La pandemia se cobró más de 120.000 vidas en España y, cuatro años después, más de dos millones de personas sufren covid persistente. Uno de esos pacientes a los que la enfermedad ha machacado es José, un hombre de 60 años que a raíz de la infección por coronavirus sufrió un trombo pulmonar y problemas en las cuerdas vocales. Su estado de salud se complicó el pasado mes de diciembre, cuando le diagnosticaron el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico poco frecuente que provoca debilidad muscular progresiva y que le ha dejado en silla de ruedas al no tener sensibilidad en la pierna derecha.
Después de pasar los primeros días ingresado en el Hospital 12 de Octubre en Madrid, José fue derivado al Hospital Virgen de la Poveda para que pudiera recibir rehabilitación, lo que incluía fisioterapia, terapia ocupacional y apoyo psicológico, “lo cual era importante para su recuperación”, cuenta a Infobae la hermana de este paciente, Marisol. Pero todo empezó a complicarse cuando de nuevo le trasladaron al 12 de Octubre, pues allí “apenas tenía espacio en la habitación para moverse con la silla de ruedas” ni disponía de los mismos servicios que en el otro centro hospitalario para tratar su patología. “En menos de un mes le cambiaron de habitación hasta en cinco ocasiones”, explica Marisol.
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La situación empeoró cuando el pasado 20 de mayo José fue trasladado al Hospital Enfermera Isabel Zendal, la joya de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso para descongestionar la sanidad, que fue inaugurado en diciembre de 2020 y que aspira a convertirse, a finales de 2025, en centro de referencia para lesiones medulares y cerebrales. También contará con un centro de día para enfermos de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), si bien desde finales de abril, según informó el Gobierno regional en un comunicado, ya empezó a atender a los primeros pacientes afectados por esta enfermedad neurológica progresiva.
A pesar de esos nuevos planes que el Ejecutivo regional ha diseñado para el Zendal, Marisol asegura que se ha encontrado con un “panorama desolador”: un hospital sin quirófanos ni luz natural que describe como “un hangar con biombos en vez de paredes” en el que apenas hay intimidad para los pacientes. Un lugar, por tanto, “especialmente complicado” para personas como su hermano, pues al estar inmunodeprimido se enfrenta a un mayor riesgo de infecciones.
“Cuando voy andando por el pasillo para ir a la máquina del café, voy viendo a los pacientes de todos los cubículos, independientemente del estado en el que estén, así que ves hasta cómo les cambian la sonda. Es una vergüenza. Y en cuanto a los baños, no es que tengan uno para cada cuatro personas, sino que lo comparten los pacientes de todo el pasillo”, critica Marisol. “Además, al ser un espacio tan diáfano compartido por muchos enfermos, la probabilidad de que pacientes como mi hermano se pueda contagiar de algo es mayor y, en su caso, afectaría negativamente a su enfermedad, porque le debilita más”.
Además, desde que su hermano entró al Zendal “la rehabilitación ha sido prácticamente nula”, porque los profesionales sanitarios estaban realizando un curso especializado en ELA, al igual que tampoco ha vuelto a ser el mismo su ánimo. “Está hasta encorvado”, lamenta. Por todo ello, Marisol ha reclamado que trasladen a su hermano a un centro hospitalario “donde pueda recibir la rehabilitación adecuada”, aunque de momento no ha tenido éxito.
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“La comida es lamentable”
A la falta de medios y equipos, se suma otro problema, y es que, como el Zendal tampoco dispone de cocina, la comida llega a través de un servicio de catering “cuya calidad es lamentable”, asegura Marisol, que ha enviado a este periódico varias imágenes con platos servidos en este centro. Es más, asegura que el personal del propio hospital le ha recomendado “llevar su propia comida de casa” y que presente una reclamación. “Toda la comida caduca al día siguiente, y no solo es horrible el aspecto, sino el sabor. Las espinacas a la crema del otro día parecían caca de vaca líquida”.
Después de unos días en este centro hospitalario, Marisol tiene la sensación de que “aquí mandan a los pacientes que no saben dónde colocar, que no tienen un diagnóstico claro”, y lamenta que en Madrid la privatización de la sanidad “vaya en aumento”. De hecho, según un reciente informe de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), Madrid es la región con un mayor grado de privatización de sus servicios sanitarios, tal y como también denunciaron el pasado domingo 19 de mayo las miles de personas que salieron a protestar contra las “políticas privatizadoras” del Gobierno de Ayuso así como la “falta de inversión y la ausencia de profesionales”, además de otros problemas como la infrafinanciación, las listas de espera, la atención de las urgencias extrahospitalarias o el “maltrato” a los MIR.
Ante la falta de respuestas, Marisol ha acudido a la Asociación El Defensor del Paciente, que ha enviado un escrito a la Consejería de Sanidad que dirige Fátima Matute para denunciar la situación de José, pues, según indican, “tiene derecho a elegir hospital y médico, más aún teniendo en cuenta su condición médica”. “Esperamos sentido común y responsabilidad por parte de la Comunidad de Madrid con un paciente que está pidiendo un traslado para poder recibir la rehabilitación que necesita”, concluye la presidenta de la asociación, Carmen Flores, que asegura que no dudarán en acudir a la Fiscalía si su petición no es atendida.