La soledad no deseada es uno de los males silenciosos que hace mella en la salud. En España, actualmente una persona de cada cinco personas (20%) sufre soledad no deseada y dos de cada tres (67,7%) que la padecen llevan en esta situación más de 2 años. Son datos del Barómetro sobre la soledad no deseada en España 2024, elaborado por Fundación ONCE y Fundación AXA dentro del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada (SoledadES), que se ha presentado este lunes y que ha contado con la presencia de Pablo Bustinduy, ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030.
La soledad no deseada es más frecuente entre las mujeres que entre los hombres, el 21,8% de las mujeres se sienten solas frente al 18,0% de los hombres. El estudio también revela que son los más jóvenes y los más mayores los que mas sufren esta soledad indeseada. La población de 18 a 24 años tiene una prevalencia de soledad de cerca del 35%. Dato que que se va cayendo según avanzan los grupos de edad, pero que en el grupo de último grupo de edad, de 75 y más años, vuelva a subir al 20%, sin olvidar que en el centro también hay una proporción muy elevada de de población en soledad no deseada.
Soledad en las grandes ciudades
A pesar de la menor dotación de servicios y los problemas de despoblación del medio rural, la prevalencia de la soledad no varía notablemente entre el entorno urbano y el rural. De hecho, la menor prevalencia de la soledad se observa en los municipios de menor tamaño (menos de 10.000 habitantes) y la mayor en tamaños de hábitat intermedios (municipios de 10.000 a 50.000 habitantes).
Una de las claves para explicar que la ruralidad no parece tener un efecto significativo sobre la soledad es su composición demográfica, ya que las personas mayores tienen una menor prevalencia de soledad que las jóvenes. Sin embargo, es cuando se añade el distintivo de la edad, es cuando se empiezan a ver diferencias. Sin bien, los adultos en edades avanzadas se sienten más solos en las grandes ciudades, los jóvenes los hacen en las zonas rurales, un hecho relevante a la hora de planificar políticas e implementar medidas en contra de esta lacra.
En este sentido, el tipo de vivienda también influye. La soledad no deseada es el doble entre las personas que viven solas (34,5%) que entre las que viven acompañadas. Además, la prevalencia entre las personas que viven solas por no contar con nadie que pueda o quiera vivir con ellas es más del doble que entre las personas que viven solas por elección (62,2% frente a 25,4%). Además, la prevalencia de la soledad no deseada entre las personas que viven solas por elección propia es mayor que la media (25,4% frente a 20,0%)
Las personas que viven en pareja, con o sin hijos, son las que tienen una menor prevalencia de soledad. Sin embargo, las familias monomarentales, u otras formas de convivencia, como pisos compartidos o vivir con otros familiares, sufren una prevalencia de soledad muy por encima de la media, aunque inferior a las personas que viven solas. La prevalencia de la soledad en las familias monomarentales (28,5%) es el doble que entre las parejas con (13,4%) o sin hijos (13,4%).
La soledad afecta más en los entornos de vulnerabilidad económica
Las personas en situación de desempleo tienen una tasa de soledad más del doble que la personas ocupadas (36,3% frente a 16,2%). De hecho, el efecto de la situación profesional en la soledad es radicalmente diferente según la edad. La diferencia de la prevalencia de la soledad entre las personas ocupadas y desocupadas en la juventud es muy leve. Sin embargo, entre 30 y 55 años la prevalencia de la soledad entre las personas en desempleo es el triple que entre las ocupadas. “Esto es debido a que cumplir con las expectativas vitales para en cada etapa de la vida tiene un efecto sobre la soledad. Esto es muy relevante, dado que se trata de un factor que no está relacionado con una mayor o menor compañía, sino como una consecuencia de la vulnerabilidad social de las personas. De hecho, la soledad está muy relacionada con la capacidad económica”, subrayan en el informe.
La prevalencia de la soledad no deseada es más del doble en la población que viven en hogares que llegan con dificultad a fin de mes (30,1%) que en los que llegan con facilidad (13,3%). La disponibilidad o carencia de medios económicos es importante en el sentido que implica una mayor o menor capacidad de participar en actividades sociales en las que relacionarse. “Además, los ingresos del hogar se asocian con una mejor salud, factor que protege contra la soledad. Desde otra perspectiva, los ingresos pueden ser especialmente relevantes para las personas con mala situación de salud”, añaden.
La discriminación aumenta la sensación de soledad
Las personas con discapacidad sufren una prevalencia de soledad no deseada 30 puntos superior a las personas sin discapacidad (50,6% frente a 19,1%). En este sentido, las personas LGTBI plus también sufren una tasa de soledad no deseada superior a las personas heterosexuales (34,4% frente a 19,3%).
La prevalencia de la soledad no deseada entre las personas que han nacido en el extranjero, o que su padre o su madre ha nacido en el extranjero, es casi el doble a la prevalencia entre la población nacida en España y que su padre y madre han nacido también en España (32,5% frente a 17,8%). “La población migrante sufre una tasa de desempleo superior a la media y es más joven que la media, ambos factores (desempleo y juventud) asociados a la soledad. Sin embargo, más allá de esta relación la literatura identifica factores propios de la población inmigrante que favorecen la soledad”, aclaran.