Un nuevo escándalo de pederastia sacude a la Iglesia: varios curas abusaron de monaguillos en un piso de Barcelona al que accedían otros adultos

Uno de los autores de los hechos fue el párroco José Mariné Jorba de la iglesia San Félix Africano, quien falleció en 2010, y ahora el Arzobispado de Barcelona ha admitido los hechos. Lo denunció Aurelio Álvarez, que fue abusado cuando era niño en los años 70

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Aurelio Álvarez fue víctima de
Aurelio Álvarez fue víctima de abusos sexuales por parte de un cura en Barcelona cuando era un niño en los años 70. (Cedida)

Aurelio Álvarez ha sido un experto en guardar silencio. Lo hizo durante 42 años, hasta que en 2023 decidió denunciar los abusos sexuales que había sufrido por parte del párroco José Mariné Jorba en la iglesia San Félix Africano, Barcelona, durante los años setenta. Lo que no imaginaba es que, en realidad, detrás de esos abusos se escondía todo un escándalo de pederastia que tenía muchas más víctimas: niños monaguillos a los que este religioso, otros dos curas más y un seminarista agredían sexualmente en un piso al que acudían también otros adultos y al que accedían incluso con contraseña, tal y como desveló una investigación del diario El País el pasado viernes. Los hechos los confirmó un testigo clave, el vicario parroquial Pere Muñoz.

Entre las víctimas, según relata Aurelio a Infobae España, también se encuentran mujeres a las que Mariné preparaba espiritualmente para ser monjas y a las que llamaban beatas, que por aquel entonces también eran menores de edad. El propio Arzobispado de Barcelona ha admitido los hechos.

Aurelio, que sufrió abusos sexuales por parte de Mariné entre 1976 y 1980, cuenta que no fue hasta 2018 cuando se atrevió a hablar de ello, gracias a la campaña que impulsó en las redes sociales la periodista Cristina Fallarás, que bajo el hastag #Cuéntalo logró reunir miles de testimonios, fundamentalmente de mujeres, que habían sufrido agresiones sexuales. Pero no fue hasta 2023 cuando este barcelonés se atrevió a denunciarlo en el arzobispado. Cuando comenzaron los abusos tan solo tenía 10 años.

“Yo no entendía nada, perdí incluso el conocimiento por el dolor, pero sabía que algo estaba mal y necesitaba ayuda. Nunca me atreví a contárselo a mi madre porque sabía que le podía destrozar la vida y, cuando decidí contárselo a mi padre, que era militar, solo empeoró las cosas porque se puso del lado del cura y empezó a maltratarme también a mí. Se portó como un energúmeno y me trató como a una mierda”, explica Aurelio, quien tampoco tuvo el apoyo de sus hermanos porque nunca le creyeron. El cura, que le decía que “eso era normal entre hombres y niños”, murió en 2010 sin rendir cuentas.

Los abusos tenían lugar en el despacho de Mariné, en la propia parroquia, donde Aurelio recuerda perfectamente haber visto al vicario Pere Muñoz, por lo que tenía claro que “él sabía lo que sucedía y fue cómplice con su silencio”. Por eso cuando denunció los hechos ante el arzobispado en 2023, no dudó en mencionar a Muñoz, quien ya con una avanzada edad, confirmó los abusos sobre Aurelio y otras víctimas ante un Tribunal Eclesiástico de Barcelona. La Iglesia optó simplemente por imponer al religioso “el remedio penal de reprensión acompañado de penitencia”, es decir, que pidiera perdón a las víctimas por escrito, algo que tampoco llegó a producirse porque, tal y como explicó la Diócesis de Cartagena en la que vivía retirado, pues se encontraba enfermo. De hecho, Muñoz falleció hace apenas un mes con 95 años. Según la diócesis, sí transmitió sus disculpas a los afectados de manera oral.

Muñoz nunca lo denunció a sus superiores

Este mismo lunes, el arzobispado de Barcelona ha explicado en una nota de prensa que Muñoz aseguró en su declaración que “nunca vio nada, pero sí sabía que en las reuniones habituales del párroco Mariné con algunos de los niños de la parroquia, podía suceder algo irregular” y, sin embargo, “nunca lo denunció a sus superiores”. Igualmente, añade el arzobispado en la nota, Muñoz dijo que había otro sacerdote externo a la parroquia que también intervino, pero “no recordaba el nombre”.

Aunque el encubrimiento no estaba previsto en el derecho canónico aplicable a la época de los hechos, argumenta el arzobispado, se considera que el silencio de Muñoz “perjudicó gravemente a las víctimas, que la infracción era grave y que era necesaria una reparación”. Esa reparación, por el momento, solo se ha traducido en proporcionar a Aurelio ayuda psicológica, de forma que la Iglesia asume el coste del tratamiento.

Aurelio Álvarez cuando era niño
Aurelio Álvarez cuando era niño junto a un amigo. (Cedida)

Una vida condicionada por los abusos sexuales

Aurelio nunca llegó a ir al piso donde los religiosos cometían esas agresiones sexuales contra monaguillos y niñas. Explica que debido a su “actitud rebelde”, Mariné abusaba de él separado del resto. “Era como estar en una secta, porque era una persona muy manipuladora que te hacía ver que todo estaba bien. Los monaguillos con los que he podido hablar ahora me cuentan que él les decía que yo no participaba de los ‘retiros espirituales’, como los llamaba, porque me resistía a las pruebas y podía estropearlo todo”. Mariné, añade, creaba un ambiente muy competitivo entre los niños e “incluso tenía a sus favoritos, que eran los que recolectaban más víctimas”.

Las incontables violaciones y otros actos sexuales que durante cuatro años sufrió Aurelio han condicionado toda su vida, pues han derivado en problemas emocionales, relacionales, conductuales y sexuales, incluyendo dos intentos de suicidio. Ahora, al menos más aliviado desde que pudo denunciar los hechos, solo confía en que tanto su caso como los desvelados recientemente en este escándalo ayuden a hablar a otros supervivientes de abusos sexuales en el seno de la Iglesia. También espera que la Conferencia Episcopal Española dé un paso adelante e indemnice de manera integral a las víctimas, pues hasta el momento, asegura, “no está haciendo nada” por los afectados.

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