La emoción conduce la llamada telefónica entre Àfrica Alonso e Infobae España. Graduada como intérprete en el Instituto del Teatro de Barcelona, la dramaturga amplía su músculo artístico con la publicación de su primera novela. “El descubrimiento del universo literario me ha dejado flipando”, admite a este medio. La suya es una historia con bagaje, pues Una luz tímida (que ahora publica con Seix Barral) es el título homónimo de la obra de teatro que lleva representando desde hace casi cinco años en los escenarios de todo el país. Tras el fulgor escénico, la novela. La historia es la misma, pero ampliada y sin la nota musical que decora la función.
La historia la protagonizan Isabel y Carmen, dos profesoras que se enamoran durante el franquismo y que tendrán que lidiar con las vicisitudes de una época que no concebía la libertad sexual. “La gente está en la habitación con nosotras y quiere que las cosas nos salgan bien”, dice sobre las lágrimas que visten las butacas. “Ahora que se está acabando”, dice sobre las últimas funciones que está a punto de interpretar cuando se produce la entrevista, “la sensación que tengo de agradecimiento es tangible hacia la gente que ha sostenido esta historia”. El relato emociona y presenta una realidad que no se ha palpado en la cultura hasta hace relativamente poco tiempo.
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Pese al éxito de Una luz tímida, Alonso afirma que le “faltan” oportunidades para representar a otros personajes sobre el escenario. “La gente tiene mucho prejuicio cuando haces tantas cosas”, dice sobre sus dotes interpretativas y artísticas, que incluyen un sobresaliente en canto. También, considera, hay mucha mala baba hacia los musicales dentro del sector. “Parece que quien hace musicales no es buen intérprete, cosa que es mentira”, pero que lleva a que propuestas como la suya no reciban tantas visitas de hombres con traje y propuestas de ensueño.
Pregunta.- ¿Por qué decide convertir Una luz tímida en novela?
Respuesta.- Creía que la historia tenía muchas más posibilidades, ¿sabes? Tenía posibilidad de ampliarse, de construir todo un universo. Al final, con la obra, tienes unas limitaciones, pero la literatura es inmensa.
P.- La historia está basada en hechos reales. ¿Cómo la descubre y por qué la traslada al escenario?
R.- Llegó a mis manos una noticia que hablaba del final trágico de dos maestras que vivieron más de 20 años juntas durante la dictadura. En ella se daba a entender que habían sido pareja, pero sin decirlo muy claramente. Entonces empecé a pensar qué podía haber llevado a las dos profesoras a acabar como acabaron. Empecé a escribirla y de eso ya hace ocho años.
P.- ¿Cuándo empezó a ver que la obra no sólo gustaba, también emocionaba al público?
R.- Te tengo que decir que fue desde la primera función. Hubo mucha sorpresa, la gente dijo ‘ostras, esto es algo muy distinto’, ¿no? Es un musical muy diferente a los que solemos ver. Emociona, es necesario, es inesperado. Al final, pone de relieve las vidas de unas víctimas del franquismo que no se han tenido muy en cuenta hasta ahora, sobre las que no se suele poner el foco. Nadie se imagina que las mujeres que ahora tienen 80 y pico de años puedan estar sufriendo, a día de hoy, las consecuencias de una dictadura que pasó hace tanto tiempo.
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P.- ¿Ha habido público reticente a ver la obra por la temática que ésta trata?
R.- Las reacciones y los mensajes que recibimos cuando acabamos la función son bestiales y sorprendentes, algo que me está pasando de nuevo con la publicación de la novela. El teatro es más automático porque puedes ver la reacción nada más acabar. Es un público que va desde chicas y personas, digamos diversas, muy jóvenes, hasta los mayores que ven retratada una época en la que participaron. Es muy amplio el el espectro que abarca esta historia. Hay chicas que repiten y vienen a ver la obra ocho o nueve veces. Hay gente que viaja con nosotras mientras hacemos la gira. Hay gente que ha llevado a toda su familia al teatro. Muchas personas del colectivo LGTBI traen a su madre, a su abuela, a su padre tras ver la función por primera vez y esto me emociona mucho.
“Cuando la gente dice que no hay historias lésbicas no es porque no se escriban o no se hagan. [...] ‘Una luz tímida’ apeló primero al colectivo, pero ahora es una historia que la gente viene a ver sin importar su orientación sexual”
P.- ¿Falta diversidad en el las historias que se llevan al teatro?
R.- Por supuesto que falta diversidad. Cuando la gente dice que no hay historias lésbicas no es porque no se escriban o no se hagan, sino porque, quien da acceso a esos escenarios apuesta por otras historias que considera que son más comerciales que las nuestras. No es que no haya, es que no se les da el espacio para que brillen. Creo que gran parte del colectivo, que además tiene una sensibilidad artística muy importante, esperaba y anhelaba ver sobre el escenario una historia de amor que hable de cómo dos mujeres se quieren y la forma en la que se enamoran. Ver a dos mujeres besándose sobre un escenario sigue siendo disruptivo. Sigue sorprendiendo. Y por suerte, gustando, porque si no, no hubiéramos estado cuatro años sin parar de hacer la obra. Primero apeló al colectivo, pero ahora es una historia que la gente viene a ver sin importar su orientación sexual.
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P.- Dice que sigue siendo disruptivo que dos mujeres se besen sobre el escenario. ¿Qué situación vive el colectivo, sobre todo en términos artísticos, en España?
R.- La derecha y la extrema derecha están muy desacomplejadas. Hay menos vergüenza que antes a la hora de soltar violencia hacia los colectivos minoritarios, o se encuentran otras formas de hacerlo que son muy inteligentes. Muchas veces no son directas y no son obvias, pero ahí están. Yo intento rebatir con lo que puedo, que es a través del arte. Historias como las de Una luz tímida nos recuerdan que los derechos no hay que darlos por sentados y que en cualquier momento te los pueden quitar. No hay que confiarse, no hay que bajar la guardia.
“Me parece necesario que se cancelen las obras dirigidas por personas que han abusado de su poder, pero pienso en los intérpretes que se han quedado sin trabajo”
P.- El sector teatral ha sido noticia en estas últimas semanas tras las denuncias contra Ramón Paso. Su obra Jardiel enamorado se canceló. El Ministerio de Cultura ha reaccionado a los casos de abusos con la creación de una unidad de prevención para víctimas de agresiones en el sector audiovisual y cultural. ¿Es suficiente?
R.- Es doloroso, pero no es sorprendente, ¿sabes? Muchos sabemos cuál es la situación. Cuando tienes una producción tienes que trabajar con mucha gente y apretar muchos timbres. Me parece absolutamente necesario que se cancelen las obras dirigidas por una persona que ha hecho un abuso de poder, pero pienso en los intérpretes que se han quedado sin trabajo en la escenografía y en la magnitud que tiene el maltrato. Si ponemos el poder en manos de las personas equivocadas, eso acaba teniendo consecuencias.