Pocas veces se había visto Madrid como estos días, totalmente entregada la ciudad a la llegada y posteriores conciertos de Taylor Swift. La cantante, posiblemente la más exitosa de la década, ha aterrizado en la capital para continuar con su gigantesca gira The Eras Tour, donde durante casi cuatro horas realiza un viaje a lo largo de toda su discografía en shows que superan, fácilmente, las cuarenta canciones. Luces, escenografía, vestuarios e incluso algunas palabras en español son lo que la cantante ha regalado a sus fans en el estadio Santiago Bernabéu, los cuales contestaban con gritos de éxtasis.
Sin embargo, los logros que han conducido a la cantante hasta esta entrega del público no han sido cosa de un día: responden, al contrario, a una dilatada carrera de diecisiete años en los que han visto la luz once álbumes y no han faltado ni los premios ni las miles de millones de reproducciones. Pero quienes más conozcan a Taylor Swift, sabrán que este es un éxito para el que parecía destinada desde bien pequeña, tanto por talento como por dedicación.
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Sentía que no la tomaban en serio
La cantante nació en West Reading, Pensilvania, y se crio en una granja de árboles de Navidad junto a su familia. Ya demostró una gran afición por la música a una temprana edad -compuso su primera canción a los 12 años-, sobre todo por el country, algo extraño en una niña tan joven. La secundaria la estudió en Wyomissing, donde aprendió a tocar la guitarra y a interesarse por el teatro musical. Incluso iba, de vez en cuando, a clases de canto e interpretación en Nueva York.
No obstante, quizá el momento más decisivo de esos años fue cuando les propuso a sus padres mudarse de Pensilvania al estado de Tennessee, por ser este la cuna de este género. La familia, que siempre creyó en ella y en sus posibilidades, se mudó entonces a Hendersonville, en esa misma zona, y Taylor se graduó en secundaria a los 14 años, uno antes de lo normal.
Ya de adolescente llegaron sus primeros logros como cantante, como cuando pudo cantar el himno de su país en una competición de tenis. Poco después, firmó con su primer sello discográfico, pero no le fue demasiado bien, en parte porque, como ella explicó más adelante, no fue “tomada en cuenta”.
En el momento y lugar adecuados
Por suerte para ella, fue estando allí donde conoció a Scott Borchetta, un empleado de otros sellos dedicado a la promoción y el desarrollo de artistas. Este había tomado la decisión de fundar su propio marca discográfica, Big Machine Records, y no tardó en apreciar el brillante futuro de aquella joven de 14 años, a la que pidió que fuera su primera artista contratada en su nuevo proyecto empresarial.
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Así, fue bajo el paraguas de Big Machine Records donde Taylor Swift lanzó su primer álbum, que llevaba su mismo nombre, en 2006. Durante varios meses, se la pudo escuchar en diferentes emisoras de radio del país interpretando canciones como Tim McGraw, un single que alcanzó el número 5 de la lista Billboard 200 y no lo soltó durante 157 semanas consecutivas. Había nacido una nueva estrella del country, cuya consagración se dio en 2008, cuando con su segundo álbum, Fearless, consiguió 4 premios Grammy, incluyendo el de Álbum del Año. EL resto, ya es historia.