Carles Puigdemont se comprometió a dejar la política si no recuperaba la Presidencia de la Generalitat. En una suerte de justicia poética, burlada la ordinaria, ambicionaba el retorno del héroe y ocupar el lugar que le fue arrebatado. Lograda la amnistía, consistía en superar a ERC y en una mayoría independentista en el Parlament. Falló el segundo y cambió el relato, culpando a ERC de no haber sumado, proponiéndose como candidato a una investidura que sabe fallida, acaparando la atención para hacer saber que sigue vivo.
Pero este jueves, Oriol Junqueras dio un paso relevante y por primera vez en largo tiempo, Puigdemont ha perdido el control de la situación y quedado atrapado en su palabra, en su compromiso. El calendario de ERC deja entrever el apoyo a la investidura de Salvador Illa. En el momento de ese apoyo -tras las elecciones europeas pero antes del congreso republicano de noviembre- Junqueras estaría fuera de los cuadros del partido, orgánicamente ajeno a la decisión de enterrar el procés.
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Y lo único que le queda a Puigdemont es agarrarse al chantaje a Sánchez como a un clavo ardiendo. Su intención es asfixiar al Gobierno central, totalmente dependiente de los siete escaños de Junts en el Congreso de los Diputados, si quiere seguir adelante con una legislatura que desde el primer día está en riesgo de resquebrajarse si una de las piezas se cae. Son una amenaza en Madrid y así se lo ha querido trasladar este jueves el expresident a sus diputados de la Cámara Baja, el Senado y el Parlament. Lo ha hecho desde la ciudad francesa de Perpiñán, lugar al que se han trasladado para poder reunirse cara a cara con su líder. Cada vez más cerca de pisar territorio español, y sin tener que rendir cuentas a la justicia, si el 30 de mayo el Gobierno de Sánchez cumple su palabra y le garantiza la amnistía.
La idea de Junts es no rendirse y “llegar hasta el final”, encontrar en ERC al aliado perfecto que fue en su día y con el que ahora la relación está tan rota que Puigdemont habla de la necesidad de “recoser”. Esto implica llevar a cabo una negociación muy “discreta” con la formación independentista -ahora mismo descabezada-, de la misma forma que lo hicieron para mantener a Pedro Sánchez en Moncloa. “Si queremos que salga, lo tenemos que hacer con el estilo que nos fue tan bien con el PSOE en la investidura”, ha reconocido el dirigente catalán frente a los suyos. Y la estrategia está clara: conseguir que ERC no apoye a Salvador Illa -algo altamente improbable dado los últimos movimientos de Esquerra- y se abstenga en una primera investidura.
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Si por algún casual lo consiguieran, Puigdemont iría a una segunda investidura en la que exigiría la abstención del PSC. ¿Y cómo podría lograrlo? Con la amenaza de no apoyar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) del Ejecutivo central y entorpeciendo la gobernabilidad de España. Si fracasara en este intento, el único escenario posible sería una repetición electoral que en ningún caso beneficia a ERC, que va de capa caída. Ni siquiera a Junts. Puigdemont ha señalado que una nueva llamada a las urnas “no es un buen escenario para nadie” y no debe ser ni la “opción”, ni la “prioridad”. No obstante, ha dejado claro que no les da miedo y que están preparados “para todas las eventualidades”, según ha recogido EFE.
Con todas las cartas encima de la mesa, la única opción para los republicanos es apoyar a Illa. Hasta Joan Tardá, que pese a estar retirado es una voz potente dentro del partido, ha pedido actuar “con el cerebro y no con las tripas” y resolver el corto plazo facilitando que el candidato socialista sea president de la Generalitat.
Puigdemont inicia los contactos con el objetivo de gobernar en solitario
Puigdemont ya ha iniciado los contactos con la intención de ser president y recuperar el trono arrebatado tras el 17-O, cuando decidió huir a Bélgica tras el referéndum ilegal. Y no solo eso, sino que su intención es gobernar en solitario. “Tenemos una oportunidad y la agotaremos”, ha sentenciado. Bajo su punto de vista, ante la ausencia de “mayorías absolutas clásicas” en el Parlament y un “tripartito clásico rozando el palo”, Junts tiene más opciones para formar “un Govern en minoría”, y ha anunciado que las “lucharán”.
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El líder ha impuesto el secretismo en las conversaciones, ha pedido absoluta discreción y ha pedido a sus diputados que no hagan caso a los rumores que les puedan llegar. “Vosotros seréis los primeros en saber las novedades”, ha enfatizado. Su hombre de confianza seguirá siendo Jordi Turull, quien le ha acompañado a lo largo de la campaña electoral y quien ya ha sido interlocutor con el PSOE.
La Cataluña que dejó Puigdemont vs la Cataluña que se encuentra
Con Illa de presidente, Puigdemont solo podría liderar la oposición, algo que, dijo, no hará. Visto lo visto, el aún prófugo no volverá al cargo como tampoco lo hará a la Cataluña de la que huyó el 30 de octubre de 2017. Actualmente, el sentimiento independentista catalán está paralizado. Prueba de ello son los resultados electorales en los que por primera vez en la historia de las elecciones en esta comunidad los partidos a favor de la separación de España no suman.
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En 2017, el año que lo cambió todo cuando los dirigentes catalanes sacaron las urnas, Junts pel Sí (la marca bajo la que concurrieron Junts y ERC a los últimos comicios, que fueron en 2015), obtuvo 62 escaños -el 39,45% de los votos- que, sumados a los 10 de la CUP y su 8,2% de los apoyos, lograron la mayoría absoluta y mostraron que un 47% del electorado era independentista. Pero en este tiempo Cataluña ha cambiado. La suma de Junts (21,61%), ERC (13,68%) y la CUP (4,09%), no alcanzan ya ni el 40% (se queda en el 39,38%).
Mientras que en octubre de hace siete años, el Centro de Estudios de Opinión (CEO), más conocido como el CIS catalán, determinaba que un 48,7% de los catalanes quería la independencia y un 43,6% la rechazaba, ahora, el 51% de los encuestados se muestra en contra y un 42% a favor. Se trata de una tendencia que se mantiene desde hace cuatro años, que fue la última vez que este barómetro mostró el deseo de independencia por encima del no.
Puigdemont se marchó y ha querido volver como un héroe. Se librará de la cárcel, aunque no posiblemente de ser detenido. Y aunque logre la libertad sin cargos, el expresident está cerca de naufragar en la orilla.