El Museo Thyssen-Bornemisza presenta una amalgama de visitantes cuando el reloj marca el mediodía. Excursiones escolares, grupos de turistas que no han dudado en contar con la ayuda de la audioguía y ciudadanos locales que aprovechan el buen tiempo para visitar la exposición de Isabel Quintanilla, una de las más destacadas de la temporada en la capital. En un pequeño círculo a la entrada de la pinacoteca, se encuentra José Miguel Viñas. En la mano tiene un ejemplar de Los cielos retratados (Planeta), el libro que acaba de publicar. Espera a que todos los periodistas estén listos para arrancar un tour marcado por algunos de los cuadros impresionistas y paisajísticos más espectaculares de la colección.
Van Gogh, Brueghel, Pissarro, Nolde, Boudin... El físico, que trabaja en Meteored, ha convertido su especialidad en una suerte de ventaja para ir más allá de la narrativa de un lienzo. Viñas ha fusionado su conocimiento en torno al clima y la meteorología con el arte, un binomio que explota a través de elementos como el cielo, el mar o las nubes. Así, Los cielos retratados es un tratado divulgativo que ahonda en los paisajes plasmados por algunos de los artistas más notorios con el objetivo de analizar el clima y el paisaje de la época en la que desarrollaron su arte.
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Para expresar lo que ha querido retratar en el libro, Viñas escoge un par de obras que despliegan no sólo la majestuosa técnica de sus pintores, sino también un alarde climático que le fascina. El azul del cielo será distinto dependiendo de si la tormenta viene o se va, al igual que las nubes, que adquirirán un tamaño, forma y tonalidad en función de si está lloviendo o no hay rastro de la precipitación. La emoción empapan el discurso y los gestos del físico, ensimismado por la capacidad casi fotográfica de los pintores impresionistas o naturalistas de capturar sus realidades meteorológicas.
“Echaba en falta esas explicaciones”, dice a Infobae España sobre los elementos naturales que visten un lienzo. Un atardecer del color del vino tinto, una tormenta estival que tiñe el cielo del gris más profundo o un azul turquesa que convierte el océano en una paleta de acuarelas. “El tema del cielo se toca muy de puntillas, es casi como una cosa anecdótica”, añade, poniendo de manifiesto que, pese a las extensas explicaciones que el visitante recibe sobre el hilo conductor del cuadro, pocas veces se sitúa el foco en los elementos meteorológicos que lo conforman. “Es un valor que no se valora lo suficiente porque se va un poco a los personajes” que conforman la obra, explica.
A través de los cielos del arte, Viñas es capaz de discernir la época del año. Una simple nube podría indicarle que el cuadro se pintó en primavera y el tratamiento de la luz también le aporta información clave para trasladarse, en términos climáticos, a dicho período. “En los cartones de Goya que se pueden ver en el Prado, llaman la atención las escenas que él representa, pero el cielo es anodino”, explica a este medio. “He viajado con Goya a esos años y me he dado cuenta de que, realmente, él veía esas nubes”, una información que permite al físico saber en qué época y en qué lugar determinado de Madrid pintaba el artista español.
Los cielos retratados es una suerte de enciclopedia climática para las grandes obras paisajísticas de la Historia del Arte. Así, hay un capítulo dedicado a las nubes, otro al tratamiento de la luz, e infinidad de ellos a las realidades climáticas de las que fueron testigos pintores como Van Gogh, Velázquez, Monet, Turner o Pissarro. Por ejemplo, Viñas dedica una serie de páginas a la nieve, un fenómeno que artistas como Sisley plasmaron (y estudiaron) en sus lienzos. También a los grandes paisajistas norteamericanos o a los efectos que el movimiento sísmico generó en las tonalidades del cielo.
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El arte como vehículo de la emergencia climática
La magnanimidad de las escenas que José Miguel Viñas explica con claridad y ahínco parecen sacadas de una aplicación de inteligencia artificial, no tanto por su grado artificioso, más bien por la realidad de un planeta que se cae a trozos a causa de la crisis climática. “Afortunadamente, todavía no hemos llegado a un punto en el que no podamos seguir disfrutando de la naturaleza o del cielo”, responde para calmar las aguas de la pregunta de tintes distópicos. “Es verdad que, cuando uno recorre las salas de un museo como el Thyssen, se da cuenta de que hay un paisaje que está muy amenazado y que ya es muy difícil de ver fuera de un cuadro”, explica.
Para Viñas, el arte puede ser un motor de “concienciación” para abordar las necesidades de cambio en todo lo relativo a la emergencia climática. “Está poco explotado, se están haciendo cosas y hay iniciativas muy buenas en algunos museos”, pero cree que todavía se puede hacer mucho más para narrar, a través de los lienzos, la importancia y la riqueza paisajística a conservar. El físico es como un pintor impresionista: busca plasmar sus realidades (en su caso, meteorológicas) en Los cielos retratados. Contar una realidad científica que en escasas ocasiones se liga al arte.
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“Si alguien está acostumbrado a una pintura de detalle, puede que le decepcione un cuadro de un pintor impresionista, pero eso es porque no capta lo que éste quiere transmitirnos”, dice sobre la corriente artística que nutre gran parte de su libro. Para Viñas, el impresionismo es una suerte de “laboratorio para experimentar”, un ente intangible en el que los artistas de la época retrataron las sensaciones fluctuantes de la naturaleza y la riqueza pictórica y cromática del espacio.