial tras ser anunciado su compromiso matrimonial. EFE//ct

Le guste o no, Felipe VI tenía que firmar la ley de amnistía. Aquellos que más defienden la Constitución Española en ocasiones desconocen que el rey no tiene opción y ha tenido que dar luz verde a que Carles Puigdemont y el resto de dirigentes independentistas imputados en el procés queden libres de cargos. La carta magna en su artículo 56 dice que “el rey arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”. No podía ser de otra forma en una monarquía parlamentaria: el monarca es meramente una figura simbólica. En democracia más no puede hacer. De poco sirven los calificativos de “Felpudo VI” que recibió por parte de la extrema derecha cuando le acusaban de tibieza durante las manifestaciones en Ferraz contra esta medida que otorga el perdón a los políticos catalanes.

Pero en los años más recientes, lejos de las monarquías absolutistas europeas, sí hubo un rey que buscó la forma de no saltarse sus principios y valores y no firmar. La historia de Balduino de Bélgica merece ser recordada pese a que ya han pasado 31 años de su muerte. Balduino era una persona profundamente católica. Tanto que durante su juventud consideró seriamente la posibilidad de convertirse en sacerdote. Muy influenciado por su fe católica, llegó a contemplar la vida religiosa antes de asumir las responsabilidades de la monarquía tras la abdicación de su padre, el rey Leopoldo III. Aunque finalmente no siguió ese camino, su fe y principios religiosos jugaron un papel importante en muchas de sus decisiones a lo largo de su reinado.

La más relevante se produjo en 1990. Los valores en Europa avanzaban (aunque lentamente) y Bélgica se estaba quedando atrás. Era de los pocos países europeos que aún no había despenalizado el aborto por la fuerte influencia de la Iglesia Católica y su parlamento se disponía a hacerlo con la aprobación de una ley. Balduino y su relación con los abortos iba más allá de sus principios morales. Casado en 1960 con hija de los marqueses de Casa Riera, Fabiola (también se habló de que se le intentó emparejar con la reina Sofía o Pilar de Borbón, hermana de Juan Carlos) no pudieron tener hijos. Le apodaron el rey triste. Por mucho que lo intentaron no lo consiguieron y su esposa llegó a sufrir hasta cinco abortos. Y para un rey no tener descendencia es grave.

Y con este trauma se vio en la situación de que su país quería legalizar el aborto. Los obispos belgas hicieron un llamamiento la población en general y expusieron su rechazo doctrinal y pastoral hacia esta ley. Como monarca constitucional, el rey Balduino tenía la obligación de sancionar las leyes aprobadas por el Parlamento, pero por motivos de conciencia se opuso. Para resolver esta situación sin provocar una crisis constitucional, el Gobierno belga optó por una solución temporal: Balduino fue declarado incapacitado para reinar durante un día, permitiendo que los ministros firmaran la ley. Al día siguiente, el monarca volvió a sus funciones, preservando así tanto sus principios como el orden constitucional del país.

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"Debemos respetar a las demás instituciones en el ejercicio de sus propias competencias y contribuir mutuamente a su fortalecimiento y a su prestigio", ha defendido el rey Felipe VI en su mensaje de Nochebuena de 2023.

Esta situación atrajo la atención internacional y suele ser referenciada en estudios sobre monarquías y derechos constitucionales, ofreciendo un caso de estudio sobre cómo las monarquías modernas manejan conflictos entre tradición y ley. Supone un todo un precedente y demostró la flexibilidad del sistema constitucional para resolver conflictos entre la convicción personal del monarca y sus deberes oficiales. No obstante, esta crisis subrayó los límites del papel del rey en una monarquía constitucional. Mostró cómo el rey debe actuar en concordancia con la voluntad democrática del parlamento, pero también respetando sus convicciones personales.

¿Podría negarse Felipe VI a sancionar una ley?

No hay precedentes directos en la historia de España similares al caso del rey Balduino de Bélgica. Ningún rey se ha negado en nuestro país a firmar una ley por motivos de conciencia personal, seguido de un mecanismo constitucional como el utilizado en Bélgica. Tampoco sería fácil. La Constitución Española de 1978 establece un marco en el cual el monarca debe actuar conforme a la voluntad del Parlamento y del Gobierno, sin permitir explícitamente que el rey se niegue a sancionar una ley por motivos de conciencia personal.

El artículo 56.3 de la Constitución española dice: “El Rey, en las Cortes, que actúa fuera de la libre voluntad emanada de las Cortes Generales”, lo que subraya el papel ceremonial y representativo del monarca en la sanción y promulgación de leyes. Además, el artículo 62 establece las funciones del rey, incluyendo “sancionar y promulgar las leyes”, reforzando su carácter protocolario, no discrecional, en este aspecto. Cualquier negativa del monarca a sancionar una ley aprobada por las Cortes Generales podría considerarse una violación de los principios sobre los cuales está basado su papel constitucional.

El Rey Felipe VI. (Alejandro Martínez Vélez./ Europa Press)
El Rey Felipe VI. (Alejandro Martínez Vélez./ Europa Press)

En un caso hipotético de conflicto similar al de Bélgica, la rigidez del marco constitucional español probablemente demandaría una solución ad hoc o una reforma constitucional, ya que actualmente no incluye un mecanismo para declarar temporalmente incapacitado al monarca por conflicto de conciencia.

Juan Carlos I y el matrimonio homosexual

En 2003, Juan Carlos I, en aquel momento todavía reinaba, no hizo declaraciones públicas específicas sobre la aprobación del matrimonio homosexual en España. La ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo fue aprobada por el Congreso de los Diputados el 30 de junio de ese año y sancionada por el rey el 1 de julio de 2005, como parte de sus funciones constitucionales. Como monarca constitucional, siguió el procedimiento establecido y sancionó la ley sin emitir opiniones personales al respecto.

Sin embargo, en ese momento, el entonces secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal, José Antonio Martínez Camino, aseguró a El Mundo que si el rey era católico, también a él le afectaba el derecho “y el deber de la objeción de conciencia ante una ley radicalmente injusta”. Juan Carlos respondió días después sobre estas declaraciones, alegando que él era “rey de España” y “no el de Bélgica”.

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