Chappell Roan, la musa ‘camp’ del pop ‘centennial’

Fue telonera de Olivia Rodrigo en su gira estadounidense y las búsquedas de su nombre se dispararon. Sencilla y con miedo a la fama, Kayleigh se erige como la artista ‘camp’ del momento con temas como ‘Good Luck, Babe!’

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La cantante Chappell Roan, de nombre Kayleigh Rose Amstutz
La cantante Chappell Roan, de nombre Kayleigh Rose Amstutz

Sabrina Carpenter ha conseguido su primer número uno en Spotify, y el que podría considerarse como su primer hit mundial, con Espresso: una canción de corte veraniego y pegadizos versos que confirman la fuerza narrativa que ha adquirido tras ser telonera de Taylor Swift en su magnánimo The Eras Tour, un evento canónico que arrasó Madrid hace una semana. Aunque Chappell Roan, nombre artístico de Kayleigh Rose Amstutz (Misuri, Estados Unidos, 1998), ha recibido un furor similar tras haber hecho lo propio para Olivia Rodrigo en su GUTS World Tour, ella prefiere mantenerse al margen de la cúspide de la fama.

Algunos ven en ella tintes de Lady Gaga, de Fiona Apple, del ejercicio camp en la esfera del pop de Katy Perry (nadie olvida los tiburones y las pelotas de playa en la actuación de la Super Bowl) o de la icónica Kate Bush. Roan es, simple y llanamente, un puente entre la cultura drag de la Estados Unidos profunda en la que nació y el pop más gamberro. No en vano, cuando cumplió 18 años, Kayleigh fue a un bar en el que actuaban drag queens con su tío gay. “Me sorprendió tanto lo vulgar que era”, dijo a The Kansas City Star. “Estaba en plan, ‘¿es todo esto necesario?’, pero claro, es un bar de drag, se supone que tiene que ser así, tiene que tener una estética camp”, aseguraba.

Su estética es un claro homenaje a la sensación que experimentó en aquella visita. Chappell Roan no sólo es una suerte drag persona haciendo música pop, también un guiño a la cultura que bebió en Misuri: estrafalaria, estrambótica y hortera. La cantante estadounidense vivió varias vidas antes de erigirse como el nuevo statu quo de la música centennial. Lanzó su primera canción en 2016, por lo que su alter ego artístico lleva varios años caminando por las amplias avenidas de la industria musical. Fue entonces cuando fichó por la discográfica Atlantic Records, en un contrato que le ataba a la empresa por un lustro.

Cuando llegó la pandemia, Roan lanzó Pink Pony Club, un tema que no cumplió con las expectativas de la discográfica, que prescindió de su talento en 2020, una época convulsa para cualquier tipo de reconstrucción vital o laboral. Regresó a Misuri y sobrevivió trabajando en una tienda de dónuts, entre muchos otros empleos del mismo calibre. “Joder, tenía que recomponerme”, contó Roan en una reciente entrevista con la revista Paper sobre esa época convulsa. Pero Kayleigh confiaba en su talento y sabía que no podía dejarse influenciar por la opinión de una discográfica. “Tengo que intentarlo un año más. Si odio Los Ángeles y no gano dinero con la música, me iré a Nashville, o algo así, a estudiar porque obviamente esto no es para mí”, se dijo entonces. Funcionó.

Dan Nigro (productor de Olivia Rodrigo, Caroline Polachek, Conan Gray, Kylie Minogue, Carly Rae Jepsen o Sky Ferreira) fichó a Roan para su nuevo sello, Amusement Records, y más tarde se asoció con Island Records para el lanzamiento de su álbum debut, The Rise and Fall of a Midwest Princess (2023). Canciones como HOT TO GO! o Red Wine Supernova hablan de una predilección por el corte sonoro ochentero, pero con el slang del adolescente que está chronically online (un término anglosajón que habla de una adicción a las redes sociales y a los memes que en ellas se generan). La estética asociada al disco es, precisamente, ese sentimiento de orgullo que vivió en su primer drag show: una mezcla de un ‘no entiendo nada’ y un ‘pero qué maravilla’. Todo ello con un toque patriótico (pero no en clave trumpista).

Chappell Roan, en 'The Rise and Fall of a Midwest Princess'
Chappell Roan, en 'The Rise and Fall of a Midwest Princess'

Una ‘drag’ muy natural

Un par de años después del ‘fiasco’, Chappell Roan ha conseguido encandilar al oyente que no se toma demasiado en serio y al acérrimo de RuPaul’s Drag Race. Su música celebra, pero no en un tono que la permita convertirse en un icono LGTBIQ+ al uso. Su activismo no incluye banderas arcoíris o frases cursis que abogan por la libertad sexual. La suya es una lucha que habla del colectivo que se queda arrinconado en las zonas de interior de Estados Unidos, como en el caso de Misuri. Enclaves ‘inhóspitos’ y ciudades que no tienen acceso a la cultura o a las posibilidades que las costas albergan.

Hay gente queer por todas partes en esos pueblecitos diminutos que son iguales que las zorras de las costas. Simplemente no tienen acceso a lo que esas chicas tienen. Los estados flyover no son sólo el país de Trump. Hay gente que quiere irse desesperadamente como tú y como yo”, declaró a Paper sobre la comunidad LGTBIQ+ que se queda arrinconada, social y políticamente, con respecto a ciudades como San Francisco, Los Ángeles o Nueva York.

Chappell Roan no es un producto de la fiebre de la estética que parece recorrer canales como TikTok o Instagram. Su ethos artístico no puede estar más alejado de la “lujuria” del que elige quién quiere ser. Kayleigh ha encontrado en Roan la mujer que le negaron ser. “Todo el proyecto es honrar a mi yo de 10 años, a esa versión de mí misma que nunca se me permitió ser”, dijo a la revista. Con respecto a sus llamativos looks y maquillajes, Roan afirma que no está tratando de ser una “zorra chic”: “Nada me gusta menos que las malditas marcas de lujo”, declaró. La cantante define su otra personalidad como una suerte de “payaso” que bebe de las referencias de las flappers de los años 20. Lo clásico con una “sombra de ojos azul, un gran labio rojo y purpurina, mis favoritos”, explicó a Paper.

Con su nuevo sencillo Good Luck, Babe! convertido en hit viral, y con una gira que acaba de arrancar (y con la que visitará Europa, aunque no España, el próximo mes de septiembre), Roan se perfila como la nueva it girl del pop alternativo: una artista sin etiquetas, sin pretensiones y sin mensajes artificiales que busca divertirse con una música que apela a los outcast de la sociedad coyuntural.

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