Las elecciones europeas en España tienen una peculiaridad: no se habla de Europa. Mientras que el debate en otros países de la Unión Europea gira en torno a la migración, el campo o la guerra en Ucrania, las formaciones políticas españolas han convertido la contienda europea en una cita doméstica donde los proyectos brillan por su ausencia, a pesar de que prácticamente la mitad de nuestra legislación llega de las leyes aprobadas en la Eurocámara.
Estas elecciones se postulan como las más importantes en la historia de la Unión. Lejos de ser un mero proyecto con capacidades limitadas, la UE se ha convertido en esta legislatura en un actor clave en las decisiones que abordan la crisis climática, la gestión de la crisis migratoria o la guerra que sucede a las puertas del bloque y que amenaza con extenderse.
En un momento en el que Europa decide qué camino ha de elegir, al menos hasta 2027, las formaciones ultraconservadoras y euroescépticas amenazan con dinamitar la Unión desde dentro, o lo que es lo mismo, reducir al mínimo sus capacidades en beneficio de los propios Estados.
Si bien la alianza entre socialdemócratas y conservadores no peligra, el peor escenario que reflejan las encuestas alerta de que la suma de los extremismos -ubicados en su mayoría en el grupo de los Conservadores y Reformistas e Identidad y Democracia, junto a diputados no inscritos- podría comprometer la estabilidad de las decisiones en el Parlamento. En este sentido, los pactos que puedan suceder en Bruselas serán cruciales para mantener el cordón sanitario que lleva vigente 70 años.
Trasladado a la contienda nacional, Vox, presidido por Santiago Abascal y encabezado por Jorge Buxadé, reconoce que Meloni, Orbán, Wilders y Le Pen son sus aliados en Europa. Todos ellos aparecieron en el evento de presentación para la candidatura europea que celebró en Madrid, que contó además con la presencia del presidente argentino Javier Milei.
La extrema derecha, ¿amiga o enemiga?
Por otro lado, el PP nacional liderado por Dolors Montserrat evita pronunciarse sobre posibles alianzas. Primero, Feijóo sostuvo que el PPE (Partido Popular Europeo) “no debería pactar con la extrema derecha en Europa”, pero luego llegó a afirmar que Meloni “no era homologable al bloque extremista”, a pesar de su proximidad con la formación de Abascal y sus intenciones de pactar en la Eurocámara con la más extrema de las derechas, como es la del partido de Le Pen o Viktor Orbán.
Al mismo tiempo que Feijóo evita ofrecer más detalles sobre la posición ideológica del partido nacional, los populares gobiernan en cinco comunidades autónomas gracias a acuerdos con un partido ultraderechista, el mismo que comparte objetivos en Europa con Meloni.
Montserrat ha preferido en su lugar centrar su discurso en la lucha contra la ley de amnistía, las críticas al Gobierno por la imputación a Begoña Gómez o una futura moción de censura a Pedro Sánchez; una táctica que también han seguido los socialistas para llamar a la movilización del bloque de izquierdas.
Ante la indefinición ideológica del PP en los asuntos que atañe a Europa, el discurso del odio y una posición ideológica radical en temas centrales como la migración o la crisis climática otorgan la iniciativa al partido de Abascal, que aprovechará el impulso de sus homólogos en Europa.
No es casualidad que, en la recta final de esta campaña, el PP se haya visto obligado a mimetizar su discurso con la posición anti-migratoria de Vox -como ya hizo en la pasada campaña catalana-, con el objetivo de tapar la fuga de votos hacia la formación de Buxadé. Según el CIS, un 6% de los votantes de la formación que preside Feijóo planearía ahora votar a Vox este 9-J.