Juan Carlos I, el peso de la corona y de una vida secreta: diez años de una abdicación histórica

Este domingo se cumple una década desde que el hoy emérito anunciara que dejaba el trono a su hijo Felipe VI. Abrumado por su difícil situación familiar, por el desgaste de su reputación y por su propio deterioro físico, había llegado a la conclusión de que debía poner fin a su reinado

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Juan Carlos I sanciona y promulga la Ley Orgánica por la que hace efectiva la abdicación de la Corona de España, el 18 de junio de 2014
Juan Carlos I sanciona y promulga la Ley Orgánica por la que hace efectiva la abdicación de la Corona de España, el 18 de junio de 2014

2 de junio de 2014. Suena el despertador a la seis de la mañana. Rafael Spottorno, Jefe de la Casa de su Majestad el Rey, pone la radio nervioso esperando que la noticia no se haya filtrado. Ha habido suerte. Los matinales están a otra cosa. Se vuelve a echar un rato. El día que le espera es largo. Porque es una de las pocas personas que sabe que al final de la mañana, sobre las 13 horas, está previsto que el “gran jefe”, Juan Carlos I, haga un anuncio histórico a la nación: va a abdicar en favor de su hijo tras 39 años de reinado. Una decisión muy meditada de la que ya no hay vuelta atrás y en la que se ha estado trabajando en secreto en los últimos meses.

Este domingo se cumplen diez años de esa abdicación histórica. La vida del emérito ha cambiado mucho en esta década. El descubrimiento de su fortuna oculta en el extranjero, la confirmación de una agitada vida amorosa al margen de su matrimonio, problemas judiciales, regularizaciones fiscales para no ser imputado por defraudar a Hacienda, su retirada definitiva de la vida pública, el distanciamiento con su hijo Felipe VI, y el exilio en Emiratos Árabes, a 5.600 kilómetros de distancia en avión a Madrid.

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Nadie sabe realmente cuándo Juan Carlos I tomó la decisión de dejar el trono, teniendo en cuenta que él siempre había defendido que “los reyes se mueren, no abdican”. La versión oficial la dio este miércoles el propio Spottorno en una conferencia en el Ateneo de Madrid, señalando que simplemente había llegado el momento después de que el hoy emérito se diera cuenta en 2014 de que los objetivos de su reinado se habían cumplido: “Conseguir que los españoles fueran protagonistas de su propio destino y convertir a España en una democracia moderna”. Entonces tenía 76 años, y creía que su hijo había alcanzado ya “la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado”.

Pero la historia siempre es más enrevesada. Seguramente el punto de inflexión se produjo en abril de 2012, cuando el monarca viajó en secreto con su examante Corinna Larsen a Botsuana a cazar elefantes. La noche del 12 al 13, el rey se tropezó en la habitación que se le había habilitado en el campamento, se cayó y se rompió la cadera. Juan Carlos I está grave y debe volver a España lo antes posible para ser hospitalizado. La situación es tan surrealista que su equipo de seguridad debe improvisar el regreso con nombre falso. El escándalo no se pudo tapar y alguien pensó que era mejor filtrar todo lo que había pasado para frenar de una vez por todas las andanzas no oficiales del Jefe del Estado, que sigue enamorado de su examante alemana, a la que ya ha pedido matrimonio en el pasado y se lo volverá a pedir en el futuro.

Juan Carlos I y Corinna, en una cacería en España al inicio de su relación. (SkyShowtime)
Juan Carlos I y Corinna, en una cacería en España al inicio de su relación. (SkyShowtime)

El escándalo es mayúsculo. Y el daño a la monarquía, tremendo. Toda España se entera de que su rey está matando elefantes con una querida en una de las zonas más bellas de África. “Lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir”, señaló el monarca días después cuando salió del hospital a modo de penitencia pública. No era verdad. Dos meses después, el rey donaría a Corinna 65 millones de euros que tiene ocultos en Suiza. Porque sí, el monarca lleva años amasando una fortuna en el extranjero con testaferros y cuentas opacas. Una vida B con una caja B al margen de la oficial. Su matrimonio con la reina Sofía es simplemente un simple contrato desde hace años.

En febrero de 2013, uno de los periodistas mejor informados sobre la Familia Real, José Antonio Zarzalejos, publica en El Confidencial que el rey baraja ya la abdicación. El monarca vive abrumado por su difícil situación familiar, por el desgaste de su reputación pública y por su propio deterioro físico. El CIS confirma que la monarquía española tira a la baja. En el barómetro del mes de abril de 2013, la institución registra su peor dato histórico, un suspenso de 3,68. Javier Ayuso, quien fuera jefe de prensa de la Casa Real entre 2012 y 2014, asegura, en cambio, que en las encuestas internas que ellos hacían la república nunca superó a la monarquía como modelo de Estado favorito de los españoles.

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Por aquella época el rey vive un fuerte debate interno. Corinna relataría que en agosto de 2013 el monarca le volvería a pedir matrimonio y que barruntaba la posibilidad de dejarlo todo y empezar con ella una nueva vida en el extranjero. Pero su ritmo de gastos es alto, esa vida B que lleva disfrutando desde hace años tiene un coste económico y quiere que su exnovia le ayude financieramente tras la donación de 65 millones que le ha hecho un año antes. Philip Adkins, el primer marido de Corinna -que sorprendentemente se ha convertido en un buen amigo de Juan Carlos I-, señala que ambos habían planeado repartirse el dinero, pero que ella se lo quedó todo, engañando al monarca.

Los problemas llegaban uno tras otro. El caso Nóos seguía siendo una losa. Iñaki Urdangarin llevaba imputado desde 2011. Y su mujer, la infanta Cristina, hija del rey, lo sería en enero de 2014. Así que con este panorama y una situación política convulsa que augura cambios, llega la Pascua Militar del 6 de enero de 2014, otro punto de inflexión en las decisiones que tomaría en el monarca en un futuro inmediato. El día anterior ha pasado su cumpleaños en Londres con Corinna, ha regresado cansado y toda España puede ver a un monarca avejentado que no puede leer un discurso de seis minutos, que se equivoca y balbucea. “Había sensación de fin de ciclo”, explicaría esta semana Spottorno en su conferencia en el Ateneo.

Juan Carlos I y Felipe VI. (Josefina Blanco/Europa Press)
Juan Carlos I y Felipe VI. (Josefina Blanco/Europa Press)

Lo que está claro, según han explicado varios de los protagonistas que vivieron de cerca esos días, es que el rey tomó la decisión de abdicar a principios de 2014 y que se lo comunicó a un grupo muy reducido para que fuera trabajando con total discreción para que su renuncia se materializase sin problemas. Felipe VI estaba a favor de la decisión. Conocía los desmanes de su padre y él creía que lo mejor era hacer cambios para consolidar el futuro de la monarquía y de su reinado. “Fue una decisión personalísima del monarca”, explica Spottorno. “El peso de la corona”, lo definiría Mario Conde, antaño buen amigo de Juan Carlos I. El 31 de marzo se lo comunicaría al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y tres días después a Alfredo Pérez Rubalcaba, secretario general de los socialistas y líder de la oposición. “Era el momento. Nuestras encuestas internas mostraban que la ciudadanía suspendía a Juan Carlos I y aprobaba a Felipe VI”, explica Javier Ayuso.

Desde el 3 de agosto de 2020, el emérito, Juan Carlos I, reside en Abu Dhabi, actualmente en una lujosa mansión en la isla de Nurai

El apoyo de Rubalcaba

Spottorno asegura que el rey siempre ha tenido un “buen olfato político” para elegir los momentos adecuados. La abdicación tenía que plasmarse en una ley orgánica. En esos momentos bastaba con la mayoría absoluta del PP, pero el monarca quería contar con un amplio apoyo y que el PSOE también la refrendara con sus votos. Las elecciones europeas de mayo de ese año habían lanzado una clara advertencia: la evidente crisis del bipartidismo. PSOE y PP sumaban por primera vez menos del 50% de las papeletas desde 1977. Y en 2015 había elecciones generales. Nadie podía garantizar qué tipo de Cortes saldrían tras las urnas de ese año. Había que hacerlo antes del verano de 2014, antes de que Rubalcaba dejara la secretaría general del PSOE.

Y es que Rubalcaba fue clave para que todo saliera bien. Había entablado buena amistad con Juan Carlos I en los Juegos Olímpicos de 1992 y retrasó su marcha del liderazgo del PSOE para pilotar dentro de su partido el apoyo a la abdicación. “Alfredo siempre decía ‘primero España, luego el PSOE y luego nosotros’”, señala Elena Valenciano, mano derecha de Rubalcaba en el partido esos años. De hecho, fue idea de Rubalcaba que la ley orgánica de abdicación fuera lo más sencilla posible: solo tiene un artículo y una disposición final. El texto fue revisado por Landelino Lavilla, reputado jurista y destacado político de la Transición. Cuando este dio el visto bueno, solo hubo que fijar una fecha, el 2 de junio, para anunciarlo.

Juan Carlos I, fotografiando a su Corinna Larsen y a su hijo. (SkyShowtime)
Juan Carlos I, fotografiando a su Corinna Larsen y a su hijo. (SkyShowtime)

“Fue un milagro que no se filtrara”, señala Spottorno. Aunque el equipo de personas que lo sabía y trabajaba en la abdicación era muy reducido, con el paso del tiempo se había ido ampliando irremediablemente. En ese equipo de trabajo estuvieron los entonces Príncipes de Asturias, Felipe y Letizia. Lo demás es historia.

Juan Carlos I lo pudo anunciar el 2 de junio, el Congreso aprobó la ley orgánica el 11 de junio (con la abstención del diputado socialista Odón Elorza) y el rey la firmó el día 18. Un mes antes, Corinna asegura que el rey le había pedido matrimonio por tercera vez. La relación se rompería finalmente a finales de 2014 y los problemas judiciales y reputacionales del ya emérito se agravarían en 2018, cuando se hicieron públicas las grabaciones que el comisario Villarejo hizo a la examante del rey. Desde entonces todo fue cuesta abajo: en junio de 2019, Juan Carlos I anunció que se retiraba de la vida pública y en agosto de 2020 se fue a vivir a Abu Dabi.

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