La histórica directora francesa que habla de sexo y placer femenino: “Mi cine nunca ha sido moralista”

Catherine Breillat estrena ‘El último verano’, en la que aborda la relación entre una abogada de éxito y un menor para seguir explorando los tabúes sociales

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Tráiler 'El último verano'

Fue polémica (y moderna) antes que nadie, ‘outsider’ y subversiva. Catherine Breillat (Bressuire, 1948), tanto en su vertiente de guionista como de directora, se ha encargado de darle la vuelta a la imagen tradicional de la mujer en el cine para enfrentarla al sistema patriarcal liberándola de sus ataduras.

Así, en sus películas encontramos una total ausencia de tabúes a la hora de hablar del deseo. Es curioso que una de sus películas más provocadoras, Romance X, surgiera casi al mismo tiempo que Fóllame, de Virginie Despentes, como si ambas autoras quisieran, a través de sus propuestas punks y rabiosas, establecer puentes con disciplinas o teorías que necesitaban una revisión urgente, desde la cultura de la violación a la pornografía.

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Ahora, con 75 años, la directora francesa ya no tiene nada que demostrar después de una carrera repleta de trabajos en los que ha hablado de prejuicios sociales y religiosos y ha puesto en primer término el cuerpo de la mujer para hablar de sexo, de erotismo, de fantasías, desde su propia mirada.

Romances prohibidos

Léa Drucker, Olivier Rabourdin y
Léa Drucker, Olivier Rabourdin y Samuel Kircher en 'El último verano', de Catherine Breillat

En ese sentido, es curioso que su última película, titulada El último verano, sea quizás una de las mejores de toda su carrera (participó en el pasado Festival de Cannes), al menos de las más equilibradas, porque si algo le ha gustado a Breillat ha sido arriesgar a través de materiales imposibles que la lanzaban casi al borde del precipicio, utilizando para ello el elemento grotesco.

Aquí no encontramos esos componentes al límite que sí que estaban presentes, para bien y para mal en películas tan descarnadas como Á ma soeur! (2001) o las citada Romance X y Anatomía del infierno con la presencia del actor porno Rocco Siffredi.

Así, El último verano, se aleja de todo ese universo sórdido sin perder por ello un ápice de mordiente y de reflexión alrededor muchas de las contradicciones sobre las relaciones humanas que tanto le interesan a la directora.

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Encontramos a un matrimonio de clase acomodada que ha adoptado a dos niñas. Ella, Anne, es una abogada de éxito (Léa Drucker) y él tenía un hijo de una pareja anterior con el que prácticamente no había tenido relación.

Samuel Kircher y Léa Drucker
Samuel Kircher y Léa Drucker en 'El último verano', de Catherine Breillat

El joven preadolescente, Theo (Samuel Kircher) no va por buen camino, y pasará una temporada en casa de su padre. A él le gusta provocar e intentará seducir a Anna, iniciándose una relación sexual entre ellos que nos lleva desde los territorios de los juegos de poder al abuso a menores.

Un ‘remake’ con algunos cambios fundamentales

El material se basa en una película previa, la danesa La reina de corazones, de May el-Toukhy, de 2019, aunque Breillat no la había visto hasta que un productor le ofreció hacerse cargo del proyecto. “Es cierto que no suelo hacer ‘remakes’, están mal vistos”, cuenta la directora a Infobae España durante el D’A Festival de Cine de Autor de Barcelona. “Pero creo que he conseguido llevarla a mi terreno, así que la puedo considerar cien por cien mía. Eso sí, hice algunos cambios fundamentales con respecto a la versión original. Uno es que el adolescente es más joven, y da los primeros pasos en la relación. Otro es que, en ningún momento, quería situar a esa mujer como una depredadora. Rechazaba absolutamente que fuera castigada y que fuera una película moralista. Mi cine nunca lo ha sido”.

Samuel Kircher y Léa Drucker
Samuel Kircher y Léa Drucker en 'El último verano', de Catherine Breillat

¿Qué le interesó entonces del proyecto? “Lo que más me interesaba trabajar era la mentira y la negación, de qué forma se teje una red de la que la protagonista no podrá escapar y que terminará moldeando a su manera. La seducción amorosa a veces nos lleva a mentir o a mentirnos a nosotros mismos”.

La directora es célebre por sus escenas de sexo de lo más explícitas, aunque en este caso, se encuentran no solo justificadas, sino que se alterna el punto de vista femenino para hablar del placer, del orgasmo femenino y el masculino a través de la inexperiencia del joven.

“No se trata de gente que hace el amor, sino de la historia que hay detrás. Yo siempre considero que las secuencias de sexo contienen una ficción en sí misma, porque se exploran muchos sentimientos y emociones. Se podría hacer una película solo de gente teniendo sexo y te contaría una historia”.

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