Una vez pasado el 9-J y después de que el PSOE salvara los muebles al resistir la embestida de la derecha (mantiene el apoyo por encima del 30% de los votos), el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se aferra más que nunca a la idea de agotar la legislatura para tratar de darle la vuelta al tablero político en España. “Si alguien esperaba algún tipo de adelanto electoral, que abandone toda esperanza”, aclaró este lunes la portavoz del PSOE, Esther Peña, para acallar las voces populares que pregonan “un cambio de ciclo”. No obstante, el paso a un lado de Yolanda Díaz en Sumar y el pacto independentista en Cataluña para la mesa del Parlament añaden más piedras en el camino en el deseo de los socialistas de agotar la legislatura.
Tras perder en apenas un año contra Alberto Núñez Feijóo las tres últimas elecciones nacionales (el PSOE ha quedado por detrás del PP en las municipales y autonómicas, en las generales y en las europeas), la intención del líder del Ejecutivo pasa por impulsar ya su agenda legislativa ante un horizonte aparentemente despejado de citas con las urnas (no hay más elecciones previstas hasta febrero de 2026, con las autonómicas de Castilla y León).
Más allá de su debilidad parlamentaria, las dos fuerzas que sostienen el Gobierno de coalición siguen sin superar al bloque de PP y Vox. Asimismo, en medio de las aspiraciones de agotar la legislatura, al Gobierno se le abrieron este lunes dos frentes nada más finalizar el ciclo electoral, cuando Sánchez pretendía poner el contador de la legislatura a cero.
Por un lado, la decisión de Yolanda Díaz de abandonar la dirección de Sumar tras el batacazo en las europeas ahonda aún más en la herida que ha lastrado al espacio a la izquierda del PSOE en los últimos meses. Después de que la vicepresidenta segunda fracasara en su intento de reconstruir los puentes en la izquierda alternativa tras cosechar hasta cuatro derrotas electorales en menos de un año, al PSOE se le acaba la paciencia con su socio de coalición.
Y es que, fuentes socialistas en el Gobierno y en Ferraz han apelado en varias ocasiones a la necesidad de tener una izquierda “fuerte y unida” a su izquierda, un mensaje que se volvió a repetir en Ferraz tras el 9-J, ya que la debilidad del espacio también ha perjudicado al bloque progresista frente a la suma de PP y Vox. Estas reflexiones se suman a las críticas vertidas contra Díaz por dirigentes del ala socialista del Gobierno poniendo en duda su capacidad de liderazgo, especialmente tras la abrupta salida del Podemos de la coalición electoral.
Las primeras trabas al nuevo ciclo despejado de elecciones
El hecho de que la coordinadora saliente de Sumar siga como vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, y pretenda conservar la presidencia del grupo plurinacional de Sumar en el Congreso, debilita al Gobierno a ojos de la oposición. “La decisión de Díaz debe tener continuidad en las que adopte Pedro Sánchez. Su coalición se tambalea y ya no tiene mayoría para seguir adelante. Ha perdido la mayoría social, parlamentaria y política”, afean desde Génova.
En Moncloa muestran su “respeto total” por la decisión de Díaz, y la separan de su labor en el Ejecutivo de Sánchez: “Es una decisión partidaria, orgánica”, añaden voces cercanas al presidente. Lo cierto es que la salida anunciada de la dirección del partido que ella misma impulsó deja en el aire su papel en el Gobierno como interlocutora de Sumar con el PSOE. Esta situación recuerda a la etapa posterior a la salida de Pablo Iglesias del Gobierno de coalición en 2021 para medirse ante Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. A pesar de que el exlíder de Podemos delegó en un principio el liderazgo del espacio en Díaz, la brecha con los morados abrió una especie de bicefalia en el lado del socio minoritario de la coalición. En este sentido, a las batallas lideradas por Yolanda Díaz en el seno del Ejecutivo se sumaron las luchas de los morados, con la secretaria general de Podemos y entonces ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, al frente.
También perjudica la imagen proyectada por Sánchez el pacto de los tres partidos independentistas, Junts, ERC y la CUP, para elegir al posconvergente Josep Rull como presidente del Parlament. Con la votación de este lunes, la cámara catalana vuelve a desafiar al Constitucional al aceptar los votos telemáticos de los diputados huidos, entre ellos, Carles Puigdemont. En este sentido, más allá de complicar las intenciones del líder del PSC, Salvador Illa, de convertirse en president de la Generalitat (el socialista ganó las elecciones), la decisión del bloque independentista pone en peligro el esperado cambio de ciclo en Cataluña tras la aprobación de la ley de amnistía.
Para el PP, esta acción desactiva los motivos esgrimidos por Sánchez para impulsar el perdón a los encausados por el procés catalán, más allá de que la ley era un compromiso de investidura con los partidos independentistas. Si con la ley de amnistía el PSOE perseguía el “reencuentro total” entre todos los catalanes y la vuelta a la constitucionalidad de las formaciones soberanistas, para los de Feijóo, estas formaciones “retoman el contexto de desobediencia institucional de hace siete años”.
Más allá de que el PSOE califica como “satisfactorios” los resultados de los socialistas de los últimos comicios, en Ferraz se han quedado con la miel en los labios en su nuevo intento de adelantar al PP, lo que hubiera supuesto un golpe en la mesa. En todo caso, esta nueva etapa tras el fin del ciclo electoral comienza cuesta arriba para Pedro Sánchez, que no solo tendrá que sortear los desafíos en el Congreso por su debilidad parlamentaria, sino también en el propio Ejecutivo, ahora que pretende echar a andar.