Este martes 14 de mayo se cumplen 20 años de una boda que reunió a buena parte de la realeza mundial: la del entonces príncipe Federico de Dinamarca con la australiana Mary Donaldson. La catedral de Copenhague se convirtió en el escenario de una fastuosa ceremonia en la que los novios tuvieron que compartir protagonismo con algunos de sus invitados y es que las calles aledañas al templo religioso se convirtieron en una suerte de pasarela royal.
Entre todos los que acudieron como invitados destacó especialmente la reina Letizia, quien en aquel momento ni siquiera tenía el título de princesa, pues su boda con Felipe VI se celebró una semana después. Del brazo del heredero al trono español, elegantísimo de uniforme, la española acaparó todas las miradas gracias a un look en rojo pasión que sigue siendo muy recordado.
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El modelo elegido no podía ser mejor. Un traje hecho para ella por Lorenzo Caprile que la Casa Real había encargado para el inicio de su nueva vida y que acaparaba todas las miradas por su apasionado tono. El vestido estaba confeccionado en crepé satín y tul en seda natural con cuerpo drapeado y falda larga con una pequeña cola. De mangas semitransparentes, contaba además con un escote cuadrado que llevó enmarcado con dos broches de brillantes de estilo art decó que le prestó la reina Sofía y que pertenecieron a María de la Mercedes, estos le aportaron un toque de lo más hollywoodense.
Si bien no pudo llevar ninguna tiara dado que no pertenecía de manera oficial a la familia real, tampoco le hizo falta para destacar y es que optó por un peinado muy elegante, un recogido bajo de ondas al agua que combinó con unos pendientes chandelier de la joyería Yanes, también de la reina Sofía, y una pulsera de oro blanco.
Tampoco pasó desapercibido su bolso, una pieza a tono que Lorenzo Caprile encontró en un anticuario y regaló a Letizia. Como detalles, contaba con bordados en negro, estaba decorado con cristales y tenía una borla a tono. En cuanto a los zapatos, Letizia llevó unos de Pura López, destalonados, con un tacón de 10 centímetros y también en rojo.
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Ya en el interior de la catedral los novios se mostraron enamorados y dejaron tras de sí imágenes muy románticas, entrelazando sus manos en los momentos más emotivos y compartiendo miradas de complicidad durante la ceremonia religiosa y el convite posterior.
En cuanto al look, la combinación conquistó a la prensa nacional e internacional y Letizia acaparó titulares en medios de diferentes países que alababan su buen gusto y elegancia, algo que han mantenido a lo largo de los años. Pese a lo increíble de este conjunto, lo cierto es que la reina Letizia no lo ha vuelto a lucir, seguramente para preservar ese buen sabor de boca que dejó en Copenhague y que la convirtió en una de las protagonistas de la jornada.