Castilla-La Mancha, la región que fue obligada a unirse hace 41 años con comarcas que no tenían nada en común: sin Madrid y con Albacete

Este viernes se celebra el día de la comunidad de forma discreta y sin especial entusiasmo entre los castellanomanchegos, los españoles menos regionalistas

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Molinos de viento en la Sierra de los Molinos en Campo de Criptana, Ciudad Real. (Rey Sotolongo / Europa Press)
Molinos de viento en la Sierra de los Molinos en Campo de Criptana, Ciudad Real. (Rey Sotolongo / Europa Press)

“Las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes, los territorios insulares y las provincias con entidad regional histórica podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas”. De este fragmento del artículo 143 de la Constitución Española nacieron las comunidades autónomas tal y como las conocemos hoy. Sin embargo, Castilla-La Mancha, a diferencia del resto de regiones que nacieron con la llegada de la democracia, fue la de suma comarcas que poco tenían en común entre ellas. Ahora, después de 41 años, la situación de las cinco provincias cosidas entre ellas es muy diferente de cuando se convirtieron en una sola autonomía.

En su momento, y con el paso de los años, muchos calificaron esta unión de “artificial”, porque no todos los territorios anexionados tenían una historia ni una tradición común. De hecho, bajo el paraguas de Castilla-La Mancha se reconocen 22 comarcas históricas. A esto se suma que en ningún momento antes en la historia administrativa o política de España ha existido un ente que se pudiera identificar en su composición territorial con lo que actualmente es Castilla-La Mancha.

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José Antonio Castellanos, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) y experto en la Transición, explica que “la división administrativa que hacía el franquismo (si lo queremos llamar de una manera un tanto benévola) en regiones no se correspondía con la composición territorial que va a tener Castilla-La Mancha”. “Castilla La Nueva estaba compuesta por Ciudad Real, Toledo, Cuenca, Guadalajara y Madrid, y Albacete no estaba incorporado en esa división, sino que pertenecía a Murcia”, apunta.

Mapa político de España de 1950. (Instituto Geográfico y Catastral, 1950. Obtenido en la cartoteca del Instituto Geográfico Nacional)
Mapa político de España de 1950. (Instituto Geográfico y Catastral, 1950. Obtenido en la cartoteca del Instituto Geográfico Nacional)

Este mapa cambia durante el periodo de la Transición. Las fronteras se mueven y se establecen de forma definitiva. Castilla La Nueva desaparece y tiene lugar una recomposición territorial que llega hasta el día de hoy: Albacete acabaría formando parte de la nueva región y a provincia de Madrid se quedaba fuera. La provincia de la capital se constituyó como comunidad autónoma aparte, no solo por una cuestión identitaria, sino también por las implicaciones que podía tener en el futuro incorporar una metrópolis como Madrid en una comunidad autónoma. Esta sexta provincia se habría llevado todos los fondos.

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22 comarcas y una comunidad

Para entender cómo las 22 comarcas históricas que reconoce la Junta acaban bajo un mismo paraguas, para Castellanos es necesario mirar modo el mapa en su conjunto: “En la mente de los responsables políticos de la época, tanto a nivel nacional como a nivel provincial o local, a la hora de plantearse cuál iba a ser el futuro territorial de España, uno de los grandes problemas era qué hacer con Castilla, porque era muy grande. Era una un territorio que iba desde el norte de España hasta el sur. La composición de Castilla-La Mancha no es sino una ramificación de ese problema, de qué hacer con el ámbito castellano”.

En el intento de sortear esta cuestión, se pasaron por alto ciertas sensibilidades, pero se tuvieron otras en cuenta. En esta ecuación, Albacete es un caso peculiar. “En los municipios del este de la provincia, sus habitantes se sentían más próximos a la Comunidad Valenciana o en el sureste a Murcia. Sin embargo, buena parte de los habitantes de la parte occidental, como La Roda o Villarrobledo, eran manchegos. Los niveles de identificación de sus habitantes con La Mancha eran tan altos o más que los que podíamos encontrar en municipios de la provincia de Ciudad Real o de Toledo”, detalla el profesor.

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Sin embargo, es Guadalajara la provincia que más problemática supone en esta suma porque La Mancha, la comarca más extensa entre las 22 que conforman la comunidad, baña a todas las provincias, salvo a la más septentrional. “La mayoría de los habitantes de Guadalajara, por no decir todos, no se sienten manchegos, no pertenecen ni a la comarca de La Mancha ni al ámbito tradicional de adscripción de La Mancha”, explica que profesor, que recuerda que esta es la razón del nombre compuesto que recalca que también hay castellanos en la comunidad.

Un sentimiento castellanomanchego en construcción

“Los niveles de identificación de los habitantes de las cinco provincias con la región en los momentos en los que se fragua la Castilla-La Mancha, véase 1978 o incluso 1982, cuando surge el Estatuto o en 1983, cuando se celebran las primeras elecciones autonómicas, son muy bajos, sobre todo en comparación con otros territorios de España. Si lo comparas con los niveles de identificación de los catalanes con Cataluña, de los vascos con el País Vasco, de los gallegos con Galicia, por poner quizá los tres ejemplos más significativos, pues son bajos”, reconoce Castellanos, que añade que sería exagerado hablar de una sensación de alboroto o alegría durante el proceso de formación autonómica.

Los recién bautizados como castellanomanchegos miraban con indiferencia su nueva región. En 1996, más de una década después de que se constituyeron las primeras Cortes de Castilla-La Mancha el 31 de mayo de 1983, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) llevo a cabo el estudio ‘Conciencia Nacional y regional’. Cuando les preguntaron por su sentimiento regionalista, el 34,6% aseguraba sentirse solo español, el doble de la media del resto de regiones, que se situaba en el 15,5%.

Varias décadas después, la situación es diferente. El ‘Estudio sobre Identidades Culturales, Nacionales y Europeas’ publicado en mayo de 2023 por el CIS, muestra que la mitad de los españoles se siente tan españoles como de su propia región (el 52,8%), el 12,4% se siente más español que de su propia región; el 15,3% se siente más de su región que español; el 9,3% se siente solo español; y el 5,9% se siente solo de su región.

Castilla-La Mancha marca los extremos: el 17,7% de los castellanomanchegos solo se sienten españoles, la cifra más alta entre todas las comunidades autónomas; solo el 18,1% se siente más español que castellanomanchego (la segunda cifra más alta, solo por detrás de la Comunidad de Madrid con 21,7%); el 56% se siente tan español como castellanomanchego; solo el 4,1 % se siente más castellanomanchego que español; y nada más que el 1,1% se siente únicamente castellanomanchego, cifra más baja de todo el país. Sin embargo, a pesar de ser una de las comunidades con menos sentimiento regionalista, ha habido una clara evolución en estas cuatro décadas.

40 años no dejan de tener su peso y no hay nada como mirar a los demás para empezar a vernos a nosotros mismos: “Hay un sentimiento de identidad que en parte también ha crecido y se ha alimentado por una lógica de contraposición con el resto de comunidades autónomas El otro nos ayuda a identificarnos”.

Herramientas de cohesión incompletas

La Junta de Castilla-La Mancha ha llevado a cabo planes para tratar de difundir un sentimiento regionalista. El 31 de mayo se celebra el Día de la Región y se programan eventos en las capitales de provincia, pero nunca hay un amplio seguimiento. Otras herramientas han tenido más éxito, como la universidad o la televisión autonómica. Castellanos está convencido que la mayor máquina de crear castellanomanchegos es la UCLM, una universidad repartida por toda la región, con campus en todas las capitales de provincia, salvo en una: Guadalajara. Una vez más, es la provincia que se queda desplazada y una vez más da la sensación de que algo no acaban de encajar del todo, a pesar de que hayan pasado 41 años.

“Y si vas a La Mancha no te alborotes porque vas a la tierra de Don Quijote”. Es el último verso de una jota que casi cualquier manchego puede tararear o cantar con facilidad. Este viernes, acompañada de guitarras y bandurrias, sonará en muchos rincones en el día de la comunidad autónoma, sin embargo, en muchas comarcas no la cantarán porque no la conocen, y porque de hacerlo sería algo impostado.

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