El año 2004 dejó grandes películas, algunas de ellas valoradas desde su estreno y otras reivindicadas con años: ¡Olvídate de mí!, Chicas malas, Antes del atardecer, Zombies Party, Spider-Man 2, El bosque o incluso Troya, aunque Orlando Bloom no opine del todo igual. Todas esas películas cumplen veinte años, y si hay una que no ha perdido relevancia con los años es Harry Potter y el prisionero de Azkaban, considerada una de las mejores entregas de la saga y que encumbró en gran medida la carrera de su director, Alfonso Cuarón. Sin embargo, la historia pudo ser bien distinta, según asegura ahora el propio Cuarón.
“Estaba confuso porque no estaba en absoluto en mi radar” comentaba Cuarón. Por poner en contexto, Cuarón venía de hacer una película en las antípodas del universo Harry Potter como es Y tú mamá también, en la que relataba el viaje de dos amigos mexicanos junto a una mujer española interpretada por Marbiel Verdú. Cambiar su road movie en México por Hogwarts y los magos era algo que el director azteca no terminaba de entender, pero fue la intervención de su compatriota Guillermo del Toro, quien sabía perfectamente la oportunidad que tenía ante sí.
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“Hablo a menudo con Guillermo del Toro, y un par de días después le dije: ‘Sabes, me ofrecieron esta película de Harry Potter, pero es muy raro que me ofrezcan esto’. Me dijo: ‘Espera, espera, espera, ¿dices que no has leído Harry Potter?’. Le dije: ‘No creo que sea para mí’. En un léxico muy florido, en español, me dijo: ‘Eres un gilipollas arrogante’”, aseguraba Cuarón que le espetó el director de El laberinto del fauno. Sea como fuere, el caso es que el director hizo caso a su compatriota y decidió firmar el contrato para hacer la película, convirtiéndose en el segundo director de la saga tras Chris Columbus, que había sido el máximo responsable en las dos primeras entregas: Harry Potter y la piedra filosofal y Harry Potter y la cámara de los secretos.
La favorita de los fans
El resto, como suele decirse, es historia. Porque El prisionero de Azkaban no solo fue un gran éxito en su estreno, sino que además es considerada una de las mejores entregas de toda la saga por sus propios fans. Y buena culpa de ello tiene el propio Cuarón, cuya impronta fue significativa en el tono y estilo visual de las películas venideras de Harry Potter. La saga adoptó una atmósfera más oscura y madura en comparación con sus predecesoras, algo que se alineó con el crecimiento de los personajes principales y el público seguidor de la saga.
Si a ello sumamos que era una de las películas más ambiciosas narrativamente hablando por el tema de los viajes en el tiempo o la inclusón de personajes tan queridos como el Sirius Black de Gary Oldman, entonces se entiende mucho mejor lo que supuso la entrada de Cuarón. Todo ello en un filme que es visualmente impresionante, para el que Cuarón utilizó técnicas cinematográficas innovadoras, como transiciones creativas y tomas largas, que sumados a la dirección de arte y los efectos especiales hicieron de El prisionero de Azkaban un título inolvidable más de veinte años después. Y todo porque hizo caso a Del Toro.