El norteamericano Sean Baker se ha coronado en la 77 edición del Festival de Cannes gracias a su película Anora, protagonizada por Mickey Madison, que encarna a una joven trabajadora sexual que se ve envuelta en una especie de historia ‘a lo Pretty Woman’, pero de carácter mucho más subversivo.
Durante una noche loca, la joven conocerá al hijo de un oligarca ruso y comenzarán una relación. Después de casarse en Las Vegas, la familia de mafiosos intentará anular el matrimonio, de manera que la historia se convertirá en una perversa deconstrucción del tradicional cuento de hadas.
Baker siempre ha querido y respetado a sus personajes, ha dado voz a los seres que habitan los márgenes y lo ha hecho siempre desde una mirada nada convencional en la que no hay lugar para el moralismo, impregnando sus relatos de un afilado sentido del humor que tiene mucho de vitriólico y en el que laten las miserias del ser humano, sin necesidad de generar dosis de autocompasión. Sin edulcorantes ni sensacionalismos
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Primeros trabajos
El director comenzó su carrera en el año 2000 dentro del ámbito independiente con Four Letter Words, aunque su primer éxito dentro del circuito de festivales fue gracias a Prince of Broadway (2008), en la que comenzaría a sentar las bases de su estilo y su interés por los márgenes de la sociedad, en este caso a través de la historia de dos inmigrantes que venden imitaciones de marcas de lujo.
Le seguiría Scarlet (2012), en la que ya aparece el tema de la industria pornográfica, un aspecto recuperaría en algunos de sus siguientes trabajos, y que contó con el protagonismo de Dree Hemingway, bisnieta del famoso escritor.
A partir de su siguiente título, su trayectoria no haría más que crecer, así que los repasaremos de manera individual.
‘Tangerine’
Una de las películas de culto del nuevo ‘indie’ americano, una obra indómita con la que Baker demostró que se podía abordar el cine social desde una perspectiva de lo más refrescante. La grabó a través de teléfonos móviles (iPhone 5), con un presupuesto de lo más precario y seguía los pasos de dos mujeres transexuales que ejercían la prostitución por las calles de Los Angeles. A través de un estilo callejero, enérgico y deslenguado, el director caminaba junto a sus criaturas de manera tan desenfadada como precisa a la hora de destapar los abusos y la explotación a los que tenían que someterse diariamente, acercándonos a sus esperanzas y sus miedos.
‘The Florida Project’
El director volvió a utilizar su mirada ‘observacional’, a medio camino entre el documental y la ficción, al igual que ocurría con Tangerine, a la hora de adentrarse en un entorno degradado, unos bloques de edificios a modo de hostales de mala muerte, situados justo al lado de la fábrica de sueños de Disney World.
Los contrastes que se generaban resultaban totalmente reveladores, todavía más si tenemos en cuenta que se rodó durante la era Trump, enseñando la otra cara de una Norteamérica repleta de problemas estructurales y caldo de cultivo para marginación social en la que está presente la prostitución, la pederastia, la falta de expectativas laborales, sin que se subrayara de forma explícita ninguno de esos temas.
Estaba protagonizada por actores no profesionales (excepto Willem Dafoe) y descubrió a pequeña Brooklyn Prince, la auténtica protagonista de una película que se sitúa en todo momento a la altura de sus ojos, entre la inocencia y la picaresca.
Se puede alquilar en Apple TV y en Amazon.
‘Red Rocket’
El director recuperó al ex actor pornográfico Simon Rex, para hablar de la masculinidad tóxica a través de la historia de un exactor porno que, después de triunfar en la industria del cine X, regresa a su pueblo de Texas arruinado. De nuevo un personaje utilizado para componer un juego de espejos con la realidad y que en ningún momento se juzga, evidenciando sus luces y sombras.
Está disponible en Prime Video.