Puigdemont no regresa a la Cataluña de la que se fugó: así han cambiado el Parlament, la población y el independentismo, ya en minoría y partido en dos

Comparamos los equilibrios políticos de 2017 con los de 2024 y la pulsión independentista de los catalanes, en franca caída desde 2019

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Carles Puigdemont, en una imagen
Carles Puigdemont, en una imagen de 2017 y en otra reciente. (Europa Press)

Carles Puigdemont huyó de España el 30 de octubre de 2017, ya destituido al frente de la Generalitat. El 30 de mayo de 2024, apenas en unos días, el Congreso de los Diputados aprobará la ley de amnistía para su regreso, pero, lejos de sus deseos, no será restituido. Ni el Gobierno ni Cataluña son los que dejó, como tampoco las urnas ni la demoscopia muestran el sentir de entonces. El enemigo al que señalaba no existe y el relato de la represión se ha caído. Salvador Illa ha ganado las elecciones, recogiendo lo sembrado por Pedro Sánchez. Y Puigdemont, que ha ido logrando cada uno de los objetivos que se ha propuesto en este tiempo, primero en Bélgica y ahora en Francia, va a naufragar en la orilla: no será president.

El pasado domingo, los electores decidieron que el independentismo ocupe 61 escaños en el Parlament, lejos de los 68 que marcan la mayoría. Junts per Catalunya (35), ERC (20), la CUP (4) y Aliança Catalana (2) obtuvieron un 43,6% de los votos. En la cámara que dejó atrás Puigdemont en 2017, los separatistas tenían la absoluta. Junts pel Sí (Convergència y ERC en coalición) tenía 62 diputados y 10 la CUP. Una y otra candidatura habían alcanzado un 47,7% de los sufragios en los comicios de 2015.

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Carles Puigdemont valora sus opciones de ser el próximo presidente de la Generalitat.

Si atendemos a los barómetros del Centro de Estudios de Opinión (CEO), el bien o mal llamado CIS catalán, un 48,7% de los catalanes ansiaba la independencia en octubre de 2017 y un 43,6% la rechazaba. El publicado en abril, hace apenas tres semanas, evidencia un vuelco: hoy, un 42% a favor y un 51%, en contra. La tendencia cambió en marzo de 2019, meses después de la llegada de Sánchez a la Moncloa, y no se ha detenido.

Independentismo ‘constitucional’

Tampoco los protagonistas ni sus siglas son los mismos, forzados por los hechos. En 2017 no había una mesa de diálogo pública, sino Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y Poder Judicial. Y se apuntaba a un “Estado represor” que quisieron subrayar con las cargas del 1 de octubre o con las novedades en torno a la conocida como policía patriótica de Mariano Rajoy y Jorge Fernández Díaz para supuestamente desarmar al independentismo desde las cloacas. Hoy, el enemigo se sienta en la misma mesa esté en Barcelona o en Bruselas, ha concedido indultos, más tarde una amnistía. Obliga decir que necesitado de ello para mantener el poder. Pero al fin se ha visto a un president -Pere Aragonès- fotografiándose junto al rey, acudiendo al Senado a defender su proyecto o, como reza el acuerdo PSOE-Junts de noviembre, a un prófugo por su deriva unilateral proponiendo esta vez sí un referéndum de autodeterminación por los cauces legales si los hubiera, amparado por la Constitución.

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Carles Puigdemont y Oriol Junqueras,
Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, en una rueda de prensa del Govern en 2017. (Europa Press)

A quien sí encontrará Puigdemont a su regreso y sin esperarlo es a Oriol Junqueras al frente de ERC. El de Junts se comprometió a dejar la política si no lograba ser investido, pero su huida hacia adelante proponiéndose como candidato o el señalamiento a los republicanos por el desplome independentista indicarían que, si no como héroe, vuelve como mártir, pero se queda. Ni una semana tras las elecciones en Cataluña, ya se han dado interesantes movimientos que obligan a prestar atención en las próximas semanas, si bien no se esperan gestos importantes hasta una vez pasadas las elecciones europeas.

Puigdemont quiere volver a coser al independentismo. Este jueves pidió a sus diputados en el Congreso, el Senado y el Parlament que lo hagan con discreción. Desearía que fuera en las próximas semanas. De no ser así, tendrá que ser de cara a dentro de cuatro años, si es que el emprendido no fuera un camino sin retorno.

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