La esquizofrenia es un trastorno mental grave por el cual las personas interpretan la realidad de manera distorsionada y que afecta, aproximadamente, a 24 millones de personas en el mundo. Ahora, un estudio internacional del Instituto de Investigación del Hospital del Mar, en colaboración con investigadores del grupo de Neuropsicofarmacología de la Universidad del País Vasco, del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM), puede facilitar la creación de nuevos tratamientos personalizados para las personas diagnosticadas con esquizofrenia.
Se trata de pacientes que sufren diferentes tipos de síntomas, como delirios, alucinaciones, déficits cognitivos, con afectación de la memoria o del lenguaje, y síntomas depresivos. Los tratamientos actuales, dirigidos en gran parte a una diana terapéutica concreta, el receptor de serotonina de tipo 2A, no permiten incidir selectivamente en los síntomas que sufre el paciente, provocando en los enfermos efectos secundarios, metabólicos o motores, lo que favorece el abandono del tratamiento.
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A pesar de que los compuestos que se han utilizado en el estudio no son todavía fármacos de uso en humanos, este trabajo en múltiples escalas “desvela un plan para el diseño químico de futuros fármacos que aborden vías más específicas para tratar la esquizofrenia, evitando vías asociadas a efectos secundarios, lo cual es relevante para un tratamiento más personalizado, adaptado a los síntomas de cada paciente”, explica la doctora Jana Selent, una de las autoras principales del estudio e investigadora en el Hospital del Mar.
En este sentido, el trabajo, que ha sido publicado por Nature Communications, ha permitido determinar el papel de las proteínas G, que son fundamentales en la respuesta de las células en la esquizofrenia. En concreto, ha demostrado que dos tipos de estas proteínas permiten modular los principales síntomas de este trastorno. “Estas proteínas están acopladas al mismo receptor, pero no actúan de la misma manera, provocando reacciones diversas en las células”, añade Selent.
Una investigación compleja
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores seleccionaron cuatro compuestos que se estudiaron primero en células donde se demostró que, al unirse al receptor de serotonina de tipo 2A, desencadenaban respuestas en diferentes tipos de proteínas G.
Estos resultados se trasladaron a análisis en muestras de tejido cerebral humano procedentes de la colección del Grupo de Neuropsicofarmacología de la UPV. En ellas, se pudo comprobar la forma en la que los compuestos tuvieron actividad muy diferente en relación con las proteínas G, ya que algunos las activaban, pero otros las desactivaban. También se testó en modelos de ratón diseñados para simular los síntomas de la esquizofrenia y los investigadores observaron que estos compuestos tenían efectos conductuales específicos en función de qué proteína G activaban.
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De este modo, utilizando técnicas farmacológicas y genéticas en ratones, se comprobó que una de estas proteínas G están implicadas en los síntomas relacionados con la psicosis y otro tipo de proteína G, con los déficits cognitivos
A pesar de que los compuestos utilizados en el estudio no son todavía fármacos de uso en humanos, los investigadores consideran que este trabajo desvela un plan para el diseño químico de futuros medicamentos que aborden vías más específicas para tratar la esquizofrenia, evitando vías asociadas a efectos secundarios.
”La posibilidad de inhibir el acople del receptor de serotonina 2A a ciertas proteínas G se ha propuesto para el diseño de un nuevo tipo de fármacos, denominados agonistas inversos, como potenciales herramientas frente a los cuadros psicóticos”, ha concluido la investigadora de la UPV, Rebeca Díez-Alarcia.