Juan Carlos Argüello, alias Muelle (Madrid, 1965-1995) fue el primer grafitero español reconocido mundialmente. Este artista dejó su firma en muros, quioscos y estaciones de Metro de Madrid hasta su muerte en 1995, con 29 años, debido a un cáncer. Sin embargo, su sello no ha dejado de estar presente, especialmente en la capital, y esta semana, las obras de rehabilitación en un edificio de viviendas de la calle de la Cava Alta, en el distrito de Centro de Madrid, han dejado al descubierto su famosa firma.
En un principio, la pared donde se encontraba dicho grafiti iba a derribarse entre el jueves y el viernes debido a las obras del edificio. “Pasado mañana está previsto derribar esa pared y estamos viendo opciones para conservarlo o reproducirlo después, como otros Muelles”, escribió el miércoles 14 el concejal socialista Antonio Giraldo en X (antes Twitter). Sin embargo, el viernes el grafiti continuaba presente en la pared de dicha calle, como confirmó de nuevo el propio concejal. “Estuvimos hablando con los obreros que habían empezado la obra y nos comentaron que, de momento, picarían en otras zonas. Nos dijeron amablemente que tratarían de afectar lo menos posible a la firma, y seguramente, el 80% de ella pueda salvarse”, explicó el edil.
Giraldo ha añadido que, según le han contado los obreros, este graffiti estaría hecho de rotulador, y de dejarlo expuesta se acabaría borrando. La propuesta que hacía el concejal para mantenerlo es, a juicio del que es también urbanista, “pintar encima la pared” y luego “hacer una reproducción sobre ella indicando que el original está debajo”.
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El problema de la legislación: arte o vandalismo
Uno de los mayores problemas a los que se enfrente el arte urbano es que “no hay una normativa clara”, tal y como aseguró a Infobae España Adriana Moscoso, concejala de Cultura por el PSOE. Con esto coincide Giraldo, que en X ha explicado que no existe “una legislación que ampare su conservación”. Además, en el caso de este grafiti de Muelle, “es una propiedad privada con obras autorizadas. Hay que picar para arreglar una bajante de agua que pasa justo detrás”, ha añadido.
En conversaciones con este medio, la concejala Moscoso ha asegurado que aunque estas obras puedan comenzar siendo efímeras, muchas “ya han pasado a ser arte”. “En la medida de lo posible, creo que hay que preservarlas”, defiende.
Aquí entra en debate cómo se cataloga el grafiti, si es arte callejero o vandalismo. Estas pinturas están realizadas en lugares públicos mediante aerosol (grafiti propiamente dicho), stencil o gigantografía, como detalla el Instituto de Gestión Cultural y Artística. “El gran problema siempre que se habla de si el grafiti es arte o vandalismo está en el lugar donde este se lleva a cabo. Al fin y al cabo, los grafiteros plasman sus creaciones sobre superficies que no les pertenecen”, explica la institución.
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Además, como ocurre con Muelle, estos pueden llegar a tener valor histórico. “Tienen un valor muy especial porque representan toda una época de nuestra historia más reciente”, explica Moscoso. La firma de Muelle empezó a reproducirse a mediados de los 80 en el Barrio de Campamento (La Latina), donde vivió y nació, y fue extendiéndola por diversos puntos de la ciudad. Para ello usaba el logotipo que había diseñado, compuesto por la palabra Muelle, el dibujo de un muelle acabado en una flecha y una letra R enmarcada en un círculo, ya que posteriormente lo registró como marca.