24 años del crimen de ‘Las Brujas’ de San Fernando, las adolescentes que asesinaron a su compañera simplemente para saber lo que se siente al matar

En mayo del año 2000, Klara García era asesinada por dos de sus compañeras del instituto con la única motivación de saber lo que se siente al matar

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Reconstrucción del asesinato de Klara García Casado (Diario de Cádiz)
Reconstrucción del asesinato de Klara García Casado (Diario de Cádiz)

Era mayo del 2000 cuando en España se dio a conocer una terrible noticia. En el municipio gaditano de San Fernando, dos adolescentes, Iria y Raquel, de 16 y 17 años, asesinaban a Klara García Casado, su compañera de clase. Acuchillaron a la víctima con una sorprendente frialdad con el único móvil de querer saber lo que se siente al matar una persona. Este fue el primer crimen en el país en el que se aplicó la Ley del Menor y creó mucha controversia entre familiares y vecinos.

Klara salió de su casa a las 21:30 del 26 de mayo para quedar con las que durante un tiempo habían sido sus amigas. Las tres eran compañeras de clase en el IES Isla de León en San Fernando y compartían el amor por la mitología. Sin embargo, la fascinación de las dos autoras del asesinato era todo lo relacionado con temas satánicos. Siempre vestían con ropas negras y se hacían llamar a sí mismas ‘Las Brujas’.

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Esa fue la última vez que la familia vio a Klara. Tan solo una hora más tarde era asesinada con varias puñaladas en un parque cercano a su casa. La desaparición fue reportada rápidamente y la Policía fue capaz de resolver el crimen en tan solo doce horas. Tras capturar a Iria y Raquel, ambas admitieron haber sido las autoras del asesinato.

A la mañana siguiente, José Ignacio Quintana Balonga, abogado penalista, se levantó como cualquier sábado y se fue a comprar la prensa. El vendedor le habló sobre una niña que había sido asesinada, algo inusual, ya que era una zona bastante tranquila. No le dio más importancia hasta que unas horas más tarde el padre de Klara le llamó para pedirle que le representará en el caso.

El factor emocional

El letrado aceptó sin ninguna duda, un caso que consideró “atractivo desde el punto de vista de la investigación criminal”, pero un crimen “bárbaro”. En una entrevista con Infobae España asegura que lo que más le llegó a impactar del caso fue el dolor “tan profundo y tan frío de María”, la madre de Klara, algo que no había visto antes en ningún otro juicio.

Un caso muy difícil de preparar, porque siempre hubo alrededor “un factor emocional muy grande”. Quintana explica que siempre mantuvo la objetividad y profesionalidad, pero que muchas veces se le hizo complicado “distinguir lo profesional de lo netamente emocional o humano”. Desde que comenzó el juicio como acusación pidieron la pena máxima para las dos adolescentes: ocho años de internamiento en régimen cerrado y cinco años después de alejamiento de San Fernando.

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La Ley del Menor

El juicio finalizó el 14 de febrero de 2021, lo que supuso la primera condena en aplicación de la Ley del Menor. La condena aplicada fue la máxima que se puede imponer a un menor en un caso como este y el abogado explica que “lógicamente los padres no quedaron satisfechos”. Las penas no solo tienen un fin resocializador, también uno restaurativo y en este caso si hubieran tenido 18 años habrían estado mínimo 20 años en la cárcel, con lo que “las víctimas se sienten más compensadas”.

Sin embargo, Quintana lo considera un tema “muy complejo” y al final “la ley es la ley”. “La ley del menor tiene que velar por el interés del menor y lo comparto 100%”, lo que no quita que “hay que ponerse en el pellejo de la víctima”. Sin embargo, el letrado rompe una lanza a favor, asegurando que es “una ley que se publica con buenas intenciones, pero empezó a andar con muy mala suerte”.

Explica que en este caso concreto, quizás lo más difícil de asimilar para la familia no fue el hecho de que la pena no fuera mayor, sino las circunstancias del crimen. Se realizó de forma “totalmente gratuita”, simplemente por saber lo que se siente al matar y ninguna de las dos asesinas llegó a pedir perdón en ningún momento.

Iria y Raquel

Iria y Raquel eran dos personas con historias muy diferentes, pero que compartían gustos comunes. Iria era hija de un marino que siempre estaba de viaje y según relataron sus compañeros al Diario de Cádiz, era “manipuladora” y con tendencia al autismo social. Tras su detención, explicó a una psiquiatra de la prisión de mujeres de Alcalá de Guadaira que no hablaba con su madre desde los siete años.

Por otra parte, estaba Raquel, hija de una madre adolescente que se crio con su tía abuela hasta que murió cuando ella tenía 14 años. Llena de complejos y traumas, se agarró a Iria como su única salvación. Ambas tenían gran curiosidad por todo lo relacionado con ritos satánicos.

Sin embargo, sus gustos no se quedaron solo en eso y ya meses antes del crimen comenzó a nacer en ellas una fascinación por el asesinato. Tenían como ídolo a José Rabadán, el ‘asesino de la catana’, al que incluso enviaron cartas a la prisión en la que se encontraba llegando a pedirle matrimonio. Iria además disfrutaba escribiendo historias truculentas y una de ellas fue un calco del asesinato que tres meses más tarde cometería.

Lo que tendría que haber hecho saltar todas las alarmas fue un ensayo previo que Iria y Raquel realizaron tan solo unas semanas antes. Fue en los aseos del centro comercial Bahía Sur, pero acabó siendo frustrado y pasando desapercibido, ya que se confundió con un simple intento de robo.

Pasados los ocho años de condena, ninguna de las dos regresó a San Fernando. A Raquel se le perdió la pista en Madrid, mientras que Iria se fue a vivir a Oxford donde estudió psicología. En 2019 saltó a las portadas de los principales periódicos británicos debido a que sacaron a la luz su pasado en el momento en el que trabajaba en una escuela privada.

La polémica llegó incluso a los medios españoles, pero Quintana, al que le contactaron para corroborar los hechos en ese momento, explica que es “totalmente lícito”, ya que según la legislación española los crímenes cometidos por menores no se convierten en antecedentes penales.

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