La cortijo de los Galindos fue en 1975 testigo de uno de los peores crímenes cometidos en España. Cinco personas, todas de clase humilde y cuatro de ellas trabajadores de la finca, aparecían muertas. Dos con lo que parecían golpes de algún tipo de barra, uno con disparos de escopeta y los últimos por una paliza con la culata de un arma de fuego. La masacre tuvo muchas hipótesis detrás, pero nunca se llegó a saber lo que realmente había pasado.
Tras una investigación de años el caso acabó siendo archivado en 1988 sin la celebración de un juicio y prescribió en 1995. Esto parecía que iba a ser el final definitivo para la historia y que estaba destinada al olvido. Sin embargo, esto cambió en 2019, cuando Juan Mateo Fernández de Córdova, hijo del marqués de estas tierras, publicó el libro ‘El crimen de Los Galindos. Toda la verdad’.
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Una sucesión de mala suerte
Esta historia, como muchas otras, gira alrededor del dinero. El marqués de Grañina había participado en un fraude económico en la cooperativa Coduva. Uno de los manijeros de la finca, Manuel Zapata, descubrió el delito y movido por su honestidad iba a viajar a Sevilla para contarle todo a la suegra de su jefe, mientras este se encontraba en Málaga, según relata el periódico ABC.
Antes había avisado a uno de los tractoristas de la finca, José González, para que esa tarde se acercará al cortijo con su mujer Asunción, porque Juanita, pareja de Zapata, se encontraba enferma. A cambio del favor, les pagó dos jornadas y González dejó en su puesto a otro chico ajeno al cortijo. Todo estaba planeado, pero ninguno contó con que el Marqués se enterará de la trama que se estaba montando a sus espaldas.
Grañina, junto a su administrador y otro hombre desconocido al que el autor ha puesto el nombre ficticio de Curro, fue a chantajear con dinero a Zapata para que se abstuviera de contar nada. El manijero mantuvo su código de honor y se negó. Entonces intervino Curro y con una barra de metal le golpeó. Lo hizo con tanta fuerza que de un golpe acabó con su vida.
La escena tuvo una testigo inesperada, Juanita. Para no ser descubiertos la mataron también y el marqués junto al administrador se marcharon a Málaga, donde se suponía que habían pasado todo el día. La hacienda de las víctimas fue cerrada y Curro se quedó esperando para convencer a la pareja que se dirigía al lugar de que sus amigos se habían ido a Sevilla.
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Aquí entró en escena, Ramón Parrilla, otro de los tractoristas de la finca. Tuvo la mala suerte de que su tractor se había estropeado por lo que fue en busca de Zapata. Al no encontrarle por ningún lado fue directamente al taller donde estaba escondido Curro.
Le descubrió y este cogió una escopeta con el percutor roto y disparó al trabajador. Este se cubrió con los brazos y sobrevivió. Salió corriendo y tras no encontrar refugio en la casa decidió escapar por un camino cercano. Lugar en el que Curro consiguió alcanzarlo y le sentenció con un disparo en la espalda.
Otra vez la mala fortuna cayó sobre los pobres trabajadores y González y su mujer aparecieron con su coche justo en el momento que el tercer crimen se estaba cometiendo. Curro no iba a dejar cabos sueltos y les hizo bajarse de su seiscientos y les asesinó a ambos. La escopeta ya no funcionaba por lo que usó la culata para matarlos a golpes.
Antes de escapar de la escena del crimen, el autor lo dejó todo preparado. Puso una canana en la cintura de Zapata para despertar las sospechas de que el había disparado a Ramón y escondió los dos últimos cuerpos en un granero cercano al que prendió fuego. Un incendio que además de ayudar a que creciera la incertidumbre sobre el caso le sirvió como distracción para escapar sin ser visto.
La confesión de una madre
Un historia aterradora que descartaría el resto de hipótesis que apuntaban más a un lío pasional con celos de por medio. El autor cuenta en el libro que la forma en la que conoció esta versión fue gracias a una confesión que su madre le hizo años después de la muerte de su padre.
La casa principal estaba cerrada a cal y canto y solo el marqués y su mujer tenían las llaves para poder acceder. Tras todo lo ocurrido la mujer entro en la hacienda y descubrió un charco de sangre fresca dentro de la misma. Esto solo podía significar una cosa y era que su marido estaba involucrado en los asesinatos.
Juan Mateo Fernández de Córdova a partir de ese momento se obsesionó con la esta historia y con el tiempo fue intentando atar todos los cabos sueltos hasta que tuvo una trama factible. Entonces decidió escribir este libro y así intentar limpiar el nombre y la memoria de las cinco víctimas que aparecieron en la finca de su padre.