Según el diccionario médico de la Universidad Clínica de Navarra, llamamos insolación al “efecto producido por la exposición del sujeto a los rayos solares o a un fuerte calor que se manifiesta por cefalea, vértigos y delirios, pudiendo llegar al coma y a la muerte”. Así, pese a que las insolaciones son bastante habituales y nunca suelen conllevar nada grave, también es igualmente cierto que sí son ciertamente peligrosas -sobre todo en niños y mayores- y es necesario actuar adecuadamente si vemos que una persona de nuestro entorno puede estar padeciendo sus efectos.
De hecho, en España hubo solo en 2022 más de 11.000 muertes atribuibles al calor, siendo la insolación el trastorno más frecuente. Estas cifras podrían aumentar considerablemente en España de cara a 2050 -por el aumento de las temperaturas- si no se diseña una estrategia para evitarlo, como la adaptación de los barrios para que soporten mejor las altas temperaturas. Al fin y al cabo, si nuestros mecanismos termorreguladores fallan y la temperatura de nuestro cuerpo asciende demasiado, puede provocar problemas en uno o más órganos de nuestro cuerpo.
Te puede interesar: Insolación: síntomas de alerta y tratamiento de un golpe de calor
Cómo actuar rápida y eficazmente
Los primeros síntomas neurológicos pueden ser el mareo, la somnolencia, la desorientación, la dificultad al caminar o también la presencia de temblores y convulsiones. El agotamiento y la sed, así como los calambres y una respiración acelerada son algunas de las señales que deberíamos tener en cuenta. Detectar este tipo de manifestaciones con prontitud puede ser una clave esencial en la labor de prevención y alivio de estos sucesos.
Así, si una persona de nuestro entorno da muestras de haber sido víctima de una insolación hay que llevarla inmediatamente a un lugar fresco, ventilado y con algo de sombra. Si es posible, también habrá que trasladarla a un servicio de urgencias, el más próximo. Una vez hecho esto, se le pueden aplicar compresas frías en la nuca, en la cara o en el pecho, o refrescarlas con un paño. En ningún caso, sin embargo, hay que someter a la persona a un cambio térmico demasiado brusco. Sería muy peligroso, por ejemplo, sumergir al afectado en una bañera llena de agua fría. Por otro lado, también es importante hidratar a la persona, añadiendo una cucharadita de sal al líquido. Por último, también se recomienda visitar a un médico para que evalúe mejor la situación, si antes no había sido posible.
Prevenir es mejor que curar
Cómo consecuencia del cambio climático al que estamos asistiendo en los últimos años, lo más probable es que las temporadas de calor intenso y prolongado sean también cada vez más habituales. Por ello, quizá la mejor forma de actuar frente a las insolaciones sea a través de diversas estrategias preventivas que reduzcan los riesgo y por lo tanto el número total de casos.
De este modo, es muy recomendable abstenerse de una exposición directa al sol, especialmente en las horas de mayor intensidad -las horas centrales-, y hacer uso de protectores solares. Hay que evitar, además, quedarse en sitios cerrados, la actividad física durante ese mismo lapso de tiempo y no beber ni cafeína ni alcohol. La vestimenta que llevemos puede ser a su vez clave, de gran ayuda en caso de ser ligera, y también el uso de ventiladores -también durante la noche- en nuestras casas. Además, la prevención será muchísimo más efectiva si bebemos líquidos constantemente -sin forzarnos- y mojarse o bañarse con frecuencia.
Te puede interesar: Verano seguro: consejos para prevenir golpes de calor, insolación y ahogamientos